UN LUGAR PARA LA ESPERANZA

Confiar en algo tan humano como la solidaridad es dar lugar a la esperanza, algo que nos recuerda el Papa Francisco: “Si esperas, nunca serás decepcionado”.

En estos tiempos que vivimos y a las puertas de la Navidad, es un excelente momento para tomar conciencia de que todos somos diferentes, pero partes de un mismo todo.

Esa evidencia hace más formidables aún nuestros esfuerzos por tender manos y puentes, por construir mundos con palabras sinceras y honestas, valientes, amables y sanadoras.

Esa fue la experiencia que no comparte aquí Víctor Rivero, Laico Sopeña y profesor en el Centro Sopeña Las Palmas, en este nuevo artículo para la revista ICONO de los Padres Redentoristas.

Tiempos de acogida a la solidaridad

Acoger y reconocer la solidaridad como algo inherente a la naturaleza humana, supone recordar que afrontamos estos tiempos como hermanos e hijos de un mismo Dios.

Acogemos unos tiempos en los que la realidad se ha hermanado con la ficción.  Tanto es así que, a pesar del tiempo transcurrido desde la llegada de la pandemia, todavía soñamos con despertarnos y descubrir que todo ha sido un sueño.

Sin embargo, tal y como nos ha dicho el Papa Francisco en más de una ocasión, miremos con nuevos ojos nuestra existencia y dejemos su lugar a la esperanza. “Es una virtud que nunca decepciona: si esperas, nunca serás decepcionado” (Homilía de Santa Marta, 23 de octubre de 2018). Porque la espera nos regala que la vida acabe siendo un sueño del que no querremos despertar. Y en ese regalo descubriremos el protagonismo de dos palabras que siempre han jugado un papel especial: acogida y solidaridad.

Un lugar para la esperanza

De etimología latina, estos dos términos parecen predestinados a encontrarse siempre en el camino.  La primera, del verbo “acolligere”, nació con la misión de ser usada cuando deseamos dar refugio y compartir el sentido de hogar. La segunda, de “soliditas”, nos descubre una Buena Nueva: somos partes diferentes de un mismo todo. Recordar esto o, lo que es lo mismo, “volverlo a pasar por el corazón”, debe significar un ejercicio de regresión y redescubrirnos como hermanos e hijos de un mismo Dios.

Una peregrinación hacia el verdadero sentido de la solidaridad

Partícipes del Plan de Dios fuimos aquellas personas que, durante el curso pasado, tuvimos el regalo de sentir y vivir el auténtico espíritu de la solidaridad. Invitado por el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, el Centro Sopeña Las Palmas participó en un proyecto consistente en crear un telediario solidario.

Alumnado de 4º de la ESO, docentes, colaboradores inmigrantes y profesionales de los medios audiovisuales teníamos la misión de abordar algunos de los temas de eterna actualidad desde la perspectiva programada.

Sin embargo, y ahí se obró el milagro, lo que iba a ser un trabajo cooperativo con el objetivo de lograr un “producto final”, se convirtió en una experiencia de peregrinación hacia el verdadero sentido de la solidaridad.

“Si algo nos ha recordado la pandemia es que el aire que respiramos es compartido. Lo inhalamos, lo exhalamos y viaja hacia otras personas”. Estas fueron aproximadamente las palabras expresadas durante las sesiones iniciales de formación por parte de una de nuestras coordinadoras, marcando así el rumbo de lo que vino después.

Era nuestro primer curso presencial después del significativo confinamiento y este mensaje, mil veces presente desde la llegada de la COVID19, lo acogimos en esta ocasión con un sentido diferente. Lejos de recordarnos el miedo pasado y presente, tornó en una Buena Noticia y nos reveló nuestra naturaleza común y compartida.

Somos solidarios por naturaleza y, por tanto, el carisma que debía tener el proyecto que teníamos entre manos no era una mera cuestión de perspectiva, sino de vocación ineludible e innata.

Tú eres parte de mí

Tarea natural y conversora resultó trabajar para materializar este espíritu en un proyecto en el que participaban personas con diferentes orígenes, circunstancias, motivaciones, culturas y creencias.

Pocas veces se presentaba en el camino una oportunidad tan trascendente de sentir la evidencia de que la variedad encuentra su respeto y legitimidad desde una concepción global.

Temas despertadores de históricos debates como la inmigración en Canarias o la situación del Sáhara convivieron y fueron acogidos desde todos sus matices y expresiones, descubriéndonos que lo que afecta a unos, lo sentimos todos.

El Papa Francisco nos decía en la Evangelii Gaudium, n. 87, que “la palabra solidaridad es mucho más que algunos actos esporádicos de generosidad. Supone crear una nueva mentalidad que piense en términos de comunidad”.

En la experiencia compartida, la magia de la solidaridad no solo sembró la armonía en una orquesta compuesta con instrumentos tan distintos, sino que nos convirtió en enviados de la que era la auténtica noticia.

Tú eres parte de mí. Sintámonos unidos por el regalo de la vida. Acojamos la solidaridad ahora y siempre porque compartimos un bien común, el regalo de Dios, la solidaridad.

LA ESPERANZA SE BASA EN LA FE

El Instituto Catequista Dolores Sopeña ha sido parte un año más de la Asamblea de la Conferencia Española de Religiosos, que se ha celebrado bajo el lema “Sabed cuál ha sido la esperanza a la que habéis sido llamados” (EF 1, 18).

La cita vino cargada de símbolos como granos de trigo, un puñado de tierra y un pequeño tiesto, para que los asistentes se sintieran como “tierra preparada para la siembra, tierras que se abre y acoge y tierra que se hace seno de vida”, y harina de hacer pan “para los que creen y esperan”.

En esta ocasión, la representación de las Catequistas Sopeña recayó en las recién reelegidas Superiora General, Miryam Ávila, y Vicaria General, Rosi Hermosa.

Miryam Ávila ha compartido sus reflexiones tras esta Asamblea de las religiosas y religiosos de España, que ha reunido en Madrid a más de 240 superiores generales y provinciales.

Concretamente destaca el mensaje transmitido de que “la esperanza no es ni ingenua ni optimista porque sabe del sufrimiento de nuestros hermanos y de la complejidad de nuestro tiempo”.

En opinión de Miryam Ávila, la esperanza “es una virtud, que se basa en la fe, donde se experimenta que para Dios no hay nada imposible. Se vale de nuestras debilidades y fragilidades. A diferencia del optimismo que es una virtud humana, que depende de las obras”.

Fue interesante la profundización que se hizo en el sentido de que la crisis de esperanza se produce por la crisis de fe y viceversa. La fe es la que va a alimentar todo, la que nos nutre y nos ayuda a levantarnos y a echar a andar.

Muy importante también para las Catequistas Sopeña el mensaje que se desprende de la mesa redonda en la que participaron jóvenes y mayores.

Precisamente se reflexionó y se debatió sobre la importancia de la comunidad intergeneracional y de la comunidad de cuidados, donde todos sus miembros seas corresponsables de igual manera de cuidarse entre sí y de establecer una escucha profunda del otro.

Interesantes también los planteamientos sobre cómo vivir y ser Misión.

En la eucaristía de clausura, que presidió Monseñor José Rodríguez Carballo, el secretario de la CIVCSVA, nos dejó tres verbos para “hacer vida”: LEVÁNTATE, NÚTRETE Y ECHA A CAMINAR.