LA HUELLA DE DIOS EN NOSOTROS

La capacidad de amar es la huella de Dios en cada uno de nosotros y, ni las cosas más terribles que hagamos los hombres, pueden variar esa esencia.

María Jesús González, Catequista Sopeña en Loyola (Guipúzcoa) nos recuerda en un artículo para la revista ICONO de los Padres Redentoristas, que a pesar de la dura realidad que nos rodea cotidianamente, el mundo fundamentalmente también está hecho de actitudes y gestos buenos, que revelan la enorme capacidad de amor que tenemos los seres humanos.

Para ella creer, la fe, se parece a soñar, porque es acercarse al mismo sueño de Dios, a su proyecto más querido, que no es otro que la plena felicidad de sus hijas e hijos, al conocerle y reconocerle como Padre.

Los gestos de amor, las actitudes de entrega y generosidad hacia los demás, nos producen una gran satisfacción “porque brotan de los más original de cada uno, de lo mejor de nosotros mismos”.

Es más, esa satisfacción y esa alegría se proyecta más allá y nos estimula a hacer el bien a nuestro alrededor. Dejando nuestra huella.

Por aquí os dejamos este interesante artículo completo:

CREER PARA SOÑAR

Sacando a flote mis convicciones más profundas como creyente, os ofrezco unas reflexiones muy sencillas, obvias para muchos de vosotros. A mí me ayuda refrescarlas.

Parto de la realidad que todos palpamos, pero me lleva tan lejos que ya no sé si creo o sueño. En realidad, creer se parece a soñar, porque es acercarse al mismo sueño de Dios, a su Proyecto más querido: la plena felicidad de sus hijos, los seres humanos, que consiste en conocerle como Padre. Por este Proyecto lo dio todo, hasta su propio hijo único, para que nos lo diera a conocer y nos enseñara a vivir como hermanos.

Han pasado miles de años y, nosotros hoy, todavía vivimos inmersos en una situación de agresividad y violencia extrema, de grandes peligros y dificultades que afectan a todo el Planeta. No es necesario describirlas. Noticias y escenas nos conmueven y nos parece casi imposible tanta maldad o tanta indiferencia ante las enormes desigualdades y sufrimientos, evitables, que conocemos.

Injustas desigualdades

Por un lado, las maravillas de la ciencia y de la técnica, la satisfacción de toda clase de necesidades, el alto nivel de bienestar y de lujo para una minoría y la pobreza suma y la falta de oportunidades para millones de seres humanos. Las guerras, las diversas persecuciones, las sequías y falta de alimentos los obligan a emigrar.

Todo esto tiene una causa: el egoísmo y la avaricia desmedida del ser humano mismo. Nosotros lo producimos, en distinta medida, siendo más responsables los que tienen en su mano las grandes decisiones.

El hombre es un lobo para el hombre“. La Historia nos demuestra que este dicho tiene mucho de verdad; pero podríamos aclararlo más así: Cuando el hombre es lobo para el hombre, ya no es hombre sino lobo. Se ha deshumanizado.

El hilo de mi reflexión continúa y me animo a ir un poco más lejos, al fondo del corazón humano, atravesar la dura corteza de egoísmo y soberbia para encontrar la bondad, la compasión, la ternura y la posibilidad de amar.

huella de amor

Dios nos creó a su imagen y dejó en el ser humano su preciosa huella indeleble. “Vio Dios cuanto había hecho y todo estaba muy bien”. Sabemos lo que pasó después… el pecado, el desastre. Pero ese pecado no borró su imagen en el ser humano porque es lo que nos constituye. Sí. Esa imagen quedó alterada, desfigurada, oscurecida, a veces invisible, pero conserva algo, como un rayito de lo más propio de Dios: la capacidad de amar.

Oasis de amor

Y los efectos de esa huella divina se hacen presentes. No son teorías o sueños, son hechos. Como en medio de un desierto, emergen pequeños oasis de verdor que nos reconfortan y muestran un camino. Tantos gestos humanitarios preciosos, tantas solidaridades invisibles, tantos servicios desinteresados, tantas generosidades excesivas, tantos heroísmos, no siempre conocidos. De todo esto quizá sabemos menos, pero ¡ahí están! y tienen efectos.

El primero se da en nosotros mismos. Estas actitudes y gestos nos producen una inmensa satisfacción porque brotan de lo más original, de lo mejor de nosotros mismos. Sentimos que nos construyen, nos proyectan más allá de nosotros mismos, nos animan, nos alegran.

También efectos a nuestro alrededor porque estimulan, motivan a hacer el bien. El bien produce bien, así sea imperceptible, nada se pierde, tiende a multiplicarse, es difusivo. Podríamos compararlo con el fuego, que en este momento tenemos tan presente. Basta una chispa para producir un gran incendio.

Por contraste, podemos considerar los efectos de las actitudes y comportamientos egoístas. No satisfacen, producen un placer superficial y pasajero que acaba en una enorme frustración a la que no logramos poner nombre. El insaciable deseo de bienes materiales y poder, la venganza, la falta de perdón, la indiferencia, la arrogancia, la envidia, dejan un inmenso vacío y un sabor amargo. Deshumanizan, destruyen por dentro y producen sufrimiento en otros.

Alerta ante las tentaciones

Nadie está libre del todo de estas tentaciones, son muy atractivas; pero sí podemos estar alerta para no caer en sus propuestas y detectar pronto, antes de que sea demasiado tarde, las redes que pueden envolvernos. Es esencial cuidar que no se erosione la libertad.

El panorama mundial es difícil, pero no debe desanimarnos. Tenemos un gran recurso: la huella de Dios en nosotros: la capacidad de amar.  Puede parecer un perfecto disparate pensar que cada uno puede influir.  Sin embargo, influimos, porque estamos profundamente conectados más allá de nuestro entorno y, de alguna manera, todo repercute en el conjunto. No tenemos instrumentos para medirlo, pero la fuerza del amor existe, “las aguas torrenciales no podrán apagar el amor…”, ni el humano y mucho menos el divino que es su espíritu y nos alienta y nos sostiene, porque nada hay imposible para Dios.

Cuidemos nuestro corazón, nuestros sentimientos, nuestro respeto profundo a los demás, a todos, nuestro deseo de hacer el bien, reconociendo que todos somos hermanos, tenemos un mismo origen y un mismo fin.

Qué gran ideal el que movió a Dolores Sopeña: “Hacer de todos los hombres una sola familia en Cristo”. De otra forma, sería imposible.

 

RENOVAR EL COMPROMISO DE CONSTRUIR EL REINO EN MISIÓN COMPARTIDA

Laicos, laicas y Catequistas Sopeña, la Familia Sopeña, celebró el pasado fin de semana en Barcelona el XXXIII Encuentro Peregrinación, donde renovó su compromiso de construir el Reino de Dios en misión compartida, como ya intuyó Dolores Sopeña hace más de un siglo.

Miryam Ávila, Superiora General del Instituto Catequista Dolores Sopeña, constató en su ponencia que, mientras que algunas personas creen que es tiempo de los laicos, para ella es “el tiempo de todos”, de personas laicas y consagradas, “en tanto que la llamada a construir el Reino de Dios nos atañe a todos”.

Compromiso de familia

La motivación: “Voy a pescar. Ellos le dijeron: Vamos nosotros también contigo. Fueron, y entraron en una barca” Jn 21, 3.

Y sobre esta idea, que no es novedad para la Familia Sopeña ni para nuestro Carisma, Miryam Ávila insistió en que la Misión en los Espacios de Acción Sopeña (Escuelas, CEPAS y diversas acciones pastorales) tiene sentido “si funcionamos como una verdadera comunidad evangelizadora, es decir, somos seres de comunión, encuentro, manos unidas, proyectos compartidos y caminar de la mano  hacia un mismo fin”.

Este Encuentro de Laicos, laicas y Catequistas Sopeña, con el lema “Una Misión, dos vocaciones”, se diseñó con un sentido de camino, de peregrinación y así se ha celebrado.

Las más de 150 personas asistentes pudimos recalar en Barcelona, donde Dolores Sopeña llegó en 1905, decidida a expandir por allí su Obra, así como en el Monasterio de Santa María de Montserrat, abadía benedictina situada en la montaña de Montserrat, y la Cueva de Manresa, en la ciudad cuna de la orden jesuita, lugares que las circunstancias convirtieron en emblemáticos para ambos Carismas.

Cova compromiso

Se trataba de compartir la alegría del encuentro, la comunión y la oración y andar un camino que ya anduvieron otros muchos miles de personas antes que nosotros y los que vendrán después.

También sirvió este recorrido para beber de sus fuentes de inspiración y conocer un poco más y mejor las motivaciones de Dolores Sopeña y de San Ignacio de Loyola, algunos siglos antes.

El camino nos ha invitado a escuchar lo que a través de sus itinerarios interiores y exteriores Dolores e Ignacio nos han querido comunicar.

Además, el programa incluyó una interesante ponencia a cargo del jesuita Patxi Álvarez de los Mozos, quién nos ofreció sugerencias y propuestas para nuestra misión apostólica en los Centros Socioeducativos Sopeña, poniendo el acento en la construcción de sociedades inclusivas y sostenibles y en la formación de personas conscientes, libres, compasivas y creativas.

Miryam Avila compromiso

LAICOS Y CATEQUISTAS HACEMOS CAMINO EN BARCELONA

Laicos y Catequistas Sopeña retomamos este fin de semana próximo en Barcelona el XXXIII Encuentro Peregrinación siguiendo los pasos de Dolores Sopeña en la capital catalana, en el Monasterio de Santa María de Montserrat, abadía benedictina situada en la montaña de Montserrat, y la Cueva de Manresa, en la ciudad cuna de la orden jesuita.

Nuestra fundadora, a su vez, siguió a principios del siglo XX, concretamente en 1905 y 1906, los pasos de Ignacio de Loyola, quien marcó en ella una intensa espiritualidad ignaciana, con la intención inicial de realizar los Ejercicios Espirituales.

Los caminos, los senderos, los pasos que nos precedieron y los que nos sucederán, serán elementos en torno a los que girará este encuentro de la Familia Sopeña, que es consciente de la grandeza de una misión compartida desde dos compromisos vocacionales diferentes.

Nos reuniremos más de 150 personas con el objetivo también de compartir la alegría misma del encuentro, la comunión y la oración, así como gustar y sentir la novedad del Carisma Sopeña y visitar lugares significativos para Dolores Sopeña: Barcelona (1905), Montserrat (1906) y Manresa (1906), donde nos alimentaremos también de sus fuentes de inspiración.

Los frutos de este encuentro fraternal los iremos viendo y contando próximamente. Podéis seguir pendientes de nuestros perfiles institucionales en las redes sociales y en esta misma web.

Encuentro Barcelona

EL LIDERAZGO DESDE EL EVANGELIO

Lejos del mundo empresarial y del profesional, Javier Castellanos Reyes, Laico Sopeña en Quito (Ecuador) nos comparte otras formas de liderazgo, más cercanas a ese gran líder que fue Jesús hace más de 2000 años.

Desde su experiencia, plasmada en un artículo para la revista ICONO, él conoció allá por su adolescencia y como miembro de los Jóvenes Sopeña en Ecuador una forma de guiar, de ser líder, muy empática y cercana, que llevada a cabo por las Catequistas Sopeña.

Era y es una forma de acompañar y de mostrarse como líder desde el Evangelio y, desde luego, impregnado del Carisma Sopeña, “potenciando los dones que teníamos cada una de las personas que nos encontrábamos allí y en ese momento”, explica Javier Castellanos.

Puedes leer aquí el artículo:

 

LIDERAZGO EN EL MUNDO ACTUAL

En tu empresa, organización, institución, tú eres ¿jefe o líder?; qué necesita el mundo actual ¿jefes o líderes?; quizá antes no nos cuestionábamos esta disyuntiva, simplemente en las empresas había jefes y empleados. También ha ocurrido que en diferentes épocas han existido notables personajes que han liderado grandes transformaciones en el mundo, pensemos que hace más de 2.000 años existió un ejemplo que guardaba todas las características de un auténtico líder. Su nombre era Jesús.

 ¿Jefe o Líder?   

 Hasta finales del siglo XX las estructuras organizacionales tenían un enfoque vertical de administrar las empresas; es decir, existían mandos jerárquicos, mandos intermedios y manos operativos como por ejemplo una clásica estructura: Director, Gerente, Sub Gerente, Jefe Regional, Jefe de Zona, Jefe de Sucursal, Jefe de Departamento, Operarios; estas estructuras eran poco flexibles a los cambios; y, principalmente, derivaban en procesos altamente burocráticos que cargaban de ineficiencias a las industrias. En este entorno organizacional de enfoque de administración vertical el papel del jefe se enmarcaba en asignar una tarea a un empleado y vigilar que sus órdenes se cumplan estrictamente.

Una consecuencia directa era que el talento humano no era reconocido como la pieza clave de las instituciones; por lo tanto, no se tenía una cultura de promover el desarrollo del colaborador, potenciando sus habilidades y conocimientos, inclusive motivando la parte creativa que aporte a la innovación, lo que en la actualidad es el factor de crecimiento cualitativo en las empresas.

Nuevos estilos de liderazgo

Los nuevos desafíos de innovación tecnológica, de productos, de servicios, entre otros, han derivado en que el clásico rol de “jefe” esté siendo sustituido por el rol de “líder”; el cual ya no basa su potencial únicamente en sus conocimientos, sino que además debe tener inteligencia emocional, creatividad, pensamiento estratégico; y un conocimiento claro de la misión y la visión de la empresa.

Antes se pensaba que los altos directivos debían estar completamente alejados de los pequeños detalles; y que, únicamente debían permanecer inspirados en lo alto de la montaña, planificando la estrategia y recibiendo retroalimentación de la alta gerencia; nada más alejado de la realidad, se ha demostrado que los grandes líderes empresariales son aquellos que conocen y comprenden la integridad del negocio, a su gente y a su entorno. Por lo tanto, se reconoce que juegan un rol importante para que las cosas se ejecuten, se lleguen a realizar.

Adicionalmente, ahora se han acentuado los ambientes colaborativos en el que las estructurales empresariales están cambiando de una relación vertical a una relación más horizontal, los equipos ya no se forman por silos de conocimiento o expertos en algún tema, sino por equipos multidisciplinarios expertos en diferentes áreas del conocimiento; y, además, con un alto potencial para desarrollar sus habilidades blandas de innovación y creatividad.

Sembrando el liderazgo cristiano

 Recuerdo en mi adolescencia cuando estaba en el grupo juvenil y, claro, como en toda organización, nombrábamos a nuestro coordinador, pero además estaban los colaboradores adultos laicos que ayudaban en la formación de los jóvenes adolescentes; y, también recuerdo con mucho cariño que estaba la Catequista Sopeña, quien lideraba las sesiones y actividades en general que hacíamos los grupos juveniles.

Liderazgo de Jesús

Empecé a notar en estos grupos juveniles algunos rasgos que se evidenciaban de manera natural, sin recurrir tanto a la teoría empresarial que, años después, me tocaría aprender. Me permito comentarles alguno de estos rasgos.

A nuestra Catequista Sopeña nunca la observé dando órdenes, por el contrario, nos guiaba para formarnos y conocernos a nosotros mismos, nos cuestionaba si los valores negativos que nos ofrecía la sociedad realmente valían la pena apostar por ellos, creo que con todo esto trataba de mostrarnos las enseñanzas del evangelio.

Sin duda, lo que más nos impactó fue su ejemplo, su testimonio de vida, un fuego que quedó en nuestros corazones, pensábamos que Jesús también debió haber sido una persona de ejemplo, de guiar, de mostrar el camino, de hablar con asertividad sin herir a nadie, potenciando los dones que tenían cada uno de sus discípulos, el tipo de liderazgo que Él les estaba dejando tenían que replicarlo en cada Comunidad a la que fueran por todo el mundo.

También recuerdo con mucha nostalgia nuestros encuentros juveniles, estos espacios fueron una oportunidad de aprender cómo se llevaba la coordinación en otras ciudades, y mi sorpresa fue que era muy similar, es decir, este liderazgo en el fondo estaba acompañado de una Carisma de una forma de vivir en Comunidad, el Carisma de la Comunidad Sopeña.

Liderazgo y cambio

La época actual es de constantes cambios, por aquello de los nuevos estilos de liderazgo empresarial; y, particularmente el liderazgo cristiano debe también ser ágil y adecuarse a estos cambios.

Tenemos que llegar a más jóvenes que, ante la necesidad de alguien que guíe su vida, muchas de las veces caen en manos de las pandillas juveniles donde ciertamente se ejerce un liderazgo negativo lleno de antivalores. También en las empresas los adultos son guiados por falsos líderes, por el camino fácil de la corrupción; nosotros quienes hemos tenido la valiosa oportunidad de recibir la mentoría de grandes líderes cristianos y líderes empresariales tenemos la obligación de ser los embajadores del cambio en el mundo del trabajo, en nuestros barrios, en nuestra Comunidad, buenos líderes cristianos en el mundo actual.

 

DIOS ES EXPERTO EN INVITAR

Una invitación nos llega al corazón. No es necesario que lo que nos llega sea el qué, sino muchas veces, el cómo nos inviten o quién nos invite. Dios es experto en invitar.

En eso creo que estaremos de acuerdo con Eloísa Barcia, Catequista Sopeña en Santiago de Chile, quien nos comparte en su artículo “Una invitación inesperada” para la revista ICONO, una anécdota de Dolores Sopeña sobre la importancia que tiene la forma de invitar para conmovernos y aceptar esa invitación.

Como decíamos, Dios es experto en invitar y, en esa ocasión, la de la anécdota, nuestra fundadora invita mirando a los ojos, poniéndose a la altura del pescador. Claramente, es Dios quien le invita a través de ella, de Dolores Sopeña, y directamente le habla al corazón.

Aquí se nos propone convertirnos todos en mensajeros de esa invitación tan especial.

Puedes leer toda la historia aquí:

 

UNA INVITACIÓN INESPERADA

Estamos inmersos en un mundo de invitaciones. Las hay de todas clases, tamaños, formas, colores e intenciones. Está en la persona invitada “aceptar o no aceptar”.

Para invitar, puede ser adecuado un guiño de ojos, un movimiento de cabeza, una sola palabra. Sin embargo, y desde siempre, la invitación se puede presentar de manera más formal, como las invitaciones en tarjetas con letras góticas en dorado, en negro, en pergamino, en papel blanco, beige, en colores variopintos. También, las hay modernas, actualizadas y amigables con el planeta, como las de materiales reciclables y naturales. Y no se pueden quedar fuera las virtuales.

Invitaciones en la Biblia

La Biblia está llena de invitaciones que conmueven, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Imposible hacer un listado de ellas, aunque puede ser una tarea interesante.

Dios Padre es experto en invitaciones, aunque casi siempre lo hace a través de mensajeros. Ahí tenemos a María, tranquila en Nazaret, cuando se le aparece un ángel enviado por Dios que la saluda muy cariñosamente y la invita a aceptar lo impensable: ser madre del Hijo de Dios. Y María, humildemente, acepta.

Nos sorprende la propia voz del Eterno Padre que se escucha invitando directamente: “Este es mi Hijo Amado: escuchadle”.

Ahora, las invitaciones de Jesús no se quedan atrás: “Si quieres, ¡Sígueme!”; “Vengan a mí los que estáis cansados y agobiados”; “Pedid y recibiréis”. A Juan y a Andrés, cuando le preguntan dónde vive, Jesús les responde: “Venid y lo veréis”.

Evangelizar es sinónimo de invitar

A propósito de esto, recuerdo con emoción y cariño una anécdota que la Beata Dolores Sopeña relata en su Autobiografía, texto escrito a mano por obediencia a su director espiritual, dejando constancia al inicio de su porqué, y firmado con puño y letra, como queriendo resaltar razón de ello: “Dedicado a mis hijas para su enseñanza”.

Nos narra Dolores con su sencillez característica, que, en Sanlúcar de Barrameda, provincia de Cádiz, acompañada por un grupo de señoras, comienza la propaganda para los Centros. Allí se encuentra con un pescador cansado de su faena de toda la noche, sentado en la playa cosiendo sus redes.

“Las señoras que venían conmigo a la propaganda se quedaban asombradas; a un pescador que estaba remendando sus redes tendido en el suelo, sin permitirse levantar la cabeza para oír lo que le decíamos, me bajé yo al suelo para verle la cara y decirle muy callandito que yo le esperaba sin falta… Me miró y me contestó:

—Sin falta allí me tendrá usted”.

Veamos la escena: el pescador está cansado, no sabemos si pescó mucho o no, pero como buen pescador, a pesar del cansancio, remienda sus redes para la faena de la noche siguiente. Seguro no le interesa que le vengan a molestar, y mucho menos unas señoras desconocidas. Dolores tiene una misión, una misión que Dios le ha marcado a fuego en su corazón: darlo a conocer a quienes no le aman porque no le conocen. Entonces, se acerca, se abaja a su altura, es para él el mensaje, es para él la invitación.

Siguiendo con Dolores en su Autobiografía, nos relata la reacción del pescador.

“Se puso de pie para despedirnos y las señoras se quedaron admiradas. Decían que si yo tenía algún secreto mágico, que habían notado unos cambios de fisonomía tan distinta de cuando empezamos a hablar con ellos a cuando nos despedimos”.

El pescador recibe la invitación, no sabemos lo que Dolores le dijo, cómo le invitó, solamente cuenta que se bajó a su altura, le dijo algo secreto, muy “callandito” y, además, que lo esperaba. Algo especial entró en el corazón del pescador, algo que lo sacó de su cansancio y de su rutina, de tal manera impactado que “se puso de pie para despedirnos”, “sin falta allí me tendrá usted”. He aquí la respuesta a la invitación.

Invitación de dios

El secreto de esta invitación

¿Qué le dijo Dolores al pescador que lo cambió totalmente?

“Y como mucho insistiesen las señoras en que les contase en qué consistía ese secreto, les dije que sí lo tenía, y era que en el momento de hablar con ellos los metía en el Corazón de Jesús y yo les hablaba al oído, pero el Corazón Divino les hablaba al suyo; y en esto consistía el cambio tan radical que se notaba en sus fisonomías…”.

Hoy diríamos que Dolores nos revela el formato de su invitación: mirar a los ojos, abajarse, meterlos en el Corazón de Jesús, y que Él hable “callandito” a través de ella.

Luego, el secreto de Dolores es una clave mágica: meterlos en el Corazón de Jesús y que sea Él mismo Jesús quien les habla al corazón. ¿Sencillo? ¡Sublime!

Dios y sus mensajeros

Dios nos sigue invitando a la verdadera felicidad, a la plenitud total, al goce de su infinito amor para toda la eternidad.

Dios, como “especialista en invitaciones”, tiene muchas maneras de hacerlo, pero quiere mensajeros – tú y yo – que, como Dolores, hagamos posible llegar su invitación. Él la transmitirá a través de nosotros, si le permitimos. Ahí tenemos una forma y un “secreto”.

El mensaje es de Jesús; nosotros, sus mensajeros. ¡Invitemos a conocer a Jesús!

JÓVENES, ESPERANZA DE UNA IGLESIA VIVA

El Papa Francisco, en un viaje a Bahréin en noviembre del año pasado, nos recordó que necesitamos a los jóvenes. La sociedad necesita de su alegría y su pizca de locura, de su creatividad, su valentía y sus sueños.

Coincide en esto Alfonso Muruve, sacerdote en los Centros Sopeña Sevilla, tal y como nos cuenta en el artículo para la revista ICONO y que reproducimos a continuación.

Acostumbrado desde hace veintiséis años a trabajar, junto a las Catequistas Sopeña, con jóvenes que reciben formación integral en los dos Centros Sopeña de Sevilla, considera que acompañar a la juventud no es solo necesario, sino que es mucho más. Es oportunidad y reto.

“Tenemos que hacer que alumnas y alumnos sientan que son la esperanza de un mundo mejor y de una Iglesia viva”, apunta Alfonso Muruve en su texto.

ACOMPAÑAR A JÓVENES: OPORTUNIDAD Y RETO

Son veintiséis los años que llevo en la docencia en el centro de formación de la Fundación Dolores Sopeña en Sevilla (cosa que agradezco enormemente) y creo que acompañar a los jóvenes, no solo es necesario, sino una oportunidad y un reto.

Empiezo por lo positivo que se descubre en la juventud, que a diferencia de otras épocas no siempre se resalta, ya que en muchas ocasiones nos quedamos con los comentarios y noticias que afean a la juventud actual.

alfonso con  jóvenes

Los jóvenes con los que me encuentro en el aula son creativos, sinceros y abiertos a una palabra y a reflexiones de las que están ausentes. Los alumnos que llegan a nuestro Centro Sopeña para formarse profesionalmente, en su mayoría, han decidido estudiar el ciclo en el que están, lo que muestra un interés por lo que estudian y un cambio en sus vidas, que les favorece crecer no sólo académicamente, sino también madurar.

Destaco con palabras del Papa Francisco que a “los jóvenes, los necesitamos, necesitamos su creatividad, sus sueños y su valentía, su simpatía y sus sonrisas, su alegría contagiosa y también esa pizca de locura que saben llevar a cada situación, y que ayuda a salir del sopor de la rutina y de los esquemas repetitivos en los que a veces encasillamos la vida”. (Viaje apostólico a Bahréin, 5 /11/2022)

Acompañar como oportunidad.

Así entiendo el acompañar a nuestros jóvenes hoy. Una oportunidad. Nuestro Centro Sopeña, quiere y trabaja por carisma e ideario, no sólo formar académicamente, profesionalmente, sino humanamente a nuestro alumnado. Una formación humana que haga que nuestros alumnos y alumnas sientan que “son la esperanza de una sociedad mejor, de una Iglesia más viva”, que “son el presente y el futuro”. Que “no tengan miedo de su juventud, que no dejen que sus fragilidades los paralicen, que no se resignen a la idea de ‘que de todas formas no podemos hacer nada’. Todo el mundo puede y debe hacer su parte.” (Papa Francisco a los jóvenes italianos, 18 de abril de 2022).

Acompañar desde el carisma Sopeña es ayudar y colaborar a que los jóvenes sepan despertar lo bueno que tienen, sus dones y cualidades. Que descubran su vocación y den consistencia a sus vidas. Acompañar es ofrecerles un hombro en el que apoyarse en sus situaciones difíciles y una mano amiga para subrayar lo bueno. Significa salir al encuentro de sus personas y situaciones, para que sientan cercana nuestra presencia.

Alfonso aula jóvenes

Acompañar es la oportunidad de enriquecerse con la creatividad y alegría, que los jóvenes expresan.

En el día a día de mi presencia en el aula, se descubren situaciones muy difíciles que están viviendo los jóvenes, situaciones familiares que les desbordan. Críticas sociales que les van minando su esperanza. La situación laboral que esperan no es muy favorable y todo esto hace que haya decepciones y frustraciones en muchos de nuestros jóvenes. Esto y otras situaciones hacen urgente el acompañar personas y procesos.

Acompañar como reto.

Todo reto es apasionante y nos invita a buscar las herramientas necesarias para poder conseguir lo que se plantea.

Estar con jóvenes es un continuo reto ya que en la etapa educativa en la que se encuentran no están, en su mayoría, con una personalidad definida. Esto nos reta a buscar la manera más adecuada para que se les ofrezca un camino con argumentos.

Es un reto acompañar, ante la gran indiferencia que encontramos en muchos jóvenes. Parece que todo les da igual y es difícil despertar interés en aquello que ha de ser fundamento en sus vidas, personal, social y laboralmente.

Es un reto acompañar ante la falta de esperanza que se respira en la sociedad. En nuestro caso, como ya citaba anteriormente se sitúan ante un mundo laboral difícil y unas condiciones de vida complicadas.

Es un reto acompañar desde su lenguaje verbal, no siempre educado y con dificultad en la expresión, que no es fácil de entender y de compartir. No sólo desde lo académico, sino sobre todo desde un lenguaje con el que han de afrontar el mundo laboral y su presencia social.

Es un reto acompañar, desde la presencia permanente de las redes sociales que informan, pero que a la vez deforman. Unas redes sociales que distraen de lo fundamental y que sustituyen a un lenguaje presencial. Unas redes sociales que hacen del aprendizaje un pegar y copiar y no llevan a una reflexión personal.

Es un reto acompañar desde la inmediatez que no genera espacios de reflexión y contraste en las decisiones y formas de vida. Todo para el momento y en el momento. Es urgente lo innecesario y se pospone lo necesario en el plano personal y social.

Oportunidad y reto, actitudes y disposición positiva que acompañan mi presencia en el aula, para colaborar en la construcción de buenas personas y buenos profesionales con el perfil Sopeña.

FELIZ NAVIDAD Y SOLIDARIO 2023

Las Catequistas Sopeña llegamos a esta Navidad fijándonos una vez más en la bella narración del Nacimiento de Jesús y en los valores que nos transmite.

Vemos el Nacimiento en el establo de Belén, hacia donde la Estrella, la luz, guio a todos, y vemos familia y su fortaleza; vemos dificultades y frente a estas, esperanza; vemos solidaridad entre los humildes, entre aquellos que menos tienen, pero más se ayudan.

Si nos fijamos un poco más, asistimos a las tiernas caricias de la madre hacia su hijo, el cuidado del Padre y su protección, y la grandiosidad de la naturaleza, representada en unos animales que dan calor y hacen más cómodo el hogar.

Esto nos recuerda nuestro deber, como cristianos, de esforzarnos en cuidar esa Naturaleza, don de Dios, la Casa Común que nos aloja a todos.

Esa diversidad ante el Niños Dios en el Portal de Belén nos habla también de la gran familia que formamos, como hijos de un mismo Padre y nuestra corresponsabilidad para con la familia.

No son tiempos fáciles ahora, y casi nunca lo son, pero esas dificultades, como las que tuvieron María y José en la búsqueda de un lugar seguro y cómodo para acoger la llegada de El Salvador, nos vienen también a recordar que en tiempo de Navidad hay que andar despierto ante las necesidades y las incomodidades de nuestro alrededor.

Y mirarlo todo desde los ojos de la humildad, porque ser humilde ante la generosidad de quien viene a salvarnos, es el verdadero sentido de la Navidad.

SER DOCENTES CRISTIANOS

Aquel que encuentra su vocación en la vida, la misión que Dios ha dejado en nuestro corazón, puede sentirse verdaderamente agradecido y afortunado.

Esos son los sentimientos de Lola y Lourdes, dos hermanas, Laicas Sopeña y docentes en los dos Centros Sopeña en Sevilla, quienes sienten esa alegría de quién está en el lugar correcto, en ese pequeño lugar en el mundo que Dios creó para cada uno de nosotros.

Ellas se sienten llamadas a ser fermento, junto a las Catequistas Sopeña y otros laicos, en una sociedad muy, muy necesitada de escuchar sobre la Buena Noticia.

Y en su caso, como docentes y de forma testimonial, para llevar esa Palabra de Dios y la construcción de su Reino, a las aulas, donde decenas de oídos y corazones jóvenes, quizás, aún no lo conocen.

Así nos lo cuentan en este artículo para la revista ICONO, que dejamos completo por aquí.

LA VOCACIÓN DEL LAICO

Los laicos, una vocación llamada a anunciar la alegría de la fe a toda la sociedad y en especial a los más necesitados.

Descubriendo nuestra vocación

Todos/as tenemos una misión en la vida, algo que hacer, algo que decir, algo que ser. Sabíamos que el Señor tenía un plan para nosotras, para la vida de cada persona, una vocación y nos inquietaba descubrirla. En nuestro proceso de búsqueda, participábamos en grupos de fe, voluntariados y, gracias a una colaboración, conocimos la obra Sopeña en Sevilla; al entrar en contacto con la comunidad de Catequistas Sopeña y sus centros, recibimos una acogida especial, llena de confianza, cariño, cercanía, donde el testimonio de vida se hacía realidad. Conocimos centros abiertos, llenos de vida, alegría, donde nos acompañaron en nuestro discernimiento y formación en valores de fraternidad, servicio y compromiso, “el amor debe ser práctico, con obras”. (D. R. Sopeña, MGM, p. 56).

Es en este clima de familia de los Centros Sopeña, donde nos enamoramos de la Obra de Dolores, nuestra fundadora, donde experimentamos un encuentro personal con Jesús, con su vida, su compromiso y testimonio como expresión del amor del Padre. Sabiendo siempre que Él «nos primerea”, nos encuentra y nos llama (Evangelii gaudium, 24). Allí nos hizo sentir su llamada, encontramos y descubrimos nuestra verdadera vocación, sentimos la llamada a ser laicos comprometidos, allí encontramos la oportunidad de trabajar por un mundo más justo y humano, desde nuestra labor cómo docentes cristianas. “La Misión fundamental del laico es actuar desde las propias instancias de la sociedad, siendo su compromiso fundamental, ser fermento y transformar esa realidad desde la Buena Noticia del Reino” (Evangelii gaudium, 31).

Instrumentos en Manos de Dios

La misión del laico

Fuimos sintiendo que nuestra misión está en comprometernos en el mundo y desde el mundo, desplegando nuestras capacidades en la vida familiar, social y profesional. Cómo Laicos Sopeña, somos corresponsables en llevar los valores cristianos al corazón de la sociedad. Poco a poco, descubrimos nuestras vidas como llamada, la vida de unos laicos y unas catequistas, convocadas a dar a conocer a Jesús a aquellos que no lo conocen, “Ganar almas a granel, buscar almas sin tregua ni descanso” (D.R. Sopeña Tesoro, 175).

Así hemos crecido en misión compartida, nacida del don gratuito de una vocación, de la experiencia que hemos tenido de sentirnos amados y enviados. Ambas vocaciones, catequistas y laicos, nos complementamos, compartiendo carisma, espiritualidad y misión, comprometidos juntos con la Iglesia en un proyecto evangelizador. Sentimos la Misión cómo propuesta común, tarea para todos/as, nos convoca, nos lleva a un modo de actuar en comunión, es reflejo de afectos, de confianza, sentido de pertenencia, de familia, es punto de encuentro, de camino conjunto que el Señor nos ha confiado.

En medio del mundo

Hoy, después de más de 30 años de pertenecer a esta familia, somos felices con nuestra vocación y damos gracias al Señor. Los Laicos Sopeña estamos llamados a responder con creatividad a las nuevas necesidades sociales, para dar respuesta a los desafíos del mundo actual. Trabajamos para favorecer la dignidad de la persona, la promoción y luchar por una mayor equidad e inclusión social, con un modo de hacer propio de nuestro carisma: saliendo al encuentro del otro, dando testimonio de amor cristiano, reconociendo a las personas cómo terreno sagrado, ganándoles el corazón.

Laicas Docentes

Podríamos compartir muchos momentos de encuentro con el Señor en tantos rostros que pasan por nuestras vidas, en el acompañamiento de esos procesos de crecimiento y de descubrir vocaciones que nuestra labor nos brinda. Encuentros transformadores que se manifiestan en las caras de felicidad del alumnado, después de una convivencia, de un encuentro juvenil, de una campaña, de un trabajo en clase, de una charla con ellos. Inquietudes que les movilizan, les hacen crecer, participar del miércoles de ceniza, de catequesis, ayudar en el banco de alimentos…. Emociones vividas cuándo se acercan y te dicen: no estoy bautizado, no he recibido mi Primera Comunión, puedes ayudarme. Tardes de gozo en la Sta. Iglesia Catedral cuando reciben el Sacramento de la Confirmación. Alegría al verlos graduarse y al encontrarlos un tiempo después cuando te dicen: ¡cuánto me acuerdo de los consejos que nos disteis! ¡cuánto me ha ayudado en la vida lo que recibí de vosotros! Huellas difíciles de borrar en sus vidas, porque han sido encuentros transformadores con el Señor.

La Iglesia hoy sigue teniendo la misma misión que el Señor nos encomendó: “Id por el mundo y proclamad el Evangelio” (Mc. 16). Esa misión es un llamamiento a todos los bautizados. «Hoy más que nunca se necesita un dinamismo misionero que lleve sal y luz al mundo» (Evangelii gaudium, 81).

Hoy más que nunca necesitamos laicos que brillen con el testimonio de su vida, fe, esperanza y caridad. “No os desaniméis, seguir sembrando y Dios hará el resto” (D.R. Sopeña Tesoro, 869).

LA MUERTE SE NOS OLVIDA

Cuando nos acercamos al otoño de nuestra vida y la muerte aparece en el horizonte, aunque la hayamos tenido presente, aunque creamos en Jesús y en la Resurrección, tendemos a olvidar ese momento inevitable.

En un artículo para la revista ICONO, Ángela Franco, Laica Sopeña en Bogotá (Colombia) nos recuerda que debemos estar preparados para el transcurrir del tiempo y, si no escondemos la Luz que nos alimenta, podemos recuperar su consuelo.

En su opinión, “pensar en la muerte no es más que traer a La Divinidad a nuestras vidas, traer el Silencio, el Amor y la Luz”.

De nuevo, en el inicio de este mes de noviembre, que comienza con los Santos y los Difuntos, evoca las palabras de nuestra fundadora, la Beata Dolores Sopeña, que en el momento de su agonía expresó: “Qué hermoso es irse al Cielo sonriendo”, satisfecha por el deber cumplido.

Por aquí os dejamos el artículo completo.

LA SABIDURÍA DE LA HOJA QUE CAE

Ha pasado el tiempo, llega el otoño y un viento leve provoca que desciendas de las ramas. Tú no protestas, lo dejas ser en ti y a ti en él… Caes… Es hora.

Los seres humanos nos debatimos entre lo humano y lo divino. No como Jesús, ni más faltaba, como los seres humanísimos que somos, que tienden a lo divino.

La inexorabilidad del paso del tiempo, aunque somos seres del tiempo, nos deja siempre pasmados. En general, casi nadie está preparado para su transcurrir, tenga su dimensión espiritual desarrollada o no. El nocaut (knock-out) de la realidad, a nosotros, grandes luchadores, nos toma por sorpresa y creemos perder no solo un round, sino la pelea completa de nuestras vidas. Sin embargo, ciertamente, conocemos la verdad.

La Verdad a voces

La voz de nuestro Padre es silente, la voz del Hijo es amorosa y la voz del Espíritu Santo es resplandeciente. El Silencio es socavado por el ruidal de este mundo, es aplastado con tanta intensidad que vivimos abrumados por el tránsito, ahogados por el excesivo contacto con la gente, reventados por el estrés del trabajo, derruidos por las multitareas que decidimos aceptar a diario, angustiados por conseguir el último iPhone. El Amor se confunde con los celos, con el dominio y el control sobre el otro; con nuestro deseo permanente de ser especiales dejando a los demás en segundo, tercero o en ningún plano; con los barrotes que enjaulan y no con las llaves que liberan. La Luz la escondemos bajo la cama y allí la mantenemos postergada, no hace parte de nuestras vidas, porque se nos olvida que la felicidad del otro es la mía; que la oscuridad se puede multiplicar, pero que una llamita la hará desaparecer en un instante; porque pasamos por alto el poder de Aquel que nos consuela, de Aquel que dispone nuestra mente para la Verdad.

la luz de la muerte

Las cachetadas de la realidad

Una de esas bofetadas que nos llega de fuera, de la implacable realidad, es la muerte. Creamos en Jesús y en la Resurrección o no, la olvidamos. Nos llega la enfermedad y nuestro vocabulario cambia: “ya no soy como antes”, “ya me tienen que hacer todo”, “ya no puedo caminar”, “tengo que tomar quince píldoras diferentes” (todo esto es obvio), “ya no me voy a pintar las canas” (¡qué bien!). Esto es esperable si nos quejamos algún tiempo, mientras aceptamos nuestra nueva condición, pero no tanto si nuestro pan de cada día es la desesperanza.

Cuando alguien de nuestros afectos muere, el diccionario se va robusteciendo: “¿por qué tuvo que sufrir tanto?” (¿cómo?), “¿por qué murió si no estaba enfermo y tan de repente?” (¿al fin qué?), “¿qué he hecho yo para merecer este castigo?” (¿es un castigo?), “no voy a ser el mismo de antes” (claro que no, serás diferente, más rico en experiencias y en el amor de Dios, porque Él habrá actuado en ti).

Acerquémonos a la muerte sin miedo… con amor

Pensar en la muerte no es más que traer a La Divinidad a nuestras vidas, traer el Silencio, el Amor y la Luz a mi día a día y al día a día de los demás. ¿Y cómo podemos hacerlo?

En el silencio de un acompañamiento está Dios; en el amor que le brindo a mi hermano por medio de una sonrisa, una palabra, una acción, está Jesús entre nosotros; en la Luz que llevo donde hay miedo, oscuridad y desasosiego está el Espíritu Santo. Conozcamos nuestra misión como católicos y llevémosla a cabo con rigor y ternura.

La Beata Dolores Sopeña lo afirmaba inigualablemente en el momento de su agonía: “Qué hermoso es irse al Cielo sonriendo” y lo decía porque la albergaba la alegría del deber cumplido.

Estar al lado del enfermo, del anciano y del que sufre es estar al lado de Dios, que está en ellos. Saber que ellos son prioridad cuando están en esas condiciones y edades nos ayuda a acercarnos en la distancia, por medio de la oración constante; o por medio de nuestros cuerpos, de nuestros pies que buscan, nuestras manos que tocan, nuestro corazón que ama, si esto nos es posible.

Dejarse caer en las manos Dios…

Añorar una buena muerte no es pedir no enfermar, no sufrir, no envejecer… Tampoco se trata de rogar por morir dormido, de un ataque cardiaco o de muertes similares. Añorar y pedir una buena muerte consiste en estar rodeados, sean cuales sean las circunstancias, de Jesús, María y José. Con eso, tenemos de sobra.

 

Oh José Bendito, tú que expiraste en el abrazo amoroso
de Jesús y María:

Cuando el sello de la muerte se cierne sobre mi vida,
ven en mi auxilio junto con Jesús y María.

Obtenme este solaz para que en esa hora pueda morir
con sus santos brazos a mi alrededor.

Jesús, María y José, les encomiendo mi ser, viviente y agonizante, en sus santos brazos.

Amén.

 

La muerte es un paso que nos conduce a los brazos de Dios; esa es la certeza, ese es el consuelo, esa es la Persona y esos son los Brazos en los que me refugiaré cuando llegue la hora.

EUCARISTÍA: ALIMENTO DE VIDA INTERIOR Y ENTREGA

La eucaristía es para nosotras, misioneras en medio del mundo, el centro de nuestra vida, el alimento de nuestra vida interior y nuestra entrega incondicional.

La eucarística es, además, una de las notas características de nuestra espiritualidad, junto a la Cristocéntrica, Mariana e Ignaciana.

La participación en la misa nutre cada día nuestra vida, sostiene nuestra acción y nuestra entrega incondicional a los demás, a los usuarios de nuestra principal obra apostólica, la Fundación Dolores Sopeña, y de nuestras misiones.

Las Catequistas Sopeña encontramos en la eucaristía y en los tiempos diarios de adoración la fuerza y silencio que nos permite llevar la palabra y el Reino de Dios en medio del mundo, en el ruidoso y a veces vertiginoso trasiego de la vida.

Estrictamente la espiritualidad cristiana es solamente una, sin embargo, en la Iglesia existen diversas escuelas y propuestas espirituales, en cuyo origen suelen estar personas que vivieron una determinada y completa experiencia de Dios que luego quisieron transmitir a sus seguidores.

La de Dolores Sopeña nos ha dejado un “modo concreto de vivir el ser cristiano”.

Se trata de un estilo de vida particular, configurado por el seguimiento de Jesús, tal y como lo hizo en su tiempo la Beata Dolores Sopeña (1848-1918). Para ella, la misa ocupa un lugar especialmente privilegiado, al que le otorga mucha importancia, y que es particularmente relevante en su espiritualidad.

De esta forma, la Eucaristía es un momento cumbre de la experiencia cristiana al expresar y concretar la unión con Cristo, entre los miembros que participan y con todos los hombres y mujeres (cf.LG 11).

A veces, cuando nos volcamos en el apostolado, cuando nuestro día a día está lleno de actividades, se corre el riesgo de descuidar el momento privilegiado de oración delante de Dios, que nos espera en el Sagrario.

Eucaristía Vélez

Pero Dolores Sopeña siempre entendió y así lo transmitió a sus hijas, las Catequistas Sopeña, que “La fortaleza que se recibe al pie del Sagrario no se parece a nada”. Y por ello, ahí pasaba largos ratos de sus activas jornadas.

Está claro que es su alimento, su fuerza y su motor, podríamos decir que el centro de su vida, más allá de su labor en favor de las personas más desfavorecidas socioeconómicamente, de las más alejadas de Cristo y de su Iglesia.

También el Papa Francisco ha incidido en multitud de ocasiones en la relación que tiene la Eucaristía con nuestra vida.

«Quien celebra la Eucaristía, no lo hace porque sea mejor que los demás, sino porque se reconoce necesitado de la misericordia de Dios».

“La Eucaristía no es un mero recuerdo de algunos dichos y hechos de Jesús. Es obra y don de Cristo que sale a nuestro encuentro y nos alimenta con su Palabra y su vida”

De igual manera, pero, con otras palabras, San Juan Pablo II nos dice que: “Todos los cristianos tenemos en la Eucaristía el alimento para nuestro camino. En ella el Señor nos comunica su propia vida y por ella Él nos pone en comunión con Dios y en comunión con todos nosotros”.

Las Catequistas Sopeña, a través de la Liturgia Eucarística, encontramos un destello de luz, la fortaleza que necesitamos en momentos de flaqueza y el consuelo en momentos de tristeza.  Es el estímulo y motor de nuestras vidas, que nos motiva a construir un mundo mejor, donde el amor fraterno se hace presente.