Lugares Sopeña: recorrido por Loyola

Aunque nuestra fundadora, la Beata Dolores Sopeña, anduvo por buena parte del mundo, siempre tuvo en Loyola, en Azpeitia (Guipúzcoa), rodeada de montañas y a la sombra de San Ignacio, su inspiración y su lugar de retiro.

Es emocionante para todos los miembros de la Familia Sopeña, religiosas y laicos, rememorar la historia de la Fundadora y volver a visitar esos lugares, que hoy siguen conservando, gracias al empeño y el trabajo de las Catequistas, la huella de su paso por este valle guipuzcoano, cuna de san Ignacio, uno de sus principales referentes espirituales.

Primero contó con la “Casita de Olatz” junto a la ermita de Nuestra Señora de Olatz, la más antigua de Azpeitia y muy venerada en el pueblo, y poco después se construyó lo que podría considerarse la primera Casa de Formación de las Catequistas. Actualmente, esta humilde y encantadora casita, rodeada de huertos, mantiene parte de los muebles originales que utilizó la Beata y conserva intacta su habitación.

Cama de Dolores Sopeña
Cama de Dolores Sopeña en la Casita de Olatz

En un pequeño cementerio privado, situado entre la ermita de Olatz y la Casita, se pueden visitar los nichos de muchas Catequistas.

Es de sobra conocida la ilusión que puso siempre Dolores Sopeña en el proyecto de una Casa de Formación para el entonces denominado Instituto de Damas Catequistas, cuya acta de fundación se había firmado en 1901, precisamente en la capilla de la Inmaculada, en la planta baja de la Casa Torre, conocida ahora como “Santa Casa”, por ser la casa natal de Iñigo de Loyola en 1491.

 

Capilla de la Inmaculada
Capilla de la Inmaculada en la Santa Casa

 

Dolores Sopeña hizo realidad su sueño con la colaboración de sus compañeras y en 1910 inauguró la Casa de Formación. Activa como Casa Noviciado hasta 1986 y sede desde los inicios hasta ahora de la última etapa de formación, la Tercera Probación, hoy alberga sus restos mortales en un mausoleo dentro de la capilla principal.

Una visita a este bucólico lugar nos mostrará mucho más de la vida y obra de Dolores Sopeña, en las palabras vivas y en el amor que se desprende de las Catequistas, que aún viven allí, hacia la figura de esta entregada mujer, que hizo de la lucha por la dignidad de los más desfavorecidos y por su acercamiento a Dios el centro de su vida.

Encuentro Catequistas y Laicos Sopeña: A la sombra de San Ignacio

Así es como le gustaba estar a Dolores Sopeña y donde quería que se formasen las Catequistas del futuro. Y el pasado fin de semana, así se hizo.

En la Casa Noviciado en Olazt y en el Centro de Espiritualidad que los Jesuitas tienen al lado de la “Santa Casa” (la casa torre donde nació S. Ignacio), en Loyola (Guizpúzcoa), más de 225 catequistas y laicos celebramos la XXX edición de este encuentro formativo que reunió a educadores y colaboradores del Instituto Catequista en toda España, procedentes de los centros de Badajoz, Barcelona, Bilbao, Córdoba, Las Palmas, Madrid, Oviedo, Santander, San Sebastián, Sevilla, Toledo, Zaragoza y Roma.

Además de compartir la alegría de la convivencia y la oración y celebrar el Centenario de la Ida al Cielo de nuestra fundadora, que se conmemora el próximo 10 de enero de 2018, el objetivo de la cita en Loyola era la profundización en la espiritualidad ignaciana y de Dolores Sopeña, quien siempre tuvo en San Ignacio entre sus principales referentes.

La provincial de España del Instituto Catequista y directora general de nuestra fundación, Rosa María Hermosa, marcó el inicio del encuentro como un “momento para el crecimiento en la Fe de cada uno”, para “sentirnos peregrinos acompañando a San Ignacio y a nuestra fundadora”.

En la primera sesión, el rector del colegio jesuita del Salvador de Zaragoza, Manuel Magdaleno, expresó su ilusión y agradecimiento por compartir la espiritualidad ignaciana con la “gran labor de las Catequistas Sopeña”.

Durante una intervención motivadora, que invitaba continuamente a la reflexión y la meditación, Magdaleno fue repasando uno a uno los fundamentos de la sensibilidad de San Ignacio de Loyola.

Y se detuvo especialmente en el aspecto del liderazgo. Un liderazgo con sujeto que es el que ha de ejercer todo educador y que no conviene rehusar, por el bien de sus alumnos.

Refiriéndose al concepto ignaciano de Magis, el jesuita recordó a Catequistas y educadores la responsabilidad de aumentar nuestras capacidades para ponerlas siempre al servicio de los demás, buscando, en toda ocasión y en toda tarea, cotidiana o no, la mejor versión de nosotros mismos.

El domingo, después de la Eucaristía celebrada en la Basílica de San Ignacio de Loyola, la  segunda sesión formativa fue conducida por nuestra Superiora General y presidenta internacional de la Fundación, Miryam Ávila. Precisamente versó sobre las fuentes de San Ignacio en la espiritualidad de Dolores Sopeña.

Una espiritualidad que, según ella, se concentra en el trabajo cotidiano más que en las palabras, siguiendo también el fundamento ignaciano de “Contemplativos en la acción”.

Además, la Superiora General recordó que la fundadora del Instituto Catequista consideraba a los seglares la base de esa acción. Fue con la colaboración de los laicos que Dolores Sopeña comenzó su labor de evangelización.

Y la educación y la formación como base de toda su obra, como la oportunidad de superarse a todos aquellos que no gozaron de las mismas oportunidades ni conocieron a Dios.

Para Miryam Ávila era oportuno y muy importante que los educadores y colaboradores presentes en el Encuentro reflexionaran acerca de cuál es el aporte más significativo que obtienen de la espiritualidad Sopeña en su quehacer diario y cuáles son las cualidades que detectan y valoran los alumnos cuando se forman en nuestros centros.

Sobre esto último, responsables de los centros citaron la acogida sin juicios, la cercanía, la humanidad y el respeto como los grandes valores presentes en nuestros centros. Dolores Sopeña estará orgullosa.

Miryam Ávila inicia con una oración su ponencia