“La fortaleza que se recibe al pie del Sagrario no se parece a nada…” Dolores Sopeña.
Para Dolores Sopeña, el centro de su vida estaba en la Eucaristía. Eran varios momentos a lo largo del día que ella aprovechaba a dialogar con Jesús, ante el sagrario, descubriéndolo presente en todas las personas y en todo objeto y circunstancia.
La misa diaria, las visitas al Santísimo o la Hora Santa, eran prácticas diarias que revelaban en Dolores Sopeña una gran devoción eucarística.
Su espiritualidad tiene profundas raíces teológicas y eclesiales y cuatro notas características: cristocéntrica, eucarística, mariana e ignaciana.
La espiritualidad eucarística es un rasgo particularmente relevante para el Carisma Sopeña y delata que la misa en comunidad y los tiempos diarios de adoración alimentan la vida interior de las Catequistas Sopeña y su entrega incondicional a la Misión encomendada por la madre fundadora, hacia el apostolado con los más desfavorecidos, vulnerables y alejados de Dios.
La Eucaristía es una expresión de amor máximo para las Catequistas Sopeña, que encuentran ahí la presencia viva del Señor y la fortaleza necesaria en momentos de flaqueza y de consuelo en tiempos de tristeza.
El Papa Francisco se ha pronunciado en numerosas ocasiones sobre la relación que tiene la Eucaristía con nuestras vidas: “Quien celebra la Eucaristía, no lo hace porque sea mejor que los demás, sino porque se reconoce necesitado de la misericordia de Dios”.
Del mismo modo, san Juan Pablo II expresaba que “todos los cristianos tenemos en la Eucaristía el alimento para nuestro camino”.