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Las Catequistas Sopeña tenemos una doble misión: llevar el evangelio a aquellas personas alejadas de Cristo y tejer lazos de fraternidad, fomentando las relaciones de solidaridad que acortan las distancias entre todos los que somos por igual hijos de Dios.
Nuestra Misión Evangelizadora consiste en dar a conocer a Dios a los que no le aman porque no le conocen a través de Centros de Educación de Personas Adultas, Escuelas de Formación Profesional y colaboración en Acciones Pastorales: misiones, trabajo en barrios, etc.
Nuestra Misión Fraternal se realiza acercando a los distanciados socialmente y favoreciendo relaciones humanas más solidarias para que todas las personas se amen como hijos de un mismo Padre.
Siguiendo el carisma Sopeña nos acercamos en cualquier lugar del mundo a la familia trabajadora, especialmente de sectores con menos oportunidades, promocionándoles, escuchándoles, apoyándoles, acercándoles a Cristo, y también a los más favorecidos, facilitándoles que pueden desarrollar con nosotras su dimensión solidaria cristiana y contribuir a hacer un mundo más justo.
Tenemos una manera propia Sopeña de hacer nuestro trabajo evangelizador articulado en tres pasos: la acogida y cercanía incondicionales, las acciones de promoción humana y el anuncio de Jesucristo que conlleva la vivencia de la fraternidad.
Paso 1:
Cercanía y acogida
El primer paso es ir al encuentro del otro y entender sus necesidades concretas. Buscamos el contacto real con la persona, -su vida, su mundo-, para descubrir sus carencias y sus posibilidades, para empezar un camino juntos. Siempre desde el respeto a la persona y a sus creencias.
Paso 2:
Promoción Humana
A continuación ayudamos con acciones concretas,- actividades de formación, de consejo, de crecimiento personal y curricular-, a que la persona se desarrolle y pueda ser más dueña de su vida y protagonista de su historia.
Paso 3:
Anuncio de Jesucristo
Después, cuando la persona ha adquirido esa seguridad en sí misma, cuando ya ha reforzado su dignidad, cuando nos hemos ganado su confianza, llega el anuncio de Jesucristo. Su descubrimiento en estas condiciones conlleva una adhesión plena y consciente a Él en la Iglesia y permite la vivencia total de la fraternidad. Con frecuencia, al final de este proceso el evangelizado se convierte en evangelizador.