ESPÍRITU SIEMPRE VIVO EN VÉLEZ RUBIO

El pasado 10 de enero, como cada año, el pueblo natal de Dolores Sopeña, Vélez-Rubio (Almería) demuestra que el espíritu de Dolores sigue muy vivo también allí.

En el aniversario de su Ida al Cielo, la Parroquia de Nuestra Señora de la Encarnación acogió una eucaristía para dar gracias a Dios por su vida y su obra, presente hoy en España y en varios países de América.

El Coro de La Encarnación cantó durante la misa, a la que asistieron un grupo de velezanos, siempre orgullosos, admiradores y devotos de una de sus vecinas más ilustres.

Ofició el párroco Javier Ruíz Pérez, acompañado del sacerdote claretiano Juan Jesús Gea Carrasco.

El acto contó con la presencia además del alcalde de la localidad, Miguel Martínez-Carlón Manchón, y la concejala de Cultura y Turismo.

Días más tarde, el jueves día 12 en la Capilla de la Casa Natal de la Beata Dolores Sopeña se celebró la Hora Santa a la que asistió otro grupo de laicos del municipio, encabezados por la Catequista María Carmen Vázquez, que durante mucho tiempo formó parte de la comunidad de Catequistas Sopeña en Vélez Rubio.

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ACCIÓN DE GRACIAS POR DOLORES SOPEÑA

El próximo viernes día 27 de enero de 2023, la familia Sopeña celebrará en Madrid la Eucaristía de Acción de gracias por la vida y la misión de nuestra madre, la Beata Dolores Sopeña, creadora nuestro Instituto Catequista y de la Fundación Dolores Sopeña.

La misa tendrá lugar en Madrid, en nuestra Casa Generalicia, a las 19.30 de la tarde.

Se trata del homenaje que la Familia Sopeña celebra cada año por el aniversario de su Ida al Cielo, el 10 de enero de 1918.

¡TRANSMITAMOS EL MENSAJE!

A los cristianos se nos presenta la magnífica oportunidad de transmitir el mensaje y de sentirnos enviados para compartir nuestra experiencia de vida como creyentes. “Nuestra misión es invitar a los demás a que ‘pasen y vean’ porque el espectáculo de Dios debe continuar”.

Así nos lo expresa, Víctor Rivero Sarmiento, laico Sopeña y profesor de Lengua y Literatura en el Centro Sopeña Las Palmas, en un artículo para la revista Icono, de los Padres Redentoristas.

En el texto, Víctor Rivero nos recuerda un cortometraje muy utilizado en las aulas, “El Circo de las Mariposas”. En esta pieza cinematográfica se nos muestra de forma clara cómo el acompañamiento de la familia, el amor y la fe obran el milagro de convertir las dificultades en oportunidades de superación.

De la misma manera, nos recuerda que el I Certamen Internacional Sopeña de Relatos Cortos, convocado para celebrar los 120 años de la constitución de la Fundación Dolores Sopeña, obra apostólica de las Catequistas Sopeña, surgió tras la pandemia (un túnel de incertidumbre y oscuridad) como una invitación a viajar sin restricciones a nuestro interior y, después, escribir sobre lo andado.

Este ejercicio de poner palabras a lo que cada uno de nosotros había pasado se convirtió “no solo en un ejercicio terapéutico, sanador y literario, sino en una ocasión perfecta para tejer en familia multitud de vivencias”, afirma.

“Y lo experimentado se convirtió en la llave para descubrir una Buena Nueva, la esperanza y la certeza de un nuevo punto de partida”.

Os reproducimos en su totalidad el artículo:

Tiempos de oportunidades para celebrar a Dios

En familia, con amor y fe se obra el milagro: la oportunidad de superación y el recordarnos iluminados por Dios

“Mientras mayor es la lucha, más glorioso es el triunfo”, le decía el Sr. Méndez a Will en El Circo de las Mariposas (2009). Recurso proyectado en muchas aulas, este cortometraje protagonizado, entre otros, por Nick Vujicic, ejemplifica la maravilla de la metamorfosis de la dificultad en una oportunidad para la superación.

Will, nacido sin extremidades y exhibido en un parque de atracciones como una “burla de la naturaleza”, es acogido en el Butterfly Circus e invitado a encontrar la “belleza que hay en sus cenizas”. Y lo acaba consiguiendo, no solo por su lucha y esfuerzo, sino por la resucitada capacidad de creer en sí mismo que experimenta en su nuevo seno familiar.

Familia, amor y fe acaban conformando los elementos que obran el milagro. Al contrario de lo que le habían hecho creer desde su nacimiento, “maldito desde que nació”, Will experimenta su propia conversión en mariposa, formando parte de una comunidad que también tiene como misión salir al encuentro y descubrir las bellezas que hay dentro de las personas.

La llegada del Covid significó también la cruel exhibición de muchos de los problemas humanos. Además de recordar el poder de la naturaleza, señaló de manera contundente la importancia y la trascendencia de los engranajes sociales en el devenir de la existencia.

El obligado confinamiento forzó al ser humano a encontrarse consigo mismo en soledad o en compañía, como mucho, de la familia o las personas con las que se compartía un mismo techo. Sin embargo, desde esta burbuja espacio–temporal se pudo tomar conciencia de los regalos de la vida y del brillo especial que poseen si los compartimos. A través de un túnel de incertidumbre y oscuridad pandémicas, descubrimos que el camino hacia una nueva oportunidad seguía estando iluminado por la Luz del Señor.

Una invitación a viajar a nuestro interior para tejer mil y una historias

En línea con la fundadora y su “saber interpretar los signos y las necesidades de los nuevos tiempos”, la Fundación Dolores Sopeña, para celebrar los 120 años de su constitución, convocó durante el curso 2021/2022 el I Certamen Internacional Sopeña de Relatos Cortos. Bajo el lema “La oportunidad de superarte”, el objetivo estaba en reflejar historias de superación de las que emanara el papel crucial de la fe en nuestras vidas.

 mensaje

En momentos de pandemia y las limitaciones que ello significaba, la propuesta del certamen significaba una invitación a viajar sin restricciones a nuestro interior. A reflexionar sobre lo vivido y celebrar la maravilla de sentirnos acompañados por Dios en el sendero de la vida.

Historias de la niñez, la adolescencia y la etapa adulta fueron compartidas no solo con los miembros del jurado, sino que, durante el proceso de creación de los relatos, también las familias en los hogares pudieron ser testigos privilegiados de palabras y experiencias que no siempre habían sido verbalizadas.

Como escribió Eduardo Galeano, “quien escribe, teje” y “los textos son como nosotros: tejidos que andan”. La oportunidad de escribir sobre lo andado se convirtió no sólo en un ejercicio terapéutico, sanador y literario, sino en una ocasión perfecta para tejer en familia multitud de vivencias. Al igual que pasaba con Will, el respeto y el amor que se respiró en el proceso regaló la oportunidad de reconciliar e hilar presente y pasado para afrontar un futuro que, con ilimitada fe, volvería a contar con el acogedor abrigo de Dios.

La oportunidad de sentirnos enviados a compartir nuestra fe y celebrar a Dios

La materialización del tiempo vivido mediante la palabra compartida facilitó emociones redentoras e impulsos ilusionados para seguir caminando. Al igual que expresaba Ana Frank en su diario, el certamen de relatos no se limitó a ver la miseria vivida, sino a recordar la “belleza que aún queda”. Lo experimentado se convirtió en la llave para descubrir una Buena Nueva, la esperanza y la certeza de un nuevo punto de partida.

Una renovada etapa debía comenzar volviendo a sentir que somos parte de un todo, hermanos e hijos de un mismo padre. En palabras del Papa Francisco, “cada familia es una piedra viva en la construcción de la sociedad” y, desde este principio, nos debemos seguir sintiendo preparados y arropados para afrontar nuevas oportunidades para la superación.

“Somos magníficos” nos diría el Sr. Méndez. “No enterréis vuestros talentos, vuestros dones que Dios os ha regalado. ¡No tengáis miedo de soñar grandes cosas!”, ha exclamado el Papa. Salgamos también nosotros al encuentro para transmitir el mensaje. Sintámonos enviados a seguir compartiendo nuestra experiencia de vida y fe. Tenemos la misión de invitar a los demás a que “pasen y vean” porque el espectáculo de Dios debe continuar.

escribir el mensaje

FELIZ NAVIDAD Y SOLIDARIO 2023

Las Catequistas Sopeña llegamos a esta Navidad fijándonos una vez más en la bella narración del Nacimiento de Jesús y en los valores que nos transmite.

Vemos el Nacimiento en el establo de Belén, hacia donde la Estrella, la luz, guio a todos, y vemos familia y su fortaleza; vemos dificultades y frente a estas, esperanza; vemos solidaridad entre los humildes, entre aquellos que menos tienen, pero más se ayudan.

Si nos fijamos un poco más, asistimos a las tiernas caricias de la madre hacia su hijo, el cuidado del Padre y su protección, y la grandiosidad de la naturaleza, representada en unos animales que dan calor y hacen más cómodo el hogar.

Esto nos recuerda nuestro deber, como cristianos, de esforzarnos en cuidar esa Naturaleza, don de Dios, la Casa Común que nos aloja a todos.

Esa diversidad ante el Niños Dios en el Portal de Belén nos habla también de la gran familia que formamos, como hijos de un mismo Padre y nuestra corresponsabilidad para con la familia.

No son tiempos fáciles ahora, y casi nunca lo son, pero esas dificultades, como las que tuvieron María y José en la búsqueda de un lugar seguro y cómodo para acoger la llegada de El Salvador, nos vienen también a recordar que en tiempo de Navidad hay que andar despierto ante las necesidades y las incomodidades de nuestro alrededor.

Y mirarlo todo desde los ojos de la humildad, porque ser humilde ante la generosidad de quien viene a salvarnos, es el verdadero sentido de la Navidad.

SER DOCENTES CRISTIANOS

Aquel que encuentra su vocación en la vida, la misión que Dios ha dejado en nuestro corazón, puede sentirse verdaderamente agradecido y afortunado.

Esos son los sentimientos de Lola y Lourdes, dos hermanas, Laicas Sopeña y docentes en los dos Centros Sopeña en Sevilla, quienes sienten esa alegría de quién está en el lugar correcto, en ese pequeño lugar en el mundo que Dios creó para cada uno de nosotros.

Ellas se sienten llamadas a ser fermento, junto a las Catequistas Sopeña y otros laicos, en una sociedad muy, muy necesitada de escuchar sobre la Buena Noticia.

Y en su caso, como docentes y de forma testimonial, para llevar esa Palabra de Dios y la construcción de su Reino, a las aulas, donde decenas de oídos y corazones jóvenes, quizás, aún no lo conocen.

Así nos lo cuentan en este artículo para la revista ICONO, que dejamos completo por aquí.

LA VOCACIÓN DEL LAICO

Los laicos, una vocación llamada a anunciar la alegría de la fe a toda la sociedad y en especial a los más necesitados.

Descubriendo nuestra vocación

Todos/as tenemos una misión en la vida, algo que hacer, algo que decir, algo que ser. Sabíamos que el Señor tenía un plan para nosotras, para la vida de cada persona, una vocación y nos inquietaba descubrirla. En nuestro proceso de búsqueda, participábamos en grupos de fe, voluntariados y, gracias a una colaboración, conocimos la obra Sopeña en Sevilla; al entrar en contacto con la comunidad de Catequistas Sopeña y sus centros, recibimos una acogida especial, llena de confianza, cariño, cercanía, donde el testimonio de vida se hacía realidad. Conocimos centros abiertos, llenos de vida, alegría, donde nos acompañaron en nuestro discernimiento y formación en valores de fraternidad, servicio y compromiso, “el amor debe ser práctico, con obras”. (D. R. Sopeña, MGM, p. 56).

Es en este clima de familia de los Centros Sopeña, donde nos enamoramos de la Obra de Dolores, nuestra fundadora, donde experimentamos un encuentro personal con Jesús, con su vida, su compromiso y testimonio como expresión del amor del Padre. Sabiendo siempre que Él «nos primerea”, nos encuentra y nos llama (Evangelii gaudium, 24). Allí nos hizo sentir su llamada, encontramos y descubrimos nuestra verdadera vocación, sentimos la llamada a ser laicos comprometidos, allí encontramos la oportunidad de trabajar por un mundo más justo y humano, desde nuestra labor cómo docentes cristianas. “La Misión fundamental del laico es actuar desde las propias instancias de la sociedad, siendo su compromiso fundamental, ser fermento y transformar esa realidad desde la Buena Noticia del Reino” (Evangelii gaudium, 31).

Instrumentos en Manos de Dios

La misión del laico

Fuimos sintiendo que nuestra misión está en comprometernos en el mundo y desde el mundo, desplegando nuestras capacidades en la vida familiar, social y profesional. Cómo Laicos Sopeña, somos corresponsables en llevar los valores cristianos al corazón de la sociedad. Poco a poco, descubrimos nuestras vidas como llamada, la vida de unos laicos y unas catequistas, convocadas a dar a conocer a Jesús a aquellos que no lo conocen, “Ganar almas a granel, buscar almas sin tregua ni descanso” (D.R. Sopeña Tesoro, 175).

Así hemos crecido en misión compartida, nacida del don gratuito de una vocación, de la experiencia que hemos tenido de sentirnos amados y enviados. Ambas vocaciones, catequistas y laicos, nos complementamos, compartiendo carisma, espiritualidad y misión, comprometidos juntos con la Iglesia en un proyecto evangelizador. Sentimos la Misión cómo propuesta común, tarea para todos/as, nos convoca, nos lleva a un modo de actuar en comunión, es reflejo de afectos, de confianza, sentido de pertenencia, de familia, es punto de encuentro, de camino conjunto que el Señor nos ha confiado.

En medio del mundo

Hoy, después de más de 30 años de pertenecer a esta familia, somos felices con nuestra vocación y damos gracias al Señor. Los Laicos Sopeña estamos llamados a responder con creatividad a las nuevas necesidades sociales, para dar respuesta a los desafíos del mundo actual. Trabajamos para favorecer la dignidad de la persona, la promoción y luchar por una mayor equidad e inclusión social, con un modo de hacer propio de nuestro carisma: saliendo al encuentro del otro, dando testimonio de amor cristiano, reconociendo a las personas cómo terreno sagrado, ganándoles el corazón.

Laicas Docentes

Podríamos compartir muchos momentos de encuentro con el Señor en tantos rostros que pasan por nuestras vidas, en el acompañamiento de esos procesos de crecimiento y de descubrir vocaciones que nuestra labor nos brinda. Encuentros transformadores que se manifiestan en las caras de felicidad del alumnado, después de una convivencia, de un encuentro juvenil, de una campaña, de un trabajo en clase, de una charla con ellos. Inquietudes que les movilizan, les hacen crecer, participar del miércoles de ceniza, de catequesis, ayudar en el banco de alimentos…. Emociones vividas cuándo se acercan y te dicen: no estoy bautizado, no he recibido mi Primera Comunión, puedes ayudarme. Tardes de gozo en la Sta. Iglesia Catedral cuando reciben el Sacramento de la Confirmación. Alegría al verlos graduarse y al encontrarlos un tiempo después cuando te dicen: ¡cuánto me acuerdo de los consejos que nos disteis! ¡cuánto me ha ayudado en la vida lo que recibí de vosotros! Huellas difíciles de borrar en sus vidas, porque han sido encuentros transformadores con el Señor.

La Iglesia hoy sigue teniendo la misma misión que el Señor nos encomendó: “Id por el mundo y proclamad el Evangelio” (Mc. 16). Esa misión es un llamamiento a todos los bautizados. «Hoy más que nunca se necesita un dinamismo misionero que lleve sal y luz al mundo» (Evangelii gaudium, 81).

Hoy más que nunca necesitamos laicos que brillen con el testimonio de su vida, fe, esperanza y caridad. “No os desaniméis, seguir sembrando y Dios hará el resto” (D.R. Sopeña Tesoro, 869).

LA MUERTE SE NOS OLVIDA

Cuando nos acercamos al otoño de nuestra vida y la muerte aparece en el horizonte, aunque la hayamos tenido presente, aunque creamos en Jesús y en la Resurrección, tendemos a olvidar ese momento inevitable.

En un artículo para la revista ICONO, Ángela Franco, Laica Sopeña en Bogotá (Colombia) nos recuerda que debemos estar preparados para el transcurrir del tiempo y, si no escondemos la Luz que nos alimenta, podemos recuperar su consuelo.

En su opinión, “pensar en la muerte no es más que traer a La Divinidad a nuestras vidas, traer el Silencio, el Amor y la Luz”.

De nuevo, en el inicio de este mes de noviembre, que comienza con los Santos y los Difuntos, evoca las palabras de nuestra fundadora, la Beata Dolores Sopeña, que en el momento de su agonía expresó: “Qué hermoso es irse al Cielo sonriendo”, satisfecha por el deber cumplido.

Por aquí os dejamos el artículo completo.

LA SABIDURÍA DE LA HOJA QUE CAE

Ha pasado el tiempo, llega el otoño y un viento leve provoca que desciendas de las ramas. Tú no protestas, lo dejas ser en ti y a ti en él… Caes… Es hora.

Los seres humanos nos debatimos entre lo humano y lo divino. No como Jesús, ni más faltaba, como los seres humanísimos que somos, que tienden a lo divino.

La inexorabilidad del paso del tiempo, aunque somos seres del tiempo, nos deja siempre pasmados. En general, casi nadie está preparado para su transcurrir, tenga su dimensión espiritual desarrollada o no. El nocaut (knock-out) de la realidad, a nosotros, grandes luchadores, nos toma por sorpresa y creemos perder no solo un round, sino la pelea completa de nuestras vidas. Sin embargo, ciertamente, conocemos la verdad.

La Verdad a voces

La voz de nuestro Padre es silente, la voz del Hijo es amorosa y la voz del Espíritu Santo es resplandeciente. El Silencio es socavado por el ruidal de este mundo, es aplastado con tanta intensidad que vivimos abrumados por el tránsito, ahogados por el excesivo contacto con la gente, reventados por el estrés del trabajo, derruidos por las multitareas que decidimos aceptar a diario, angustiados por conseguir el último iPhone. El Amor se confunde con los celos, con el dominio y el control sobre el otro; con nuestro deseo permanente de ser especiales dejando a los demás en segundo, tercero o en ningún plano; con los barrotes que enjaulan y no con las llaves que liberan. La Luz la escondemos bajo la cama y allí la mantenemos postergada, no hace parte de nuestras vidas, porque se nos olvida que la felicidad del otro es la mía; que la oscuridad se puede multiplicar, pero que una llamita la hará desaparecer en un instante; porque pasamos por alto el poder de Aquel que nos consuela, de Aquel que dispone nuestra mente para la Verdad.

la luz de la muerte

Las cachetadas de la realidad

Una de esas bofetadas que nos llega de fuera, de la implacable realidad, es la muerte. Creamos en Jesús y en la Resurrección o no, la olvidamos. Nos llega la enfermedad y nuestro vocabulario cambia: “ya no soy como antes”, “ya me tienen que hacer todo”, “ya no puedo caminar”, “tengo que tomar quince píldoras diferentes” (todo esto es obvio), “ya no me voy a pintar las canas” (¡qué bien!). Esto es esperable si nos quejamos algún tiempo, mientras aceptamos nuestra nueva condición, pero no tanto si nuestro pan de cada día es la desesperanza.

Cuando alguien de nuestros afectos muere, el diccionario se va robusteciendo: “¿por qué tuvo que sufrir tanto?” (¿cómo?), “¿por qué murió si no estaba enfermo y tan de repente?” (¿al fin qué?), “¿qué he hecho yo para merecer este castigo?” (¿es un castigo?), “no voy a ser el mismo de antes” (claro que no, serás diferente, más rico en experiencias y en el amor de Dios, porque Él habrá actuado en ti).

Acerquémonos a la muerte sin miedo… con amor

Pensar en la muerte no es más que traer a La Divinidad a nuestras vidas, traer el Silencio, el Amor y la Luz a mi día a día y al día a día de los demás. ¿Y cómo podemos hacerlo?

En el silencio de un acompañamiento está Dios; en el amor que le brindo a mi hermano por medio de una sonrisa, una palabra, una acción, está Jesús entre nosotros; en la Luz que llevo donde hay miedo, oscuridad y desasosiego está el Espíritu Santo. Conozcamos nuestra misión como católicos y llevémosla a cabo con rigor y ternura.

La Beata Dolores Sopeña lo afirmaba inigualablemente en el momento de su agonía: “Qué hermoso es irse al Cielo sonriendo” y lo decía porque la albergaba la alegría del deber cumplido.

Estar al lado del enfermo, del anciano y del que sufre es estar al lado de Dios, que está en ellos. Saber que ellos son prioridad cuando están en esas condiciones y edades nos ayuda a acercarnos en la distancia, por medio de la oración constante; o por medio de nuestros cuerpos, de nuestros pies que buscan, nuestras manos que tocan, nuestro corazón que ama, si esto nos es posible.

Dejarse caer en las manos Dios…

Añorar una buena muerte no es pedir no enfermar, no sufrir, no envejecer… Tampoco se trata de rogar por morir dormido, de un ataque cardiaco o de muertes similares. Añorar y pedir una buena muerte consiste en estar rodeados, sean cuales sean las circunstancias, de Jesús, María y José. Con eso, tenemos de sobra.

 

Oh José Bendito, tú que expiraste en el abrazo amoroso
de Jesús y María:

Cuando el sello de la muerte se cierne sobre mi vida,
ven en mi auxilio junto con Jesús y María.

Obtenme este solaz para que en esa hora pueda morir
con sus santos brazos a mi alrededor.

Jesús, María y José, les encomiendo mi ser, viviente y agonizante, en sus santos brazos.

Amén.

 

La muerte es un paso que nos conduce a los brazos de Dios; esa es la certeza, ese es el consuelo, esa es la Persona y esos son los Brazos en los que me refugiaré cuando llegue la hora.

EUCARISTÍA: ALIMENTO DE VIDA INTERIOR Y ENTREGA

La eucaristía es para nosotras, misioneras en medio del mundo, el centro de nuestra vida, el alimento de nuestra vida interior y nuestra entrega incondicional.

La eucarística es, además, una de las notas características de nuestra espiritualidad, junto a la Cristocéntrica, Mariana e Ignaciana.

La participación en la misa nutre cada día nuestra vida, sostiene nuestra acción y nuestra entrega incondicional a los demás, a los usuarios de nuestra principal obra apostólica, la Fundación Dolores Sopeña, y de nuestras misiones.

Las Catequistas Sopeña encontramos en la eucaristía y en los tiempos diarios de adoración la fuerza y silencio que nos permite llevar la palabra y el Reino de Dios en medio del mundo, en el ruidoso y a veces vertiginoso trasiego de la vida.

Estrictamente la espiritualidad cristiana es solamente una, sin embargo, en la Iglesia existen diversas escuelas y propuestas espirituales, en cuyo origen suelen estar personas que vivieron una determinada y completa experiencia de Dios que luego quisieron transmitir a sus seguidores.

La de Dolores Sopeña nos ha dejado un “modo concreto de vivir el ser cristiano”.

Se trata de un estilo de vida particular, configurado por el seguimiento de Jesús, tal y como lo hizo en su tiempo la Beata Dolores Sopeña (1848-1918). Para ella, la misa ocupa un lugar especialmente privilegiado, al que le otorga mucha importancia, y que es particularmente relevante en su espiritualidad.

De esta forma, la Eucaristía es un momento cumbre de la experiencia cristiana al expresar y concretar la unión con Cristo, entre los miembros que participan y con todos los hombres y mujeres (cf.LG 11).

A veces, cuando nos volcamos en el apostolado, cuando nuestro día a día está lleno de actividades, se corre el riesgo de descuidar el momento privilegiado de oración delante de Dios, que nos espera en el Sagrario.

Eucaristía Vélez

Pero Dolores Sopeña siempre entendió y así lo transmitió a sus hijas, las Catequistas Sopeña, que “La fortaleza que se recibe al pie del Sagrario no se parece a nada”. Y por ello, ahí pasaba largos ratos de sus activas jornadas.

Está claro que es su alimento, su fuerza y su motor, podríamos decir que el centro de su vida, más allá de su labor en favor de las personas más desfavorecidas socioeconómicamente, de las más alejadas de Cristo y de su Iglesia.

También el Papa Francisco ha incidido en multitud de ocasiones en la relación que tiene la Eucaristía con nuestra vida.

«Quien celebra la Eucaristía, no lo hace porque sea mejor que los demás, sino porque se reconoce necesitado de la misericordia de Dios».

“La Eucaristía no es un mero recuerdo de algunos dichos y hechos de Jesús. Es obra y don de Cristo que sale a nuestro encuentro y nos alimenta con su Palabra y su vida”

De igual manera, pero, con otras palabras, San Juan Pablo II nos dice que: “Todos los cristianos tenemos en la Eucaristía el alimento para nuestro camino. En ella el Señor nos comunica su propia vida y por ella Él nos pone en comunión con Dios y en comunión con todos nosotros”.

Las Catequistas Sopeña, a través de la Liturgia Eucarística, encontramos un destello de luz, la fortaleza que necesitamos en momentos de flaqueza y el consuelo en momentos de tristeza.  Es el estímulo y motor de nuestras vidas, que nos motiva a construir un mundo mejor, donde el amor fraterno se hace presente.

EN EL ECUADOR DEL SEXENIO

Alcanzado el ecuador del sexenio, desde el último Capítulo General del Instituto Catequista Dolores Sopeña, en el que Miryam Ávila fue reelegida como Superiora de la institución, retomamos una entrevista publicada en la revista Ecclesia.

En un número dedicado especialmente a los laicos, una de las fuerzas fundamentales del Carisma Sopeña, junto al de las propias Catequistas.

No en vano, Miryam Ávila hace hincapié en que la propia Dolores Sopeña, fundadora del Instituto siempre se hizo acompañar de seglares, especialmente mujeres creyentes que, desde su fe, se sumaron a la evangelización y el apostolado de la palabra y el amor de Dios.

Ahora, a mitad del sexenio de este segundo mandato, las Catequistas Sopeña, trabajando en más de ocho países del mundo, siguen con la evangelización en los lugares más remotos, no solo físicamente, si no en lo social y en lo espiritual.

En las periferias a las que tanto se refiere también el Papa Francisco.

Es un desafío que se adoptó bajo el velo de la Misión Compartida, algo que no es una novedad para las Catequistas Sopeña.

Su principal obra apostólica, la Fundación Dolores Sopeña, es donde se revela verdaderamente el trabajo de los que formamos la Familia Sopeña al completo.

Ese trabajo se centra en cada persona, en cada hombre y mujer, principalmente de familias trabajadoras, que por diversas circunstancias no han tenido la oportunidad de formarse, en su más amplio sentido, y de conocer a Dios.

Entonces, en la época de la fundadora, y ahora, esos hombres y mujeres son miembros de familias con dificultades, que han tenido menos oportunidades y que, de alguna manera, se han sentido o se sienten excluidos de una sociedad que no se lo pone fácil.

Mitad de sexenio

Esa es la misión que sigue viva en tantos espacios de acción Sopeña en el mundo.

En la citada entrevista, Miryam Ávila se refiere también al “ser” de las Catequistas. “Somos, antes que nada, mujeres que nos hemos sentido miradas y amadas por Dios y que hemos respondido a la llamada de seguir a Jesús, de darlo a conocer, de hacerlo visible y palpable en un mundo en el que Dios parece el gran ausente”, reconoce con esperanza.

“Para quien no nos conozca, vivimos nuestra consagración total a Dios en medio del mundo, entre la gente más vulnerable, en traje seglar y sin ningún signo religioso externo”, explica Miryam a las potenciales Catequistas que, como reconoce reflexiva, “caen gota a gota”.

Ahora, Miryam Ávila con su Consejo General harán revisión de los objetivos fijados al inicio del sexenio bajo el lema “Renacer a una vida nueva en espíritu de esperanza” (cf. 2 Cor 5,17).

Por un lado, la necesidad de seguir en la acogida y dignificación de las personas más vulnerables y en situaciones o riesgo de exclusión; y por otro, la de dar a conocer a Dios y formar en la fe.

“Esta última línea, trascendental, se convierta en fuego en nuestro corazón, como fue el gran deseo de Dolores”, expresa Miryam Ávila.

 

EMOCIÓN DE SENTIRSE ACOMPAÑADOS POR DIOS

De igual forma que simplificamos nuestro estado de ánimo o la reacción a un mensaje con los nuevos emoticonos -esas caritas de las redes sociales, que creemos que expresan mejor que nosotros cada emoción- reducimos el significado de algo tan grande y complejo como la alegría.

Mane Arenas, Catequista Sopeña en la Comunidad de Bogotá, nos comparte en un artículo para la revista ICONO, que lo que significa la alegría, en referencia a lo que sentimos ante acontecimientos, personas o lugares concretos, se queda inmensamente corto ante la alegría de quien se siente amado y acompañado siempre por Dios.

Y nos invita a todos los creyentes a poner de manifiesto esa alegría, ahora sí, permanente, de quien experimenta desde el corazón la presencia de Dios en nuestra vida, a pesar de las dificultades.

Por aquí os dejamos el artículo completo.

 UNA ALEGRÍA INAGOTABLE

Hoy en día hemos simplificado la comunicación de las emociones, sobre todo aquellas que tienen que ver con expresiones de alegría o satisfacción, encontrándonos con una variedad de emoticones cada vez más originales y simpáticos.

En mensajes cortos, con pocas palabras y más representaciones, compartimos aquello que podemos estar sintiendo en el momento. Las imágenes se han convertido en traductoras de un mundo complejo como es el de las emociones, sin llegar a descubrir si comunicamos verdaderamente lo que nos mueve por dentro.

La palabra alegría fácilmente nos puede llevar a simplificar el término, reduciéndolo a acontecimientos, personas o lugares concretos; seguramente contenga todo eso, pero nos quedamos cortos, porque implica mucho más, sobre todo, si nos referimos a la alegría que proviene de Dios, aquella que brota casi espontáneamente en el corazón de quien se siente amado, sostenido y acompañado durante su vida.

Emoción Alegría1

 

Los creyentes de hoy, tenemos como tarea manifestar con nuestra vida, la alegría que nos provoca la presencia de Dios en ella… un Dios que se ha acercado a nuestra historia, haciéndose uno como nosotros, para experimentar también la alegría, más que como una emoción, como un estado permanente y contagioso, en el que vivía.

Y a eso estamos llamados quienes creemos en la Buena Noticia, no como un mensaje recibido, sino como un estilo de vida que toca y trastoca, todos sus ámbitos.

Sobrellevar las dificultades

Esto no quiere decir ausente de momentos difíciles porque, suelen creer algunos, que el creyente, solo por el hecho de profesar una fe, no debería tener problemas… eso no es así, las dificultades aparecen, los conflictos muchas veces abruman y la debilidad se manifiesta continuamente. Lo que nos diferencia y le da un plus, por decirlo de alguna manera, es la forma de sobrellevar esas circunstancias, por la fe y la confianza que colocamos en aquel que nos ha salvado, aquella que nos permite caminar agradecidos en un mundo no siempre alegre.

Bien lo dijo el Papa Francisco en la Exhortación Apostólica Evangelli Gaudium: “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”.

Por lo tanto, ¿de dónde brota entonces esa alegría?… pues del encuentro con aquel que da sentido a la existencia, un encuentro cargado de realidad, en donde Jesús se acerca, conoce, toca y transforma la vida de aquel que esté dispuesto a dejarse modelar por él.

Así lo pueden confirmar quienes han vivido la experiencia de Ejercicios Espirituales, pues en el camino que recorren descubren el paso de Dios en sus vidas, en los detalles y la delicadeza con que este se manifiesta. Es la oportunidad de llenarse, no solo de paz, sino sobre todo de una alegría desbordante, que te lleva a contagiar a otros a vivir esta experiencia.

Dios en lo cotidiano

Del mismo modo, si estamos atentos en lo cotidiano, seguramente descubrimos las miles de formas que tiene Dios para comunicarse; transformándose en las mejores palabras, un paisaje con sonidos naturales, la risa de un bebe por la mañana, el saludo del anciano que pasea por el parque, la caricia de la madre, el crujir de las hojas secas que pisas en otoño… todo esto no es más que expresiones sencillas, donde en la vida de cada ser humano, se va encarnando la alegría de Dios.

Alegría emoción2

Otro espacio fundamental para experimentar alegría, son las acciones donde nos entregamos por entero a una misión, donde dedicamos nuestro tiempo y esfuerzo para que otros puedan tener una mejor calidad de vida, donde la retribución muchas veces no es monetaria, sino que se traduce en un ¡GRACIAS! muy sentido.

Quienes acuden a los centros de formación; tanto colaboradores como alumnos, comparten con sencillez el ambiente cálido y acogedor que alegra el corazón de quien se siente amado y respetado en dicho lugar.

Y cómo será de importante la alegría para las Catequistas Sopeña que justamente lo vivimos como un valor dentro de la vida comunitaria, pues ya lo decía nuestra Fundadora Dolores Sopeña “Me gustan mucho los espíritus alegres” …

Quienes son enviados por Dios a una misión, agradecidos por la elección, ponen al servicio de los demás, los dones y talentos recibidos para que el Señor los multiplique diariamente y llegue de esta manera, a más personas que necesitan colorear sus vidas con esta alegría inagotable que proviene de vivir el Evangelio en plenitud.

Ahora que está tan de moda la palabra contagio, contagiemos de esa alegría evangélica, que nunca se agota y que siempre se renueva; pintemos con más colores el lienzo que cada mañana se coloca a nuestra disposición al comenzar una nueva jornada, alegrando un poco más el pedacito de mundo que a cada uno se nos encomienda.

 

DEISSY INICIA EL POSTULANTADO EN LA COMUNIDAD DE BOGOTÁ

El pasado domingo 28 de agosto la joven aspirante Deissy Salcedo recibió la Plegaria a las Postulantes que nuestra Comunidad de Bogotá le cantó, como inicio del proceso de Postulantado en nuestro Instituto.

La Plegaria a las Postulantes es una invocación a la Virgen María para que acoja a esta nueva hija bajo su manto y, en ella, las Catequistas Sopeña expresan sus deseos de incorporar a esta nueva integrante a la Comunidad.

Deissy comunidad Bogotá

“El Postulantado es la preparación inicial a la Vida Consagrada. Durante el, la postulante va conociendo la vida espiritual y apostólica del Instituto a través de sus Constituciones, al mismo tiempo que este puede adquirir un conocimiento más completo de su intención, de su idoneidad para la vida religiosa y de sus aptitudes para nuestra especial vocación” (líneas de formación Sopeña).

Las Catequistas Sopeña agradecemos a Dios este nuevo paso que Deissy comienza a dar y le encomendamos todo su caminar.

Hoy en día, el reto de servir a la fe implica una formación profunda y experiencial.

Una formación progresiva de servicio a nuestros semejantes y de disponibilidad completa para la Misión desde nuestro Carisma, el Carisma Sopeña.

Se trata de un itinerario formativo paulatino y progresivo, acompañando nuestra relación con Dios, la convivencia en la Comunidad y la entrega al servicio de nuestra Misión.

Superada la primera etapa, la del Aspirantado, la etapa del Postulantado que inicia Deissy ahora en Bogotá se prolongará durante un periodo de seis meses en los que recibirá el apoyo necesario para continuar con su discernimiento vocacional.

En las cinco etapas de la formación que recibimos las Catequistas Sopeña, a continuación, vendría la etapa del Noviciado –una de las etapas clave-, la etapa del Juniorado y la Tercera Probación –se toma la decisión final de la consagración religiosa-.

Comunidad de Bogotá