VIVIENDO LA PASCUA

Con la Cuaresma nos encontramos en un tiempo de preparación para la Pascua. Por eso, para los cristianos significa tiempo de cambio para ser mejores y vivir como hijos e hijas de Dios.

Este período litúrgico nos invita a encontrar el camino hacia Jesucristo, a reflexionar sobre todo lo hecho a lo largo de este año, dar un giro de ciento ochenta grados, si es necesario, para buscar a Dios y entrar en comunión.

Es un tiempo de conversión espiritual y de preparación hacia la Pascua de Resurrección, que es el encuentro con el Resucitado, cima del año litúrgico, donde celebramos la victoria de Cristo sobre el pecado y donde seguimos el ejemplo del Señor a través de la oración, el ayuno y la ayuda a los que más lo necesitan.

La Pascua es la fiesta de la alegría porque es el paso de la muerte a la vida que lleva al perdón y a la reconciliación fraternal, desechando todo lo malo y proclamando el verdadero amor a Dios.

Es la festividad de la Resurrección, que en el Instituto Catequista Dolores Sopeña y en la Familia Sopeña preparamos con mucha emoción en tiempo de Cuaresma, donde la oración se convierte en el motor más fuerte, induciéndonos a la conversión interior y estimulándonos para seguir haciendo buenas obras por Dios y por las personas cercanas y lejanas en situaciones desfavorecidas y con dificultades.

¡La oración es nuestra más preciada fuerza a lo largo de estos días para experimentar el amor a Dios y comunicarle todo nuestro amor para celebrar con alegría y júbilo la derrota de la muerte causada por el pecado!

 

CREER EN LA ESPERANZA

La celebración del Miércoles de Ceniza nos abre la puerta al tiempo de Cuaresma que, a su vez, culminará en la muerte y resurrección de Jesús. Se nos abre también con una llamada a la esperanza.

“Conviértete y cree en la esperanza” nos dice el cardenal arzobispo de Madrid, José Cobo Cano, en su carta cuaresmal, en la que nos invita a renovar nuestra fe, construir fraternidad frente a la polarización y a volver comprometernos cada uno de nosotros y nosotras en la misión evangelizadora.

Nos recuerda además que la esperanza “se alimenta del perdón, la reconciliación y las relaciones basadas en el amor y en la justicia”.

Todo ello convierte este tiempo de Cuaresma que ahora se inicia en un tiempo favorable para “soltar las cargas del desánimo y abrirnos a la alegría del Bautismo”, que nos hizo y nos hace discípulos y misioneros.

José Cobo Cano recuerda en su texto la necesidad de salir de nuestros pequeños espacios de comodidad, de egoísmo, de polarizaciones y abrazar la propuesta “que Cristo hace a su Iglesia para ser sal de una Esperanza que no defrauda y dar testimonio coral de ella mediante una vida comunitaria fraternal”.

Nos advierte de una serie de pecados que nos van a impedir llegar a esa Esperanza viva, como confundirla con el optimismo vacío, evitar la vocación y el compromiso por egoísmo, la tristeza individualista, la violencia y el enfrentamiento o dejar de soñar “según Dios”.

Roguemos a Dios para que nos ilumine y nos deje reconocer en estos días preparatorios de la alegría de la Pascua el pesimismo, el desánimo y la desesperanza que nos abruman.

tiempo de esperanza

Además, en la carta pastoral del Cardenal Arzobispo de Madrid se nos ofrecen tres caminos para vivir la conversión de este tiempo de Cuaresma en el entorno de nuestras familias y de nuestras comunidades.

1.- Renovemos nuestro bautismo. Aprovechemos este tiempo de Cuaresma para, domingo tras domingo, ahondar en la experiencia bautismal e irla desgranando con “herramientas” como la oración y la reflexión o sesiones de catequesis y retiros.

2.- Pongámonos a los pies de los crucificados de nuestros entornos. Esta Cuaresma puede ser un momento especial para el servicio a los demás. Intensifiquemos nuestras visitas a personas enfermas, a personas mayores que sufren soledad no deseada, a personas con necesidades materiales o espirituales, intensifiquemos también nuestra capacidad de escucha y la empatía necesaria para atender con cariño.

3.- Hagamos de nuestros espacios de Iglesia lugares para el encuentro. Necesitamos en la Iglesia espacios de encuentro y contraste, especialmente en los que se visibilicen la pluralidad y la comunión.

Esto es especialmente importante para nuestra comunidad de Familia Sopeña que ya se prodiga con el lema Pastoral de este curso “Sopeña Lugar de Encuentro”, precisamente con ese objetivo de unir lo disperso y lo diferente y practicar la mesa compartida.