El Papa Francisco en su tercera encíclica: Fratelli Tutti confirma que el hacer de la Iglesia, y de todos los que formamos parte de ella, no ha de limitar su acción a lo privado ni mantenerse fuera de la sociedad.
Más bien al contrario, Francisco nos revela en esta carta sobre la fraternidad y la amistad social su preocupación y la de todo cristiano por el desarrollo humano integral y, eso, toca a toda la Humanidad y, por tanto, todo lo que es humano, incumbe a la Iglesia.
Según nos recuerda Gabriela Herrera Reyes, Catequistas Sopeña en Santiago de Chile (Chile), en un artículo para la revista ICONO, la encíclica recoge el estilo del Buen Samaritano que ama al prójimo con todas sus consecuencias, al humilde, al débil, al que está herido en el camino, en las periferias de nuestra sociedad.
“Hoy estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia fraterna, de ser otros buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos” (Fratelli Tutti).
Puedes leer el artículo completo a continuación:
FRATELLI TUTTI, DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA
La Encíclica Fratelli Tutti del Papa Francisco, forma parte del Magisterio de la Doctrina Social de la Iglesia, en ella se recogen temáticas de sus antecesores, como la solidaridad, subsidiaridad, bien común, la hipoteca social de los bienes, de la vida integral, de la justicia, de la paz y muchos más.
Es la tercera encíclica de Francisco, en la que aborda dos temas que ha mencionado en otros escritos, pero destaca de forma específica: la fraternidad y la amistad social.
En Fratelli Tutti se confirma el hacer de la Iglesia, que no reduce su misión a lo privado, no está al margen de la sociedad y, aunque no hace política, conoce su dimensión y su importancia. Expresa la preocupación por el desarrollo humano integral, de hecho, esto concierne a la Humanidad y todo lo que es humano atañe a la Iglesia, según los principios del Evangelio.
El centro de la vida social, el amor
El Papa, a través de Fratelli Tutti, nos desafía a leer la historia y la propia vida desde los marginados, los pequeños, los pobres, los “descartados” porque ahí, en ellos, está presente el centro de la vida cristiana: Jesucristo. Que se manifiesta en ellos: “En verdad les digo que, cuando lo hicieron con alguno de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí.”
Nos dice que, “en virtud de la alegría que trae el Evangelio”, hemos de entrar de lleno en la vida de las personas, la sociedad y la cultura para construir diálogo, amistad social y, en definitiva, más fraternidad. La encíclica la escribe en plena pandemia. En este contexto, nos dijo que estamos todos en la misma barca, que nadie se salva solo y que es el momento de la unidad, de la solidaridad y de una especial preocupación por los más pobres. Ellos son los que más sufren el embate de la falta de empleo, de acceso a las prestaciones de salud.
En Fratelli Tutti, de una u otra manera, decanta (de forma sencilla) la Doctrina Social de la Iglesia a la luz del Evangelio. Y de entre los textos del Evangelio se detiene en la parábola del Buen Samaritano.
El amor a Dios se demuestra en el amor al prójimo concreto y real, al que está herido en el camino, al estilo del buen samaritano, “hoy estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia fraterna, de ser otros buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos”.
Cultura del diálogo y el encuentro
El Papa Francisco se deja interpelar por esta historia de compasión, amor y ternura, y pide que nos dejemos conmover. Hemos de pasar de la cultura de los muros a la cultura del diálogo y el encuentro, y este ideal queda graficado con arte en el relato bíblico.
Fratelli Tutti, propone un nuevo trato de los seres humanos entre sí, un nuevo trato hacia la mujer, los migrantes, los pueblos originarios y, por supuesto, el medio ambiente. La Encíclica refleja que el corazón del Papa está con los pobres, los que no tienen voz, los que no participan de las decisiones. La dignidad de la persona puesta al centro.
Se promueve el desarrollo humano integral. La base de esta mirada integral del hombre es su dignidad, que implica promover el amor universal, la amabilidad y la bondad en todas sus formas, la promoción de una vida más digna y de más calidad humana. La promoción humana ha de ser consecuencia lógica de la evangelización.
Es necesario pensar y gestar un mundo abierto, ampliar la mirada, salir de uno mismo, abrirse a los demás con el máximo cuidado y solicitud, y reconocer que la “altura espiritual de una vida humana está marcada por el amor”. Esto implica una apertura hacia la comunión universal que solo se logra con el amor.
Trabajo para la dignificación de la vida
Fratelli tutti nos recuerda los principios rectores de la Doctrina Social de la Iglesia, tales como el destino universal de los bienes, la propiedad privada como un derecho. Reconocer el trabajo como un lugar privilegiado, para así lograr una vida digna y la forma segura de garantizar que cada ser humano entregue al servicio de los demás “sus capacidades, su iniciativa, sus fuerzas”. Para el Papa, “esa es la mejor ayuda para un pobre, el mejor camino hacia una existencia digna”.
Fratelli tutti nos ayuda a comprender con mayor profundidad el escenario que enfrentamos actualmente en términos sociales, sanitarios y políticos. De la misma forma, nos ayuda a reconocer que valores como la verdad y la justicia son indispensables si queremos amor y fraternidad. El Papa posiciona al amor como guía para todos en la vida personal, política y social, y lo hace porque comprende que, si queremos poner al ser humano y su dignidad en el centro de la sociedad, no podemos dejar de lado su vocación fundamental y su más profundo anhelo: amar y ser amado.
Para finalizar este breve recorrido de Fratelli Tutti quiero traer a la memoria a una gran mujer, la beata Dolores Sopeña, que supo leer en su época “los signos de los tiempos”, ella al igual que el Papa Francisco trabajó por conseguir mejorar la vida de tantas personas. “Su compromiso por la dignidad de la persona brota de su experiencia de un Dios Padre de todos, que nos ama con una ternura infinita y desea que vivamos como hijos y hermanos. De allí su gran deseo de «Hacer de todos una sola familia en Cristo Jesús». Su gran unión con Dios le permite descubrirlo presente en todo y en todos, especialmente en los más necesitados de dignidad y afecto.
Salir al encuentro de cada persona en su situación, introducirse en los barrios marginales de la época, era inconcebible para una mujer a finales del siglo XIX. El secreto de su audacia es su fe, esa confianza sin límites, que ella reconoce como su mayor tesoro y que la hace sentirse instrumento en manos de Dios, instrumento al servicio de la fraternidad, del amor, de la misericordia, de la igualdad, de la dignidad, de la justicia, de la paz…”