CUARENTA DÍAS DE REFLEXIÓN

Con el inicio del tiempo de Cuaresma, desde el Instituto Catequista Dolores Sopeña hemos abierto un momento y espacio de introspección, que queremos que se plasme y tenga su efecto en nuestros perfiles de redes sociales. Lo hemos llamado Cuarenta días de reflexión.

La iniciativa se ha planteado como una oportunidad de profundizar en nuestra fe y, teniendo muy en cuenta lo que representa internet y las redes sociales en la actualidad, como instrumento de evangelización.

Para las Catequistas Sopeña, es una nueva forma de estar y ser Misioneras en Medio del Mundo, una frase que cobró sentido desde la labor que, como referente de vida cristiana hizo nuestra madre fundadora, Dolores Sopeña.

Ella se volcó en muchas iniciativas apostólicas por muchos países del mundo y su misión evangelizadora nunca se quedó conforme o estática.

Dolores Sopeña ya abrió nuevos caminos y se valió de cuantos instrumentos puso Dios en su mano para darle a conocer y llegar hasta el rincón más recóndito, hasta el mundo de los alejados de Dios “que no le aman porque no le conocen”, afirmaba convencida Dolores.

Ella se encargaría incansable de darle a conocer. Y ese es nuestro ejemplo y nuestro motor.

La Cuaresma es un excelente momento como decíamos para profundizar en nuestra fe, renovar nuestro compromiso con nuestros hermanos y nuestras hermanas y fortalecer nuestra diálogo y relación con Dios.

Por eso nos hemos propuesto un desafío que trascienda más allá de lo ordinario: «Reto de Cuaresma: 40 días de reflexión».

La Familia Sopeña al completo: Catequistas, laicado, colaboradores y Jóvenes Sopeña estamos llamados a tomarnos un espacio de reflexión que nos permita adentrarnos en el significado de este tiempo sagrado y compartir nuestros anhelos y pensamientos, nuestros compromisos y, también, nuestras dificultades.

La Cuaresma es un tiempo de conversión y crecimiento espiritual, evocando los cuarenta días de Jesús en el desierto, y se nos brinda una oportunidad de enriquecernos como Comunidad.

Pueden ser en forma de reflexión personal, una experiencia, una anécdota inspiradora, una lectura del Evangelio, una oración o cualquier otra expresión

¡Os animamos a uniros a este reto y a hacer de esta Cuaresma un tiempo de verdadero crecimiento y transformación!

 

 

CONOCER A DIOS PARA COMENZAR A AMARLE

No es nada raro, cada día, encontrarnos con personas agradecidas a Dios por haber conocido el  Instituto Catequista Dolores Sopeña y a nuestra fundadora.

Los testimonios de satisfacción y gratitud, también gracias a Dios, abundan en nuestras redes sociales virtuales y en el día a día de los Centros Sopeña, principal obra apostólica de la Institución.

En el Centro Sopeña Guayaquil (Ecuador), un alumno nos transmite en un bello escrito su agradecimiento a Dios y a las Catequistas Sopeña por permitirle “capacitarse en lo espiritual” cuando se acercó para capacitarse técnicamente y actualizarse tras perder su empleo.

Esta difícil situación supuso que su esposa tuviera que migrar fuera del país para buscar una nueva fuente de recursos, lo que provocó en él una depresión.

Consideró providencial que navegando por internet un día fuera a dar con la página de nuestra Fundación allí en Guayaquil. No lo pensó mucho y se inscribió para formarse al día siguiente.

Según sus palabras, “para ser sincero, en mi pensamiento solo estaba venir a este Centro Sopeña para mantener mi mente ocupada, y si pasaba o no el curso, eso no era lo importante en ese momento”.

Pero a medida que iban pasando los días, las enseñanzas del tecnólogo Fernando y “la calidad humana” de todas las personas que le rodeaban iban obrando el milagro de una confianza cada vez más fuerte en sí mismo y en su fuerza y posibilidades.

 Además de la capacitación técnica, este alumno atendía a sus compañeros, les escuchaba sus dificultades y compartía las suyas y eso le hacía sentirse cada vez mejor y más útil.

Agradece especialmente los saludos y la acogida de las Catequistas Sopeña Amadis y Jacqueline, presentes en el Centro, que siempre le recibían “con una sonrisa y una tranquilidad que me transmitían paz”.

Reconoce que el contacto con la Fundación Dolores Sopeña le cambió la vida al permitirle “conocer a nuevos y verdaderos amigos y sentirse apreciado y mucho más cercano a Dios”.

Como no, también se sintió inspirado en todo momento por la gran fortaleza de servicio de Dolores Sopeña con su don de ayudar y capacitar a todas las personas.

En esencia, nuestro agradecido alumno manifiesta feliz que ahora considera que la Fundación no es solo una entidad sin más, sino su familia, “mi gran Familia Sopeña”.