La Navidad misionera

El año pasado por estas fechas, la web de Obras Misionales Pontificias decidió dar voz a través de un precioso reportaje a misioneros que nos felicitaban la Navidad desde sus lugares de misión.

En el reportaje, ideado por el periodista José Beltrán, la Catequista Sopeña María del Carmen Vázquez nos contó su experiencia de su llegada a Cuba, durante su primera Navidad allí.

Ahora, la compartimos en nuestro blog para multiplicar su eco a las puertas de un nuevo periodo navideño.

La intención es, a través del testimonio de nuestra hermana, poner el foco en el original y auténtico sentido de la Navidad.

Un sentido de amor y de luz y, sobre todo de esperanza. Un periodo de agradecer, de rezar, de darse a los demás, de contagiar la alegría de la luz y de la vida compartida, y de practicar la templanza de no sucumbir al consumismo y la superficialidad de estos días.

La experiencia de María del Carmen Vázquez en Cuba, de donde ya regresó, va por ese camino:

“En mi primera Navidad allí, lloré mucho. Impacta ver cómo se va a celebrar el nacimiento de Jesús y todo sigue igual, como si nada. La gente iba a trabajar, los niños acudían con normalidad a la escuela… Ni un solo signo externo. Tampoco podíamos visibilizarlo de puertas para afuera”, rememora sobre su aterrizaje misionero en la isla.

 “Llegamos tres misioneras y nos distribuimos por parroquias. Yo comencé a trabajar con los salesianos en Santiago de Cuba”, relata María del Carmen. Con este mismo entusiasmo, rememora aquella noche del 24 de diciembre “en la que no teníamos nada que llevarnos a la boca, tan solo un huevo frito. ¡Y sin pan para mojar! Pero no me sentí que me faltara algo. Todo lo contrario, fui feliz acercándome a cómo fue esa primera Navidad pobre y sencilla, la de Jesús”.

Pero en medio de la dificultad, un destello: “Decidimos dar un paso adelante, pusimos el nacimiento en la parroquia y empezamos a cantar villancicos. La gente comenzó a llamar a nuestra puerta interesados por lo que hacíamos”. Así, esta misionera del Instituto Catequista Dolores Sopeña se reencontró con la esencia de la Nochebuena.

“Nos faltaba lo material, pero no lo espiritual ni una vida comunitaria que se palpaba en nuestra casa, con los demás religiosos, los sacerdotes y el obispo”, recuerda frente a sus anteriores destinos en Ecuador y Colombia.

Sin embargo, es Santiago de Cuba el lugar que le ha robado el corazón. “Desde que entré en el instituto, siempre quise ir a la misión, pero con el tiempo ya había descartado esa posibilidad y, cuando cumplí 33 años, llegó el envío. Francamente, me sorprendió”, detalla esta consagrada.

Cuba le robó el corazón

Esta misionera señala como punto de inflexión en su estancia en Cuba el viaje de san Juan Pablo II en 1998. “El salto que supuso aquella visita hizo que nos hiciéramos presentes en 21 barrios de la ciudad, desarrollando catequesis para jóvenes y adultos, preparación para sacramentos, llegando a bautizar a personas con 80 años…”.

También la Navidad se vio contagiada por esta apertura: “Aquel año, organizamos un belén viviente y paseamos por las calles del barrio, felicitando a unos y a otros, cantando y dando caramelos”. A pesar de las dificultades que esto generó, siguieron adelante. “Fue impactante ver cómo los más viejos del lugar estaban impresionados a nuestro paso y decían: ‘Igual que antes, si mi madre y mi abuela lo vieran…’”. Además, exportaron una tradición típicamente mexicana: las posadas, que consiste en ir casa por casa recordando aquel periplo de la Sagrada Familia buscando un alojamiento sin éxito.

Navidad en Cuba

 

Todo esto hizo que, de vuelta a España, hace seis años, viviera como “un shock” la llegada del 24 de diciembre: “De nuevo aparecieron las lágrimas, pero con un sentido muy distinto al de aquella primera vez en Santiago. Todo cristiano tendría que pasar por la experiencia de vivir una Navidad misionera, con los sencillos. En mi caso, Cuba se ha convertido en un brasero en el que aparentemente no pasa nada, pero, cuando rascas un poco, sale a la superficie la fe, un calor de verdad que se expande”.

Como decían las palabras que daban entrada al reportaje: “El calor de la comunidad hace olvidar la distancia y la intensa vivencia de la fe en las Iglesias jóvenes sustituye con creces la carencia de bienes materiales y de adornos que inundan estas fiestas”.

¡Feliz Navidad para todos!

JÓVENES SOPEÑA SE FORTALECE

Los Jóvenes Sopeña, uno de los brazos más enérgicos de la Familia Sopeña, se fortalece con nuevos ingresos y con la renovación de varios de sus miembros.

El Movimiento Sopeña Juvenil de Ecuador vivió estos días una ceremonia de ingreso con la incorporación de un grupo, recién concluido su tiempo de preparación para este crucial momento.

Durante la misma celebración, dos nutridos grupos celebraron asimismo la primera y la segunda renovación de sus compromisos, respectivamente.

De la misma manera que para la primera incorporación a Jóvenes Sopeña, la renovación de los compromisos requiere de la preparación y superación de sesiones de formación y de madurez espiritual.

Bajo la atenta mirada de la madre fundadora del Instituto Catequista, la beata Dolores Sopeña, y la frase: “Aquí me tienes dispuesta a todo por tu amor. Permíteme, correr por las calles y barrancos para enseñarles a todos a conocerte y a amarte”, los jóvenes dieron el paso de abrazar un Carisma basado en el servicio humanitario a las clases más desfavorecidas y en la evangelización de la familia trabajadora.

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El carisma Sopeña está arraigado en la sociedad civil también a través de los numerosos seguidores laicos que pertenecen al Movimiento de Laicos Sopeña y Sopeña Juvenil en el mundo. Dos Movimientos abiertos a todos aquellos que quieran dedicar algo de su tiempo a que el mundo sea un poco mejor viviendo su cristianismo de forma más activa y solidaria.

Jóvenes Sopeña representa la versión juvenil del Movimiento de Laicos y es un espacio de formación cristiana y voluntariado, para jóvenes que quieren crecer en su vocación cristiana y su compromiso social.

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