Así es como le gustaba estar a Dolores Sopeña y donde quería que se formasen las Catequistas del futuro. Y el pasado fin de semana, así se hizo.
En la Casa Noviciado en Olazt y en el Centro de Espiritualidad que los Jesuitas tienen al lado de la “Santa Casa” (la casa torre donde nació S. Ignacio), en Loyola (Guizpúzcoa), más de 225 catequistas y laicos celebramos la XXX edición de este encuentro formativo que reunió a educadores y colaboradores del Instituto Catequista en toda España, procedentes de los centros de Badajoz, Barcelona, Bilbao, Córdoba, Las Palmas, Madrid, Oviedo, Santander, San Sebastián, Sevilla, Toledo, Zaragoza y Roma.
Además de compartir la alegría de la convivencia y la oración y celebrar el Centenario de la Ida al Cielo de nuestra fundadora, que se conmemora el próximo 10 de enero de 2018, el objetivo de la cita en Loyola era la profundización en la espiritualidad ignaciana y de Dolores Sopeña, quien siempre tuvo en San Ignacio entre sus principales referentes.
La provincial de España del Instituto Catequista y directora general de nuestra fundación, Rosa María Hermosa, marcó el inicio del encuentro como un “momento para el crecimiento en la Fe de cada uno”, para “sentirnos peregrinos acompañando a San Ignacio y a nuestra fundadora”.
En la primera sesión, el rector del colegio jesuita del Salvador de Zaragoza, Manuel Magdaleno, expresó su ilusión y agradecimiento por compartir la espiritualidad ignaciana con la “gran labor de las Catequistas Sopeña”.
Durante una intervención motivadora, que invitaba continuamente a la reflexión y la meditación, Magdaleno fue repasando uno a uno los fundamentos de la sensibilidad de San Ignacio de Loyola.
Y se detuvo especialmente en el aspecto del liderazgo. Un liderazgo con sujeto que es el que ha de ejercer todo educador y que no conviene rehusar, por el bien de sus alumnos.
Refiriéndose al concepto ignaciano de Magis, el jesuita recordó a Catequistas y educadores la responsabilidad de aumentar nuestras capacidades para ponerlas siempre al servicio de los demás, buscando, en toda ocasión y en toda tarea, cotidiana o no, la mejor versión de nosotros mismos.
El domingo, después de la Eucaristía celebrada en la Basílica de San Ignacio de Loyola, la segunda sesión formativa fue conducida por nuestra Superiora General y presidenta internacional de la Fundación, Miryam Ávila. Precisamente versó sobre las fuentes de San Ignacio en la espiritualidad de Dolores Sopeña.
Una espiritualidad que, según ella, se concentra en el trabajo cotidiano más que en las palabras, siguiendo también el fundamento ignaciano de “Contemplativos en la acción”.
Además, la Superiora General recordó que la fundadora del Instituto Catequista consideraba a los seglares la base de esa acción. Fue con la colaboración de los laicos que Dolores Sopeña comenzó su labor de evangelización.
Y la educación y la formación como base de toda su obra, como la oportunidad de superarse a todos aquellos que no gozaron de las mismas oportunidades ni conocieron a Dios.
Para Miryam Ávila era oportuno y muy importante que los educadores y colaboradores presentes en el Encuentro reflexionaran acerca de cuál es el aporte más significativo que obtienen de la espiritualidad Sopeña en su quehacer diario y cuáles son las cualidades que detectan y valoran los alumnos cuando se forman en nuestros centros.
Sobre esto último, responsables de los centros citaron la acogida sin juicios, la cercanía, la humanidad y el respeto como los grandes valores presentes en nuestros centros. Dolores Sopeña estará orgullosa.