¡FELIZ NAVIDAD!

La Navidad es un momento precioso para dejar sorprender de nuevo y abrir nuestro corazón ante el hermoso signo del Pesebre.

La representación con figuras del Nacimiento de Jesús es el anuncio del Misterio del Hijo de Dios hecho carne, con alegría y sencillez.

Como recuerdo e invitación a ponernos en camino, con la humildad de quien nace y va a dar su vida por todos nosotros, por amor.

Las Catequistas Sopeña os deseamos para esta Navidad la capacidad para abrir nuestros corazones ante el gran Misterio del Portal de Belén y lo que representa, más allá de las figuras que decoran nuestros hogares.

La Luz del Nacimiento de Jesús será siempre guía de nuestra Familia Sopeña, para vivir bajo los valores que también la Beata Dolores Sopeña nos legó y que deben ser la mejor decoración de nuestra Navidad: la vida en familia y en comunidad, la alegría como actitud, la oración para experimentar el amor de Dios, la entrega y servicio a los demás, la cercanía a todos y la sencillez, fruto de la transparencia y la humildad.

Esa Luz es, además, signo de esperanza ante la realidad que vivimos y vive la Humanidad, hermanos todos.

¡Hagamos hueco en nuestra vida, de tanto brillo y cosas vanas a las que se nos conduce, para abrazar a Jesús, pobre y sencillo!

Feliz Navidad

Feliz Navidad

UN LUGAR PARA LA ESPERANZA

Confiar en algo tan humano como la solidaridad es dar lugar a la esperanza, algo que nos recuerda el Papa Francisco: “Si esperas, nunca serás decepcionado”.

En estos tiempos que vivimos y a las puertas de la Navidad, es un excelente momento para tomar conciencia de que todos somos diferentes, pero partes de un mismo todo.

Esa evidencia hace más formidables aún nuestros esfuerzos por tender manos y puentes, por construir mundos con palabras sinceras y honestas, valientes, amables y sanadoras.

Esa fue la experiencia que no comparte aquí Víctor Rivero, Laico Sopeña y profesor en el Centro Sopeña Las Palmas, en este nuevo artículo para la revista ICONO de los Padres Redentoristas.

Tiempos de acogida a la solidaridad

Acoger y reconocer la solidaridad como algo inherente a la naturaleza humana, supone recordar que afrontamos estos tiempos como hermanos e hijos de un mismo Dios.

Acogemos unos tiempos en los que la realidad se ha hermanado con la ficción.  Tanto es así que, a pesar del tiempo transcurrido desde la llegada de la pandemia, todavía soñamos con despertarnos y descubrir que todo ha sido un sueño.

Sin embargo, tal y como nos ha dicho el Papa Francisco en más de una ocasión, miremos con nuevos ojos nuestra existencia y dejemos su lugar a la esperanza. “Es una virtud que nunca decepciona: si esperas, nunca serás decepcionado” (Homilía de Santa Marta, 23 de octubre de 2018). Porque la espera nos regala que la vida acabe siendo un sueño del que no querremos despertar. Y en ese regalo descubriremos el protagonismo de dos palabras que siempre han jugado un papel especial: acogida y solidaridad.

Un lugar para la esperanza

De etimología latina, estos dos términos parecen predestinados a encontrarse siempre en el camino.  La primera, del verbo “acolligere”, nació con la misión de ser usada cuando deseamos dar refugio y compartir el sentido de hogar. La segunda, de “soliditas”, nos descubre una Buena Nueva: somos partes diferentes de un mismo todo. Recordar esto o, lo que es lo mismo, “volverlo a pasar por el corazón”, debe significar un ejercicio de regresión y redescubrirnos como hermanos e hijos de un mismo Dios.

Una peregrinación hacia el verdadero sentido de la solidaridad

Partícipes del Plan de Dios fuimos aquellas personas que, durante el curso pasado, tuvimos el regalo de sentir y vivir el auténtico espíritu de la solidaridad. Invitado por el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, el Centro Sopeña Las Palmas participó en un proyecto consistente en crear un telediario solidario.

Alumnado de 4º de la ESO, docentes, colaboradores inmigrantes y profesionales de los medios audiovisuales teníamos la misión de abordar algunos de los temas de eterna actualidad desde la perspectiva programada.

Sin embargo, y ahí se obró el milagro, lo que iba a ser un trabajo cooperativo con el objetivo de lograr un “producto final”, se convirtió en una experiencia de peregrinación hacia el verdadero sentido de la solidaridad.

“Si algo nos ha recordado la pandemia es que el aire que respiramos es compartido. Lo inhalamos, lo exhalamos y viaja hacia otras personas”. Estas fueron aproximadamente las palabras expresadas durante las sesiones iniciales de formación por parte de una de nuestras coordinadoras, marcando así el rumbo de lo que vino después.

Era nuestro primer curso presencial después del significativo confinamiento y este mensaje, mil veces presente desde la llegada de la COVID19, lo acogimos en esta ocasión con un sentido diferente. Lejos de recordarnos el miedo pasado y presente, tornó en una Buena Noticia y nos reveló nuestra naturaleza común y compartida.

Somos solidarios por naturaleza y, por tanto, el carisma que debía tener el proyecto que teníamos entre manos no era una mera cuestión de perspectiva, sino de vocación ineludible e innata.

Tú eres parte de mí

Tarea natural y conversora resultó trabajar para materializar este espíritu en un proyecto en el que participaban personas con diferentes orígenes, circunstancias, motivaciones, culturas y creencias.

Pocas veces se presentaba en el camino una oportunidad tan trascendente de sentir la evidencia de que la variedad encuentra su respeto y legitimidad desde una concepción global.

Temas despertadores de históricos debates como la inmigración en Canarias o la situación del Sáhara convivieron y fueron acogidos desde todos sus matices y expresiones, descubriéndonos que lo que afecta a unos, lo sentimos todos.

El Papa Francisco nos decía en la Evangelii Gaudium, n. 87, que “la palabra solidaridad es mucho más que algunos actos esporádicos de generosidad. Supone crear una nueva mentalidad que piense en términos de comunidad”.

En la experiencia compartida, la magia de la solidaridad no solo sembró la armonía en una orquesta compuesta con instrumentos tan distintos, sino que nos convirtió en enviados de la que era la auténtica noticia.

Tú eres parte de mí. Sintámonos unidos por el regalo de la vida. Acojamos la solidaridad ahora y siempre porque compartimos un bien común, el regalo de Dios, la solidaridad.

DEL CARISMA DE DOLORES SOPEÑA A LA HERMENÉUTICA DE SUS TEXTOS

Volver a los textos que escribió Dolores Sopeña es siempre acercarse a las fuentes del Carisma para alimentar y continuar con su legado en el hoy de la historia.

En este contexto se han reunido, en dos ciclos de una semana completa cada uno, dos grupos de Catequistas Sopeña en la sede de la Casa Generalicia en Madrid (España).

Como facilitador y experto les ha acompañado el sacerdote Santiago González Silva, Misionero Claretiano, quien ha sido durante muchos años director del Instituto Teológico de Vida Consagrada en Roma, además de contar con un doctorado en Teología y otros.

El trabajo conjunto, la reflexión y análisis de los textos fue una experiencia de encuentro directo y en dialogo con la fundadora, con su mundo, sus experiencias, su espiritualidad, sus búsquedas, su servicio a la Iglesia, etc.

El estudio de las fuentes ha ayudado a enriquecer el Carisma, a resituar lo que ya se ha estudiado sobre los escritos de Dolores Sopeña, a descubrir aplicaciones prácticas que puedan surgir en respuesta a lo que la Iglesia necesita hoy y pide del Carisma Sopeña.

Ha sido una invitación a integrar la hondura de su legado en el estilo Sopeña en el actual momento que vivimos, un modo de ser y de estar en medio del mundo.

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