La acogida es para nosotras el primer gesto en nuestra labor apostólica y este valor se adecua a las características de los alumnos y usuarios de nuestras escuelas, centros de educación de personas adultas o acciones pastorales.
Aunque la voluntad es la misma, el gesto de acogida no es igual cuando es dirigido a un niño, a un adolescente o a un adulto.
En el Centro Sopeña Badajoz, con varias etapas formativas: Infantil, Primaria, Secundaria y Formación Profesional, la acogida se inicia con una cuidada atención al niño o la niña y a su familia.
Así lo transmite Servando Hermosa Cordón, laico Sopeña y director Académico de Educación Infantil y Primaria en la ciudad extremeña, en un artículo para la revista Icono de los Padres Redentoristas y que os compartimos por aquí.
LA ACOGIDA DESDE LA MIRADA DE UN NIÑO
Cualquiera de los proyectos de acción social que conocemos comienza por un sencillo gesto de acogida, una cuidada atención y un dedicado acompañamiento en caminos que a veces resultan complicados.
Qué fácil es hacer sentir a la persona que tenemos enfrente con un gesto cómplice, una mirada, una inclinación de cabeza o la mano al corazón, que nos ponemos en su lugar, que está siendo escuchada, que entendemos sus miedos e inquietudes o que nos resistimos a no dar ese ansiado abrazo, fraterno y lleno de esperanza.
Son tiempos difíciles, en los que nuestras fuerzas empiezan a flaquear, nuestros pensamientos negativos nos invaden por titulares relacionados con la COVID en periódicos y telediarios, sobre la actualidad en nuestro país, debido a una pandemia que ha venido a tambalear nuestros pilares más fuertes.
Pilares y valores como la fe, la confianza, la solidaridad o entrega, son relegados a un segundo plano en esos titulares. Pero la realidad, es que han cobrado un lugar privilegiado en muchas familias, hogares, organizaciones y entidades, cuyo fin es desarrollar una acción social, que parte de la persona y la sitúa en el centro, o en lo más alto, de una escala de valores que cobran sentido desde el sentir como sociedad.
Sentir la acogida en un niño.
Percibir la acogida en la mirada de un niño y, por ende, en la de su familia, es tener la certeza de que, tras una visita de puertas abiertas al futuro centro educativo, han descubierto a una persona con vocación, empatía y que sabe lo que esa familia necesita, transmitiendo tranquilidad, calmando nervios, insuflando calma.
En esas miradas también percibimos la confianza en que su hijo va a estar seguro, cuidado y atendido desde el carisma propio de un centro educativo, cuya misión es dar lo mejor como equipo y saliendo a ese encuentro, adelantándose a sus necesidades.
Durante este tiempo estamos aprendiendo a intuir mensajes a través de los ojos, deseamos tener esa pureza e inocencia de un niño ante todo lo que sucede a nuestro alrededor. ¿Por qué perdemos eso con el paso del tiempo? Qué bonito sería conservar esa mirada confiada y alegre.
Acompañando al adolescente
La acogida, con el paso de los años, va cambiando en la adolescencia, donde la actitud torna en rebeldía, inconformismo, cuestionando aspectos morales o la intolerancia, pasando por el amor, la compasión o la fe, para llegar a definir esa personalidad única que huye de estereotipos o influencers, que inundan las redes sociales y medios de comunicación.
Es en este momento cuando se pueden presentar plataformas de voluntariado, asociaciones de entrega altruista y entidades que promocionan a personas sin recursos.
Porque los jóvenes que quieren encontrar su lugar en el mundo van dejando así sus egos, para construir esa persona madura, con la actitud propia de una sociedad que es sensible a las injusticias, a las realidades que pasan delante de sus ojos, y con miras a un futuro de esperanza, justo y en igualdad de oportunidades.
Jóvenes con visión de futuro.
Desarrollar esos valores en un futuro laboral supone haberse impregnado de un espíritu solidario dirigido a la promoción de la persona, en la que el objetivo sea dignificar a los que le rodean con palabras y acciones.
Saber acoger es mirar más allá de esa acción social, de participar en una campaña solidaria, mandando un bizum. Es acompañar ese gesto con el calor humano de la escucha, del tiempo, de cara a un mañana esperanzador, lleno de sensibilidad y prioridades en su escala de valores.
Una oportunidad para la acogida.
El Papa Francisco ha declarado 2021 como el año de San José: «Un padre en la ternura, en la obediencia y la acogida», destacando a través de la Carta Apostólica ‘Patris corde’, el valor de su figura.
Ahora, ser como san José, “un padre en la acogida”, es todo un reto, pues supone no poner condiciones previas, confiando en el mensaje de Dios, e identificar la debilidad y necesidad del prójimo.
“La acogida es un modo por el que se manifiesta en nuestra vida el don de la fortaleza que nos viene del Espíritu Santo”. Esa fuerza invisible a los que tienen todas las comodidades de la sociedad actual para abandonarse a esa confianza ciega y planes desconocidos que nos depara el mañana.
El lema de la sociedad es el carpe diem más ansiado, porque no sabemos qué nos guarda el destino. Pero ese carpe diem no sería lo mismo sin la oración interior de acción de gracias, por todos los dones dados a cada uno de nosotros.