UN DON QUE SE RECIBE Y SE COMPARTE

Vivir la fe como como un don que se recibe y se comparte con amor al prójimo fue la herencia que recibió Nuria Barrasa, Laica Sopeña, de su familia.

Esas experiencias vividas hicieron que su fe fuera creciendo día a día y revelaron su vocación, que lleva a cabo hoy, como profesora, en el Centro Sopeña de Sevilla.

Ella cree que el regalo de la fe es un don, un bien para compartir y transmitir. Además, en un artículo para la revista ICONO, Nuria Barrasa nos cuenta la importancia del aprendizaje como agente evangelizador en la tarea educativa. Esa formación que ella tiene la suerte de recibir la vuelve a reencontrar con Dios a través de las personas que la rodean.

Puedes leer completo aquí este interesante artículo:

LA FE ES UN REGALO QUE HAY QUE CUIDAR

Tuve la suerte de nacer en una familia que me enseñó desde muy pequeña que Dios se hace presente en todos los momentos de nuestras vidas y que me dio la herencia más importante que se le puede dar a una niña, unos valores que me fundamentan y me sostienen y que intento transmitir a los que me rodean.

A día de hoy, tengo la certeza de que, si optas por seguir a Dios y vivir desde su propuesta, la vida tiene sentido con mayúsculas.

De una fe de niña a una fe de joven

Afirmaba Benedicto XVI que la fe crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo. Esto lo pude descubrir gracias a las Hijas de la Caridad en mi infancia y adolescencia. Todas las experiencias de servicio que compartí con ellas (acciones con colectivos desfavorecidos, colaboraciones en comedores sociales, acompañamiento a niños sin hogar, colonias de verano con niños sin recursos…) me llevaron a encontrar a Dios en el otro y a recibir muchísimo más de lo que yo podía dar. Estas experiencias, junto con los momentos de oración, convivencias, escuelas de formación de catequistas y la participación en la Jornada Mundial de la Juventud en Roma, hicieron que mi fe de niña fuera convirtiéndose en una fe de joven, decidida a encontrar la vocación a la que fui llamada.

Llamada a evangelizar

Mi proyecto de vida apostólica que se hace realidad hoy en la familia Sopeña, donde puedo acompañar cada año a personas que vienen buscando una titulación profesional, y que, gracias a la labor de toda una Comunidad educativa, encuentran su vocación. Una Comunidad en camino que, a través de su labor pastoral, llega a jóvenes y adultos que nunca han tenido la oportunidad de conocer a Dios.

Para llevar a cabo esta misión, no puedo dejar de mencionar la importancia de estar en continuo aprendizaje, desaprendiendo para aprender, siendo consciente de la relevancia de la formación del agente evangelizador en la tarea educativa. Cada curso nos enfrentamos a nuevos retos a los que dar respuesta y debemos prepararnos para el precioso desafío de acompañar personas desde su realidad.

el don de compartir la fe

Formación que impulsa a la acción

Quiero compartir desde estas líneas, lo afortunada que fui el curso pasado de poder recibir una formación de Escuelas Católicas en la Universidad de Loyola.  En ella he vuelto a reafirmar mi fe y a sentir que estoy donde Dios quiere que esté.

Tratamos muchos temas fundamentales para un liderazgo educativo que me han interpelado y me han llenado de proyectos e ilusiones. Al igual que me pasaba cuando era adolescente, los ponentes y los compañeros han vuelto a ser para mí un encuentro con Dios a través del otro.  Tengo la certeza de que Dios me habla a través de las personas que me rodean.

Laicos y religiosos de diversos carismas hemos compartido vida en esta formación y hemos creado redes de colaboración fraterna entre nosotros.

Creo cada vez con más firmeza que la Escuela Católica debe estar unida y debemos tejer redes con parroquias, asociaciones religiosas, hermandades… que nos lleven a transmitir el evangelio con nuevas metodologías que se adapten a nuestro mundo actual. Debemos ser capaces de crear espacios de encuentro para niños, jóvenes y adultos donde puedan tener experiencia de Dios.

Debemos ser contadores de historias que lleguen al corazón de cada uno de ellos igual que lo hicieron nuestros predecesores con nosotros.

Como dice el Papa Francisco una comunidad cristiana debe acoger a las personas tal como son, como Dios las ve, con la mirada del amor”. Porque “Dios ve nuestros límites, es verdad, y nos ayuda a sobrellevarlos; pero Dios mira sobre todo al corazón, y ve a cada persona en su plenitud”.

La fe en comunidad

Y para ello es fundamental tener momentos de oración, de encuentro personal, de silencio, porque solos no podemos. Nosotros no somos la misión, sino que llevamos a cabo la misión de Dios y para ello debemos ponerle a Él en el centro.

Es importante tener una comunidad de fe que te impulse y que camine contigo. Como los primeros cristianos que vivían con alegría y sencillez de corazón.

El evangelio siempre debe ser la fuente y la Eucaristía compartida nuestro lugar de encuentro con Dios y con nuestros hermanos.

FE ANTE LA ADVERSIDAD

Este inicio de año y en estos momentos de pandemia, Dolores Sopeña nos ha querido dejar un mensaje lleno de esperanza: “Mi tiempo tampoco fue fácil, pero me moví por el tesoro que Dios me había regalado: una gran fe”.

También hubo aliento y amor en sus últimos momentos, antes de su Ida al Cielo, hace ahora 103 años, para decirnos que “…Desde el cielo os bendeciré siempre y desde allí os ayudaré más…”.

Y así es como debemos sentir siempre su cercanía, con fe, más ahora en los que atravesamos dificultades y adversidades y en los que ella también nos reta a estar más cerca de Dios y de nuestros hermanos.

Con motivo de la conmemoración de su muerte, el 10 de enero de 1918, nos deja esta reveladora carta que reproducimos a continuación:

Soy Dolores.

Os bendigo y os ayudo desde el cielo, como prometí. Hoy quiero recordar con vosotros una de mis convicciones más profundas.

Estáis en una situación difícil. Tampoco mi tiempo fue fácil. Yo me moví a partir del “tesoro que Dios me había regalado”: Una gran fe. Desde ahí comprendí que Dios es AMOR y confié ciegamente en Él. Desde ahí descubrí las claves secretas del corazón humano.  Si. Todo se juega en el fondo de cada corazón.

¿Te has fijado en los ojos de las personas que encuentras? TODAS tienen un brillo especial, es su dignidad, es la huella y el reflejo de Dios mismo. No importa lo demás, ni su apariencia exterior, ni su raza, ni siquiera si es creyente o no. Dios me susurraba en mi interior: “esa persona es hija mía, salió de mis manos, como tú. La amo, la amo mucho, aunque, quizá ella lo ignore. Si alguien supiera decírselo, la haría muy feliz”.

Estas ideas se posesionaron de mí y me dediqué con todas mis fuerzas a dar a conocer a ese Dios: Un Dios bueno, un PADRE, Padre de TODOS. ¡Qué verdad escondida!

 “Hacer de todos los hombres una familia en Cristo Jesús”, es la frase que ha llegado hasta vosotros, con toda la ilusión y la dificultad que encierra.

Estáis en un tiempo excepcionalmente crucial para TODOS y todos somos parte de la solución. Es una gran oportunidad para sentirnos hermanos.

Mirar al otro, sea el que sea, con ojos profundos, los que descubren el reflejo de Dios en cada uno y en nosotros mismos.

De ahí el despertar de la solidaridad y de tantos heroísmos y servicios cumplidos con eficacia y humanidad. De ahí que nuestros propios gestos de amor generoso nos reconforten tanto, porque coinciden con lo mejor de nosotros mismos…

 Una vez más, la solución es el amor mutuo, “la globalización de la fraternidad”, frase que usáis algunas veces y se parece a lo que yo sentí hace más de un siglo.

No lo olvidéis jamás. Los seres humanos somos TODOS HERMANOS. Dejaos llevar por esta verdad. El Padre de todos os ayudará.

Os envío nuevamente mi bendición desde el cielo

Dolores”

#DíadeDoloresSopeña #10Enero #MásCercadeDolores

 

CUARESMA PARA NIÑOS Y GRANDES

La Cuaresma y otros tiempos litúrgicos, en ocasiones, no son bien aprovechados por todos, por lo que es importante recordar, incluso a los miembros más jóvenes de las familias, la importancia de un momento que nos brinda la oportunidad de dar lo mejor que tenemos.

Nuestro quehacer como Catequistas Sopeña pone el acento precisamente en la palabra Catequesis, que es el “tradicional depósito de la fe a los nuevos miembros que se inician en la Iglesia Católica y su continua instrucción”.

Se trata de una actividad que está en el origen mismo del Cristianismo.

La Cuaresma es una excelente ocasión para contarles a nuestros hijos lo que significa este periodo de conversión, de tratar de quitar de nuestras actitudes, de nuestras vidas y relaciones con los demás, todo aquello que ofende a Dios: egoísmo, mal humor, pereza, desgana…

También es un tiempo privilegiado para aprender y ensayar el perdón, que es la forma más generosa y luminosa de amar a los demás.

Y, por último, un tiempo, dedicado a la preparación de la fiesta de la Pascua, en el que fortaleceremos nuestra relación con Dios, siendo conscientes de nuestros actos, especialmente de aquellos que le ofenden, y modificándolos por otros que nos acerquen a quien nos perdona siempre porque nos ama.

Un vídeo vitalista nos explica este tiempo litúrgico, de escucha, de purificación e iluminación intima, que vale tanto para niños como para mayores.

https://www.facebook.com/catolikidsoficial/videos/2396681670622118/