CLAUSURA DE UN FECUNDO AÑO CENTENARIO EN LOYOLA

Bajo la atenta mirada de la imagen de nuestra fundadora, acompañada de la frase extraída de su Tesoro: “…entonemos un himno de acción de gracias que dure tanto cuanto duren nuestras vidas” (T.45), y con las maravillosas voces del Coro de Azpeitia, tuvo lugar la misa de clausura del Año Centenario.

La capilla de la Casa del Instituto Catequista en Loyola (Guipúzcoa) acogió la eucaristía de cierre de la conmemoración de los cien años de la Ida al Cielo de la Beata Dolores Sopeña, presidida por el obispo de San Sebastián, Monseñor José Ignacio Munilla, y concelebrada por otros cinco sacerdotes.

La noche anterior, Catequistas Sopeña llegadas de todo el mundo celebraron una Vigilia junto al sepulcro donde reposan hoy los restos de N. Madre, trasladados desde el cementerio de Nuestra Señora de La Almudena de Madrid en 1923.

En su homilía, Monseñor Munilla dio las gracias en este Año Centenario a las Catequistas por su testimonio de fidelidad y cariño a la Beata Dolores Sopeña. En su opinión, todos deberíamos, tanto en la vida de la Iglesia como en nuestras familias, tomar en cuenta esa prueba de amor.

Clausura en Loyola del Año Centenario

“Todos –explicó-, si somos algo, lo somos por aquellos que nos precedieron y de cuyas fuentes bebimos”.

También tuvo palabras para la propia Dolores, “una gran mujer” que, a su juicio, “fue atrevida, con ese atrevimiento que demuestra solo aquel que tiene depositada su total confianza en Dios”.

Se refirió a los Santos no como superhéroes, si no como “amigos fuertes de Dios, que compaginan dos características que los definen: fortaleza y humildad”; así es como se recoge en el evangelio de san Marcos que se leyó.

Ellos como Dolores Sopeña dieron fruto mostrando el amor de Dios. Descubrieron ese amor y quisieron extenderlo y compartirlo con aquellos con los que se encontraron o a los que salieron al encuentro.

Más de 200 asistentes compartieron allá en la Casa de Loyola este broche de un Año Centenario que ha servido para dar gracias a Dios por el tiempo transcurrido y el trabajo compartido y, sobre todo, por el impulso renovado de proseguir con el compromiso cristiano de Dolores Sopeña en el servicio a los demás.

CATEQUISTAS SOPEÑA EN LA ASAMBLEA DE CONFER

Una representación de Catequistas Sopeña no ha querido dejar pasar la ocasión de participar en la asamblea anual de CONFER, que está teniendo lugar estos días en Madrid. Ocasión especial si tenemos en cuenta que celebra los 25 años de caminar juntos de los institutos de vida consagrada femeninos y masculinos.

Bajo el lema de “Os daré un futuro lleno de esperanza” (Jer 29,11), la provincial de España del Instituto Catequista Dolores Sopeña, Rosa María Hermosa, y Amparo Zufiría, consejera general, compartieron junto a más de trescientos asistentes recuerdos de pasado y anhelos de futuro por seguir construyendo un destino fortalecido y común para la vida religiosa en España.

Desde el Carisma Sopeña, como “Misioneras en medio del mundo” y con la vista enfocada hacia las periferias, nuestro aporte a la vida de la Iglesia sigue reforzando el compromiso adquirido por nuestra fundadora, Dolores Sopeña, cuando sintió, recién iniciado el siglo pasado, la confirmación de constituir un instituto religioso.

La coincidencia este año 2018 de la celebración de las Bodas de Plata de la CONFER y el Año Centenario de la Ida al Cielo de la Beata Dolores Sopeña no hace más que consolidar esa mirada llena de esperanza hacia el futuro. La celebración de estos cien años motiva a tomar aún mayor impulso en la tarea de dar a conocer a Dios, allá donde nadie más llega y entre aquellos que no le aman porque no le conocen.

La apertura de la Asamblea contó con la intervención, entre otros, del Nuncio de S.S. en España, Monseñor Renzo Fratini; el presidente de la CEE, Monseñor Ricardo Blázquez; el presidente de la CEVC, Monseñor Jesús Catalá; el cardenal arzobispo de Madrid, Monseñor Carlos Osoro, y la presidenta de CONFER, María del Rosario Ríos, ODN.

No faltó un mensaje de felicitación del Papa Francisco en el que expresó además su adhesión a la acción de gracias por todos estos años de servicio y de trabajo en común.

Además, destacó sobre el lema de la reunión, un versículo del profeta Jeremías, que se trata de una frase que “se presenta como un reto y como una caricia de Dios en la vida de la Iglesia. Efectivamente, ante la adversidad, la misión profética propia de la vida consagrada interpela a cada religioso y a cada instituto a ser siempre signo de la esperanza futura”.

Tras una emotiva inauguración, en la que no faltó la expresión artística y hasta el humor, los asamblearios tuvieron la ocasión además de aportar respuestas a dos cuestiones planteadas por la organización: cuáles deben ser las urgencias y/o prioridades a acometer por los consagrados y qué debe potenciar CONFER como servicio, en una clara apuesta de futuro.