La calidad evangélica en los Centros Sopeña

Los pasados 21 y 22 de mayo tuvo lugar en nuestra casa de El Espinar (Segovia) el Encuentro Pastoral de las Escuelas y Centros de la Fundación Dolores Sopeña en España donde se reflexionó sobre la calidad evangélica de la comunidad educativa.

Este encuentro, que reunió a 20 personas, coordinadores de Pastoral de la principal obra apostólica del Instituto Catequista, contó como ponente con el sacerdote jesuita Darío Mollá, explicando cómo pasar “Del magis personal al magis institucional”.

Además de esta parte formativa, el objetivo de esta cita anual es evaluar lo que ha sido el año de Pastoral en cada uno de los once centros y escuelas de la Fundación Dolores Sopeña en España y proyectar el curso siguiente, buscando nuevo lema.

Pastoral es una de las cinco áreas sobre las que se incide en la propuesta educativa, que se completa con capacitación, formación, cultura y convivencia y acción social y solidaria.

Precisamente, Darío Molla incidió durante su intervención en el concepto de magis personal de la espiritualidad ignaciana, como ese plus, ese ir más allá en nuestro día a día partiendo de la consciencia y el agradecimiento a Dios por todo lo recibido. Se trata de afrontar la vida con generosidad, entusiasmo y ganas de dar lo mejor de nosotros cada día y en cada momento.

Mollá habla de Calidad Evangélica

Con el objetivo de ayudar, que es la única y sencilla finalidad de la espiritualidad ignaciana, Mollá se refirió además al concepto de magis institucional que, “en el contexto de unas instituciones concretas, las educativas, y, además, inspiradas en el Evangelio, tiene que andar por la calidad evangélica.

Y resaltó esa calidad evangélica como el horizonte de toda la comunidad educativa.

En ese sentido, explicó que prefiere la idea de horizonte frente a la de meta porque el horizonte es un punto de referencia y, “aunque sabemos que a lo mejor nunca llegamos, no importa, porque nos ayuda a caminar en esa dirección”.

Sin embargo, la meta es un punto de llegada, que no hace compañeros sino competidores, y es peligroso porque si no llegas, has fracasado, y si llegas, has acabado.

La calidad evangélica entendida, no como la calidad certificada, sino como un “plus”.  Hacer algo distinto a los demás, o, haciendo lo mismo, hacerlo de otra manera.

Igual que el magis personal se sustenta en la consciencia y el agradecimiento por tanto bien recibido; el magis institucional es la calidad evangélica en nuestros centros y escuelas.

Calidad evangélica

Según Darío Mollá, lo que ánima o moviliza en la búsqueda de ese magis institucional es, en primer lugar, la conciencia del valor y la dignidad de las personas que tenemos delante, y a ellas hay que darles lo mejor.

En segundo lugar, es la conciencia del valor del Evangelio que tenemos entre manos y hemos de transmitirlo de la mejor manera posible, con la mayor alegría y el mejor convencimiento.

El ponente enumeró, por último, los indicadores de esa calidad evangélica:

  • El horizonte evangelizador, como punto de referencia de la escuela en sus actitudes, propuestas, modos y no tanto en los contenidos.
  • El discernimiento como concepto de toma de decisiones. Que los grandes principios del Evangelio se apliquen en la toma de decisiones.
  • El acompañamiento en las relaciones humanas en clave de Evangelio. Ocupar nuestro papel dentro de la Comunidad educativa siempre en clave de Evangelio. Se puede ser profesor, coordinador o director de muchos modos.
  • La prioridad que se concede a los más pobres, a los que más lo necesitan.

“La calidad evangélica no afecta tanto al qué como al cómo”, concluyó Mollá.

Árbol de calidad evangélica

Familia Sopeña comprometida con la misión

Un estudio de las Obras Misionales Pontificias (OMP) de España revela que, en un los últimos cinco años, han aumentado un 3,3 por ciento los laicos misioneros en nuestro país, concretamente jóvenes y en familia.

Una excelente noticia para celebrar hoy, Día Internacional de las Familias, según las Naciones Unidas, que siguen considerando la familia como la unidad básica de la sociedad.

Esa implicación de los laicos en la evangelización, en el llevar y dar a conocer a Dios, es esperanzadora también para la Familia Sopeña, consciente y abanderada desde el origen, de la importancia de la misión compartida.

Nuestra fundadora, Dolores Sopeña, ya supo ver la necesidad de realizar un camino compartido entre seglares y catequistas.

Nuestro carisma así lo atestigua y, como dice el director de la OMP y delegado episcopal de misiones en la archidiócesis de Madrid, José María Calderón, utilizando un símil deportivo, los laicos “no son el banquillo de reserva de la Iglesia”.

La misión evangelizadora de las Catequistas Sopeña, consistente en dar a conocer a Dios, especialmente en acercarlo a aquellos lugares y personas que no han tenido la oportunidad de conocerle y, por tanto, de amarle, es fácilmente compartible con los laicos y jóvenes que formamos la Familia Sopeña, en los ocho países en los que tenemos presencia.

La manera propia de realizar el trabajo evangelizador en tres pasos: acogida, promoción humana y anuncio explícito de Jesucristo, mediante la vivencia y la experiencia de la fraternidad, es compartido con el Movimiento de Laicos Sopeña, quiénes viven su cristianismo de forma más activa y solidaria.

Familia en Misión

La Fundación Dolores Sopeña, obra apostólica del Instituto Catequista, ofrece a familias y a jóvenes, la posibilidad de hacer misiones a través de su participación voluntaria en proyectos de educación y formación a personas en situaciones desfavorables, de animación sociocultural, de asistencia profesional, de campañas de solidaridad y campos de trabajo en los países de Latinoamérica donde contamos con comunidad, como «Misioneras en medio del Mundo».

Por el sacramento del Bautismo, el laico está llamado a comprometerse en la Iglesia de la que forma parte, y desde la familia puede ser una excelente opción.