UNA COMUNIDAD DE PIEDRAS VIVAS EN CUBA

Relato aparecido en la publicación «Iglesia en Marcha» de Santiago de Cuba, en la que su autora, Rosario de la Caridad Vázquez Fernández, cuenta cómo se creó y se ha desarrollado por parte de Catequistas Sopeña una comunidad de piedras vivas, que dan a conocer a Jesús con sus testimonios vitales.

La Historia de una Comunidad de piedras vivas

La comunidad de la Anunciación de María fue fundada en el año 2012 y, aunque aún no cuenta con un templo propio, acumula una historia de casi 25 años en compañía de Dios.

“En el año 1995, era catequista en la comunidad San Pedro Apóstol y ante la pérdida de mi madre, una de las religiosas que nos acompañaban me propuso crear una comunidad en esta zona del distrito José Martí, en Micro 9, pues no había ninguna presencia de la Iglesia Católica”, comenta Olivia Cobo Díaz.

Ante esta propuesta, las hermanas Catequistas Sopeña visitaron la casa de Olivia y el 25 de diciembre de 1995 celebraron la primera misa en compañía de las pocas personas que conocieron la Buena Nueva. Nacía así la comunidad Nuestra Señora de Belén.

A medida que pasaban los meses iba consolidándose y creciendo, al punto que unos pocos años después, se hizo necesario crear otra Casa-Misión llamada San Francisco Javier, en la casa de la familia de Reynaldo Sang, Martha y Marthica, formada por sesenta adolescentes, juveniles y jóvenes.

Eran entonces, dos apartamentos donde se reunían cada vez más personas a compartir la fe. Los recuerdos que guardan con celo quienes vivieron aquella etapa son muchos pues fueron acompañados por muchísimos sacerdotes, obispos y religiosas. En la primera vez que se hablaba de Dios en esa zona tan habitada y en la que abundaba la religiosidad popular.

Desde sus inicios fue una comunidad misionera, no solo en el área donde estaban ubicados los apartamentos, sino que, en compañía de las Catequistas Sopeña armaban el camión misionero  y cada semana los más jóvenes y algunos mayores, iban a las comunidades del municipio Guamá, ubicado al oeste de la provincia: allí también fundaron comunidades, iniciaron sacramentalmente a muchas personas y hasta el día de hoy regresan a compartir la Palabra de Dios, no las mismas personas, pero si con la misma intención.

Misión Cubanos

“Todo está en el corazón, pero no está escrito con palabras sino con sentimientos”, así recuerda la hermana Eloísa Barcia, Catequista Sopeña y fundadora de Nuestra Señora de Belén. También cuenta: “lo primero que hicimos fue ir a ver a la Madre al Santuario Nacional de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre y, a los pies de la Virgen, iniciamos todo”.

En el año 2012, luego de la visita pastoral de Benedicto XVI a Cuba, se materializó la unificación de las dos comunidades existentes y de la fusión de Nuestra Señora de Belén y San Francisco Javier nació La Anunciación de María como comunidad perteneciente a la Parroquia Cristo Rey del Universo.

Sin embargo, la lejanía del nuevo apartamento imposibilitaba la participación de muchas personas hasta que, en 2017, se aprobara la construcción del templo en un lugar donde confluyen Micro 9 y Micro 10, la Risueña, la Risueñita y otros barrios colindantes.

El 23 de marzo de 2019 se celebró la primera eucaristía en el terreno y los participantes colocaron la primera piedra como ofrecimiento de piedras vivas que quieren construir y compartir el Reino de Dios con quienes no lo conocen.

“Desde entonces, la comunidad ha crecido considerablemente, casi a diario vienen personas para que sus hijos asistan a la catequesis cada sábado, se inició un grupo de catecumenado y la formación para los miembros de la comunidad también ha sido mayor”, explica la hermana Verónica Améstica Canales, Catequista Sopeña, quien acompaña esta comunidad hace varios años.

La nueva ubicación del templo en construcción permite mayor vida comunitaria: cada sábado reciben niños en la catequesis, celebran la Eucaristía dos veces por semana, adoran a Jesús Sacramentado cada jueves, los jóvenes se reúnen cada viernes, en los tiempos litúrgicos de Adviento y Cuaresma realizan retiros comunitarios y no pierden el estilo misionero que les caracteriza.

Comunidad de piedras vivas

En la antigua comunidad Nuestra Señora de Belén nació la vocación de la hermana Dolores Quesada, quien pudo renovar sus votos recientemente, acompañada de quienes la vieron crecer y rezaron por ella.

Rezamos por los miembros de la Anunciación de María, piedras vivas que comunican a Jesús con sus vidas, allí donde Él ha querido habitar por tantos años, recordándonos cómo vino a salvarnos, en lo pequeño y desde lo pequeño.

Aquí puedes ver la publicación completa

Revista Iglesia en Marcha Santiago de Cuba

LAS CATEQUISTAS SOPEÑA NOS CUENTAN

Las Catequistas Sopeña han recopilado en una publicación titulada Las Catequistas Sopeña nos cuentan los rasgos de su Carisma y los elementos esenciales de su estilo de consagración a Dios.

Una a una, varias hermanas expresan cómo recibieron la inspiración con la que Dios las llamó, cómo viven la oración, su respuesta apostólica en la actualidad o su experiencia de vivir en Comunidad.

La personalidad de la fundadora del Instituto Catequista, la Beata Dolores Sopeña, es el motivo de muchos de los acercamientos de estas mujeres a la institución, constituida en 1901.

Te animamos a leerlo para que conozcas sus inspiraciones y sus peculiaridades, pero te dejamos por aquí una pequeña introducción.

María Esther expresa la comodidad que siempre sintió frente a Jesús Sacramentado. En su opinión, la clave de la vida misionera es la oración.

Noemí Gutiérrez muestra su agradecimiento a Dios por concederle el hecho de nacer en una familia cristiana, donde se originó su vocación. Desde siempre ha sentido que su vida es para Dios y con Dios y que siente su amor y su presencia constante.

La vida en comunidad es para Verónica Oleas elemento esencial de la Vida Consagrada, es la vida en familia. En medio de la diversidad de nacionalidades, edades, capacidades, personalidades, “todas nos hermanamos en torno a la Santísima Trinidad y a nuestra madre, la Beata Dolores Sopeña”, explica.

Mane Arenas aborda la experiencia transformadora que suponen los Ejercicios Espirituales. Considera un regalo el haber podido acompañar a los Laicos, personas con las que comparten la Misión Apostólica, en esos espacios de encuentro ignacianos. “Nos convertimos en canales por los que Dios se comunica con su criatura”.

Cristina Buenvarón cuenta cómo desde los Centros, ejes de la obra apostólica que es la Fundación Dolores Sopeña, se materializa el principal compromiso evangelizador a través de mejorar el destino de hombres y mujeres adultos que han tenido menos oportunidades. Para ella, esta Misión es el mayor regalo, el camino pleno y feliz que da sentido a su vida.

En parecidos términos se expresa María Jesús González, para quien un Centro de Formación y Capacitación Sopeña es un proyecto de Dios, un proyecto de acercamiento a personas humildes, de pocos medios, para crecer.

Siente que el Centro es un árbol y “los frutos son palpables en cada corazón y cada vida de las personas que pasan por él”.

Jacqueline Rivas reconoce que conoció a las Catequistas Sopeña en una convivencia y ese momento le cambió la vida. Se sintió cautivada por su forma de ser y de hacer. “Eran mujeres alegres, cercanas, sencillas, acogedoras”. Del Carisma Sopeña le encanta “la manera de dar a conocer a Dios, más con la vida y las obras, que con las palabras”.

Por último, Eloísa Barcia, en Las Catequistas nos cuentan, nos invita a detenernos en la palabra Getsemaní, una palabra muy importante para las Catequistas. Su madre, Dolores Sopeña, “se asoma a la noche de Getsemaní con vértigo y asumiendo personalmente los dolores del mundo… Sus pecados, traiciones, miedos, angustias… Jesús en Getsemaní ama y lo hace sin medida”. Ella lo hará también.