La Beata Dolores Sopeña fue esa clase de mujeres, iluminadas por Dios que, a su vez, inspiran a quienes les rodean.
Hoy Catequistas Sopeña, laicos y laicas, alumnos y alumnas, donantes, admiradores… y miles de personas más que han podido conocerla, mantienen más vivo que nunca el legado de una mujer excepcional.
Dolores Sopeña nació un 30 de diciembre en 1948 en un pueblo de Almería, Vélez Rubio, en el que aún se conserva intacta su casa natal.
Desde bien niña enfrentó dificultades para llevar a cabo lo que, estaba segura, era su fortaleza y su misión.
Con una firme y sólida confianza en Dios, sus ojos enfermos pudieron mirar y ver a quién sufría carencias e injusticias a su alrededor.
Pero también supo mirar y motivar a aquellas personas que, viviendo con abundancia y comodidad, tenían sensibilidad social e inquietud apostólica.
No fue una labor fácil, pero su tenacidad logró la creación del hoy Instituto Catequista Dolores Sopeña y la formalización de la Fundación Dolores Sopeña, la principal obra apostólica extendida por buena parte del mundo.
Hoy 10 de enero, conmemoramos como Día de Dolores Sopeña, el día de su fallecimiento, que ocurrió en Madrid en 1918.
Como cada año, esta fecha y otras importantes en su biografía, los que nos enamoramos un día de su Carisma honramos su muerte celebrando la vida que nos dejó.
Se la honra, por tanto, en los Centros Sopeña y en las Misiones repartidas por Argentina, Chile, Colombia, Cuba, Ecuador, España e Italia.
Miles de personas que han pasado por ellos la conocen y saben de su historia emocionante. Saben, porque lo viven, que su empeño mejoró las condiciones de vida de familias trabajadoras que pudieron formarse.
Su visión humanizadora del Evangelio hizo que su lucha se encaminara a ofrecer oportunidades, centrándose en el mundo del trabajo, para que más personas vivieran con dignidad.
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