UNA VIDA PARA LOS DEMÁS

Quizás te hagas la pregunta de quiénes somos las Catequistas Sopeña. Pues somos religiosas de una institución de derecho pontificio, creada por nuestra fundadora, la Beata Dolores Sopeña, una mujer excepcional que supo entender que muchas personas dicen no amar a Dios porque no le conocen. Precisamente, en darlo a conocer a los alejados, empleó toda su vida.

Además, también vio que la formación y el trabajo aportan dignidad a cada persona, especialmente a aquellas que no han tenido oportunidades y están apartados o excluidos de la sociedad. Por ahí encaminó su apostolado.

El Instituto Catequista Dolores Sopeña se constituyó en 1901 con una espiritualidad cristocéntrica, eucarística, mariana e ignaciana.

Nuestro estilo de consagración religiosa fue y es novedoso y basado en nuestra presencia en medio del mundo.

Nos dedicamos a la promoción humana y a la evangelización de la familia trabajadora, especialmente de aquellas familias que no han tenido conocimiento y acercamiento con la fe y la Iglesia.

El Carisma Sopeña, que compartimos en modo de misión compartida, Catequistas y Laicos Sopeña hunde sus raíces en la espiritualidad de San Ignacio, basada en el servicio a las personas de clases desfavorecidas y en exclusión.

De hecho, Dolores Sopeña siempre quiso que sus hijas nos formásemos a la sombra de San Ignacio, en Loyola.

Nos consideramos “mujeres para los demás”, evangelizamos en el medio del mundo y queremos ser signo constructivo de fraternidad.

Nuestra consagración plena y nuestro estilo de vida sencillo, nos permite movernos y llegar a cualquier parte del mundo.

Vivimos en comunidad con otras hermanas que han recibido la misma llamada a seguir a Jesús.

La “vida de familia” es para nosotras un valor esencial. Juntas compartimos y celebramos la fe, la vida, el trabajo de una manera cercana y sencilla, con las puertas abiertas a jóvenes y laicos que desean compartir nuestra vida, nuestra mesa.

¿Quieres conocernos mejor?

SOLIDARIDAD DEL DÍA A DÍA

Más allá de las grandes campañas, armadas para interpelar a nuestra dormida solidaridad, para grandes necesidades, grandes catástrofes, están los gestos diarios, que conforman una forma de ser, de vivir y de comprender un mundo de hijos de Dios, que se tratan como hermanos y se ayudan.

A Charles Chaplin se le atribuye un dicho que no puede contener más amor y más esperanza: “Haz de los obstáculos escalones para aquello que quieras alcanzar”.

En la Familia Sopeña hemos hecho nuestra la frase y la llevamos más allá, al terreno de la solidaridad entre hermanos. “Sed escalón para todos aquellos que se encuentran con obstáculos”.

Y en esas estamos, construyendo escalones para aquellas personas que, a nuestro alrededor, muy cercanos, están atravesando dificultades.

Esa fue la intención de la campaña que ya ha cumplido un año “Un peldaño para los demás”.

Convertirnos, a través de un pequeño gesto, en ese impulso que está ayudando a muchas personas a no renunciar a sus proyectos de superación.

Por aquí os dejamos un artículo que cuenta muchas cosas sobre “Un peldaño para los demás”, publicado en la revista ICONO de los Redentoristas, en la que Catequistas Sopeña tenemos un hueco.

PEQUEÑOS GESTOS QUE NOS DIGNIFICAN

Muchas veces entendemos la solidaridad en forma de grandes campañas para aliviar o paliar grandes estados de necesidad o ante dramas que nos dejan sensibilizados y sin aliento.

Pero ¿qué hay del día a día? ¿Nos fijamos en los que tenemos justo al lado con sus problemas cotidianos? Amigos con dificultades, vecinos en soledad, compañeros con sueños frustrados… Hay pequeños gestos que dignifican y nos humanizan y construyen el Reino de Dios.

Esos pequeños gestos se convierten en pasos de la escalera que representa la vida de cada uno de nosotros y en la Familia Sopeña quisimos articularlos a través de la campaña Un Peldaño para los Demás.

El propósito, empezando por las Catequistas Sopeña en sus respectivas comunidades de España y Latinoamérica, lleva ya casi un año en marcha y ha dado grandes y jugosos frutos.

El Proyecto Solidario Un Peldaño para los Demás tenía como objetivo ayudar a personas y familias, usuarias o cercanas a los espacios de acción Sopeña en el mundo y evitar que la crisis económica provocada por la COVID19 malograse sus historias de superación y proyectos vitales, formativos o profesionales y lo va consiguiendo.

Es difícil contabilizar cuántas personas exactamente han sentido estos gestos solidarios, porque, en muchos casos, la ayuda ha supuesto una inversión de futuro para todos los miembros de una familia… o de un barrio entero.

No es dar, es construir

Pero lo que sí sabemos, más allá de las cifras, que detrás de cada peldaño construido o reparado hay historias de personas, sueños y aspiraciones de vida que van a seguir hacia delante y no se van a interrumpir.

Estar para los demás, al servicio de quien pueda necesitarnos, dándoles además a conocer a Dios, fue por donde comenzó Dolores Sopeña a probar su vocación, hasta saber cómo consagrarse al Señor.

Con Dolores bendiciéndonos desde el Cielo y ayudándonos más, hemos contribuido a construir y reparar escaleras fuertes y robustas, a veces, muy empinadas, con pasamanos, con rellanos…

La esencia es que nos hemos convertido en ese peldaño que ha permitido a muchas personas no interrumpir su proceso de superación, sus proyectos vitales…

La misión Sopeña hace presente el amor de Dios en medio del mundo, a través de la promoción de las personas, ofreciéndoles oportunidades para desarrollarse y crecer en lo personal y lo profesional a personas que no lo han tenido fácil o claramente en situaciones de desventaja social o vulnerabilidad.

Esa misión ha contribuido además a mantener esas oportunidades y conseguir que no se trunquen.

Solidaridad en Madrid

Setenta y nueve proyectos

Con una recaudación de más de 176.000 euros, hemos llegado a 79 proyectos, 79 “necesidades” detectadas en el entorno de los espacios de acción Sopeña en España, Ecuador, Colombia, Cuba, Chile y Argentina.

Quito, en Ecuador, ha sido el lugar donde más acciones se han llevado a cabo, pero quizás la que ha involucrado a más gente ha sido la desarrollada en el Campamento Millantú, en Puente Alto de Santiago de Chile.

Bajo el nombre “Tendiendo cables”, la acción ha supuesto la conducción de energía eléctrica para más de 600 familias, de tres o cuatro miembros cada una, instaladas en este campamento al borde del río Maipo.

En este espacio conviven personas chilenas y personas migrantes, hermanados por las carencias, la desigualdad, la falta de oportunidades, exacerbadas tras estos dos últimos años de pandemia.

Tienen en común también grandes capacidades, creatividad y espíritu de lucha, así como afán por organizarse colectivamente y buscar alternativas.

Según el testimonio de Gabriela Herrera, Catequista Sopeña y responsable de esta acción, “ha sido bueno y gratificante constatar que hombres y mujeres, más mujeres, se dieron a la tarea” de conducir para todos, la energía eléctrica; “de colaborar en los trabajos, por así decirlo, menores, de cavar hoyos para colocar los postes, acarrear material, hacer mezcla, vigilar los materiales”.

“Hasta los niños –nos continúa explicando- tenían su tarea de ‘no estorbar’ y ofrecer agua a los y las trabajadoras. Las imágenes hablan por sí solas”.

“Por supuesto, el técnico, con una cuadrilla de trabajadores especializados en tendidos eléctricos, supervisaron los trabajos previos de instalación de postes para poder realizar luego sin contratiempos el trabajo requerido”.

Iglesia en salida

Gabriela aclara que en Millantú saben que la Corporación Dolores Sopeña –como se la conoce en Chile- “no es una institución de asistencia”.

Aunque desde la dimensión de la acción social solidaria se responde a una emergencia, derivada de la pandemia, la acción allí consiste en un trabajo constante e integral, por el que esas personas, con el acompañamiento oportuno, salgan adelante con sus propias capacidades.

Además, la misma comunidad ha solicitado iniciar catequesis sacramental.

Gabriela confiesa sentirse “Iglesia en salida “, como dice el Papa Francisco. “Y así nos encontramos más que un campamento, una tierra sagrada habitada por personas en desventaja, que son los predilectos del Señor”.

Haciendo una alegoría con los tiempos de Dolores Sopeña, podríamos decir que nos encontramos en el “Barrio de las Injurias” del siglo XXI en Chile.