REENCUENTRO CON LA ALEGRÍA MISIONERA

 

“Nosotros podemos ser, para los demás, raíces de alegría”. Estas palabras, pronunciadas por el Papa Francisco durante la XXXVII Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa en agosto de 2023, no hacen sino reiterar la exhortación presente en Evangelli gaudium: Invitar “a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años”.  

Iluminados por esta invitación, los cristianos nos encontramos embarcados en la misión de dibujar un mapa del camino que tenga presente las diversas realidades y que emplee un lenguaje que conecte con los nuevos tiempos.  Y, tal y como ha expresado el Pontífice, que tenga presente que los jóvenes son “realmente la esperanza gozosa de una Iglesia y de una humanidad siempre en movimiento”.

Por este motivo, tras las limitaciones impuestas por el periodo pandémico, la oportunidad del reencuentro con los jóvenes y “sentir la alegría que suele existir entre ellos”, como decía San Juan Bosco, vuelve a sembrar el camino de esperanza.

El regreso de la experiencia de Alegría

El Encuentro Juvenil Sopeña 2023, organizado por el Centro Sopeña Las Palmas en abril de 2023, se concibió, una vez más, como una invitación a sembrar y a compartir una experiencia personal y de fe. Significaba el regreso de la actividad más emblemática de nuestro centro, la ocasión perfecta para ser raíces de alegría.

Después de dos cursos escolares en los que la COVID lo impidió, volvía la convivencia que materializaba de manera especial los valores institucionales de la Fundación Dolores Sopeña: Acogida, Respeto, Salir al Encuentro, Promoción, Solidaridad y Fraternidad.

alegría misionera 1

Tras un periodo pandémico de secuelas no siempre visibles, volver a Salir al Encuentro de los jóvenes se convirtió en el acontecimiento más necesario e ilusionante. Con el lema “Siempre conmigo”, se trataba de recordar, como escribió el Papa, que “con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”.

Tras una jornada preparatoria con los docentes y no docentes que iban a participar como monitores, una representación significativa del alumnado, tanto de la ESO como de los Ciclos Formativos, comenzó un encuentro que tuvo como hilo conductor la parábola del Hijo pródigo, El Padre Misericordioso.

A través de esta parábola de Acogida incondicional, muchos se encontraron tras haber estado perdidos. Un tren de emociones y situaciones personales hizo acto de presencia, disfrutando de la escucha y el Respeto de todos y, por tanto, restaurando la Promoción de cada uno de los presentes.  El descubrimiento, además, de lo mucho que nos une y de que somos amados por el mismo Padre, resucitó sentimientos de Solidaridad y Fraternidad que habían estado confinados y que regalaron un ambiente de Familia y ALEGRÍA.

“Jesús se acercó y siguió caminado con ellos” (Lucas 24, 13-55), obrando el Milagro en el Encuentro. Escuchó, participó, comió, bailó, cantó y rio. Fue uno más y ese fue el gran acontecimiento, la Buena Noticia. Jesús está “siempre conmigo” y con Él está presente la Alegría. 

Sentir la Alegría Misionera

El Encuentro Juvenil Sopeña significó redescubrir cómo puede ocurrir el milagro y recordar cuándo experimentamos esa Alegría los que ahora nos encontramos en la Misión de contagiarla.

Ya fuera en un campo de trabajo, en un encuentro juvenil o a través de una persona, sucedió de la mano de un Jesús que caminó con nosotros. A través de un lenguaje sencillo y, mediante parábolas que mágicamente hablaban de nosotros, conocimos y sentimos al que es realmente nuestro monitor y maestro: Cristo. En un ambiente de comunión, familia y Alegría, conectamos con Él y sentimos la Llamada.

“¿Esto se lo van a quedar para ustedes o lo van a llevar a los otros?”, alentó el Papa en la Jornada Mundial de la Juventud. Esa Alegría vivida y sentida como Envío es la que tenemos que saber contagiar y acompañar. Como dijo la escritora Maya Angelou, “la gente olvidará lo que dijiste, olvidará lo que hiciste, pero nunca olvidará cómo la hiciste sentir”.

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En esta nueva etapa evangelizadora a la que hemos sido invitados, tenemos la apasionante Misión de acercar la Palabra, de compartir el regalo que ofrece Jesús al mundo. Que su Alegría sea contagiada y que con ella se enciendan los corazones de su presencia y esperanza.  Como dijo el Papa, “esto es para llevarlo a los otros porque la alegría es misionera”.

 

Víctor Rivero Sarmiento

Laico Sopeña, profesor de Lengua y Literatura y coordinador de Comunicación en Sopeña Las Palmas

CON ELLA COMENZÓ TODO

La Beata Dolores Sopeña fue esa clase de mujeres, iluminadas por Dios que, a su vez, inspiran a quienes les rodean.

Hoy Catequistas Sopeña, laicos y laicas, alumnos y alumnas, donantes, admiradores… y miles de personas más que han podido conocerla, mantienen más vivo que nunca el legado de una mujer excepcional.

Dolores Sopeña nació un 30 de diciembre en 1948 en un pueblo de Almería, Vélez Rubio, en el que aún se conserva intacta su casa natal.

Desde bien niña enfrentó dificultades para llevar a cabo lo que, estaba segura, era su fortaleza y su misión.

Con una firme y sólida confianza en Dios, sus ojos enfermos pudieron mirar y ver a quién sufría carencias e injusticias a su alrededor.

Pero también supo mirar y motivar a aquellas personas que, viviendo con abundancia y comodidad, tenían sensibilidad social e inquietud apostólica.

No fue una labor fácil, pero su tenacidad logró la creación del hoy Instituto Catequista Dolores Sopeña y la formalización de la Fundación Dolores Sopeña, la principal obra apostólica extendida por buena parte del mundo.

Hoy 10 de enero, conmemoramos como Día de Dolores Sopeña, el día de su fallecimiento, que ocurrió en Madrid en 1918.

ella comenzó

Como cada año, esta fecha y otras importantes en su biografía, los que nos enamoramos un día de su Carisma honramos su muerte celebrando la vida que nos dejó.

Se la honra, por tanto, en los Centros Sopeña y en las Misiones repartidas por Argentina, Chile, Colombia, Cuba, Ecuador, España e Italia.

Miles de personas que han pasado por ellos la conocen y saben de su historia emocionante. Saben, porque lo viven, que su empeño mejoró las condiciones de vida de familias trabajadoras que pudieron formarse.

Su visión humanizadora del Evangelio hizo que su lucha se encaminara a ofrecer oportunidades, centrándose en el mundo del trabajo, para que más personas vivieran con dignidad.

¿Quieres saber más de su apasionante biografía?

FELIZ NAVIDAD Y FELIZ 2024

Las Catequistas Sopeña queremos recordar con nuestra felicitación de Navidad y la representación de Jesús, el Niño Dios, María y José, la fortaleza y la esperanza.

Esta Sagrada Familia representa la fe y la confianza en Dios ante las dificultades, representa asimismo la fortaleza que radica en la familia, en los lazos, en las redes cristianas que construimos a partir de nuestro Bautismo.

 Los lazos familiares son lazos de amor, respeto e igualdad que se tejen en una comunidad primigenia en la que se vive, comparte, ama, trabaja, se crea esperanza y se transmite la fe.

Jesús, María y José evocan una fe sólida y un grandísimo amor a Dios. Con ellos, nos sentimos un solo corazón y, como decía nuestra madre fundadora, Dolores Sopeña, “una sola familia en Cristo Jesús”.

Por eso, en la familia Sopeña tejemos familia y tejemos Navidad durante todo el año, a base de los valores de nuestro Carisma.

«El pueblo que caminaba a oscuras vio una luz intensa, los que habitaban un país de sombras Se inundaron de luz».

(Is 9, 1)

Desde el Instituto Catequista Dolores Sopeña os deseamos una muy Feliz Navidad y Año 2024 lleno de alegría, paz y amor.

¿TÚ TAMBIÉN QUIERES SER DOLORES?

Las Catequistas Sopeña lo somos porque un día, de alguna y variada manera, conocimos a Dolores, nuestra fundadora, y nos enamoramos de su Carisma, de su espiritualidad, de su forma comprometida y valiente de estar en el mundo y estar para los que convivieron con ella.

En muchos casos, se trató de un auténtico flechazo de amor a Dios y comunión con la forma en que Dolores Sopeña, mujer adelantada a su tiempo, descubrió el modo de dar a conocer a Dios a todas aquellas personas alejadas por desconocimiento, malas experiencias o prejuicios.

Su sensibilidad a las problemáticas sociales de finales del siglo XIX se plasmó en la promoción humana, el anuncio de Jesucristo y la construcción de un mundo fraterno, como las formas honestas y creíbles de vivir y hacer vivir el Evangelio.

En la publicación Las Catequistas Sopeña nos cuentan, se ponen de manifiesto los rasgos de nuestro Carisma y los elementos esenciales de este estilo de consagración a Dios.

Una a una, expresamos cómo recibimos la inspiración con la que Dios nos llamó, cómo vivimos la oración, nuestra respuesta apostólica en la actualidad o la experiencia de vivir en Comunidad.

La personalidad de la fundadora del Instituto Catequista, la Beata Dolores Sopeña, es el motivo de muchos de los acercamientos a la institución, constituida en 1901.

Te animamos a leerlo y conocernos un poco más.

En el vídeo Yo soy Dolores, que también te invitamos a ver es evidente la convicción y la felicidad en nuestras vidas.

Una confianza que ya aprendimos de Dolores Sopeña, quien aseguró que “Nos arrojamos en sus amorosos brazos, y entonces todo lo podemos y somos conducidas adonde no podíamos imaginar, y hace Apóstoles y Fundadores y todo cuanto le place, porque Él lo es todo y lo puede todo”.

Y tú ¿también quieres ser como la Beata Dolores Sopeña? ¿Quieres continuar con la Misión que hace más de un siglo ella comenzó? ¿Quieres darle un sentido a tu vida a través de la consagración a Dios y la vocación de servir a los demás?

¡Conócenos!

HACER DE TODOS UNA SOLA FAMILIA

Como decía San Juan XXIII, en la Humanidad, en la familia humana y contando con todas las diferencias posibles, “es mucho más fuerte lo que nos une que lo que nos separa”.

Nos conviene entender cuanto antes y no olvidar esta verdad que nos recordaba el Papa y que nos rememora también Ángela Franco, Laica Sopeña en Bogotá (Colombia), en un artículo para la revista ICONO de los Padres Redentoristas.

También se materializa en uno de los sueños de nuestra fundadora, la Beata Dolores Sopeña, sobre “hacer de todos una sola familia en Cristo Jesús” porque todos, sin duda, somos hijos del mismo Dios, del mismo Padre Celestial, que es el objetivo y fin de nuestro caminar. Es camino, verdad y vida.

Solo hemos de querer conocernos y conocerlo a Él, tener esa posibilidad, para poder amarlos, especialmente a los más débiles y vulnerables.

Puedes leer el artículo completo a continuación:

LA FAMILIA HUMANA

La familia humana crece cada vez más y, como dicen las madres, ningún hijo es igual a otro, del mismo modo que ninguno de los dedos de la mano se parece. Sin embargo, no importa la variedad, extrañeza y desconocimiento que podamos tener sobre nuestros hermanos, pues nuestro Padre Celestial sabe cuántos cabellos tiene cada uno, sus necesidades, sueños, pesares.

La persona humana

Las definiciones a menudo son odiosas, porque dejan por fuera aquello que no se ajusta a ellas. En este sentido, el concepto de persona no ha sido la excepción. Se ha llegado a reducir a la persona a su racionalidad, a su capacidad de discernir, reflexionar, tomar decisiones y nada más. Entonces, ¿los fetos, niños, ancianos e individuos con capacidades diferentes no son personas, no merecen nuestra protección?

Por otro lado, se ha trasegado al intentar comprender este vocablo, que nos refundimos en lo mental, emocional, social, espiritual y en otras tantas dimensiones que quieren dar cuenta de quiénes somos y de lo que somos capaces de hacer y… adivinen… enredamos la pita pensando en múltiples elucubraciones, nos extraviamos y perdemos de vista a la persona de carne y hueso que está frente a nosotros.

Yo, particularmente, adopto la definición que nos ha aportado el Cristianismo, que es la siguiente:  Uno, la persona superior o Trinidad o Persona Divina; dos, la persona humana; y tres, las infrahumanas, es decir, los animales. Por otro lado, a nosotros, como personas humanas que somos, que ostentamos la razón, se le suma la libertad que nos es intrínseca y el espíritu. Este último, el espíritu, es el que nos acerca a la divinidad, nos diferencia de los animales y nos otorga la identidad: ser hijos de Dios. La dignidad humana es esta y la poseen todas las personas, sin distingo alguno.

Asimismo, esto implica que todas las personas humanas, absolutamente todas, son sujetos de derecho y protección. Por ello, se han marcado especificidades con relación a los derechos humanos para incluir a muchos grupos poblacionales en sus diferencias, con el fin de que el derecho a la igualdad se mantenga.

La pulverización de la persona humana

En los tiempos de Adán y Eva, la desnudez era signo de inocencia, bondad y transparencia. Sin embargo, cuando entra la tentación, la desobediencia, la mentira y el pecado, la inocencia, la bondad y la transparencia tuvieron que cubrirse porque se tornaron pecaminosas. ¿Y qué hicieron Adán y Eva? Se cubrieron; tejieron vestidos de hojas de parra y velaron sus cuerpos al igual que sus personas.

En los tiempos actuales, pareciera que Jesucristo no hubiera venido a devolvernos esas virtudes primeras, pues continuamos tapados, cubiertos, velados y nos vestimos con diversos y muy diferentes materiales, tan extraños unos de otros que nos desconocemos y rechazamos. En lugar de la igualdad, parece que reina la diferencia en pensamientos, sentimientos, acciones, ideas, identidades, ideologías, creencias.

Familia Sopeña

La construcción de guetos pulula y no la hermandad. Las diferencias emergen, en lugar de la igualdad. El rechazo de unos grupos a otros ha producido bullying, acosos, violencias, guerras porque no se peinan igual ni oyen la misma música ni tienen la misma identidad sexual, la misma condición económica, social, el mismo color o sexo, la misma ideología, la misma creencia religiosa o política; o, simplemente, porque unos se creen con más derecho que los otros.

El Papa Bueno, San Juan XXIII, ya nos había alertado sobre una gran necesidad, qué bueno atender a esta verdad: “Es mucho más fuerte lo que nos une que lo que nos separa”.

Hacer de todos una sola familia en Cristo Jesús

Uno de los sueños de la Beata Dolores Sopeña es “hacer de todos una sola familia en Cristo Jesús”.

  • Esta palabra entra en coherencia con la Iglesia Católica Universal, abierta para todos.
  • Una sola familia. No dos ni tres ni cuatro, una sola familia cuya unión se fundamenta en que todos sus miembros son hijos del mismo Padre Celestial.
  • En Cristo Jesús. La familia humana se une en torno a Cristo Jesús, nuestro redentor. Con él, todo tiene un norte. Él es el Camino, la Verdad y la Vida.

Dolores insiste en que “las personas no se aman porque no se conocen”. En estos tiempos en los que la familia humana está creciendo en miembros nuevos, dejémonos guiar por Dolores y empecemos a conocer a nuestros hermanos para aprender a amarlos. Igualmente, como nos dice la Beata, tengamos en la mira a los más vulnerables, a los hermanos que necesitan más que igualdad porque están enfermos, desempleados, encarcelados, desamparados, solitarios, abandonados, indefensos, en peligro o en riesgo de ser explotados, abusados. Jesús nos necesita para amar y cuidar de todos los miembros de la familia humana.

UNA VIDA, UN AMOR, UNA LLAMADA, UNA MISIÓN

La Comunidad de Catequistas Sopeña en La Cisterna, en Santiago de Chile (Chile) ha tenido una preciosa y entrañable celebración de acción de gracias por los 80, 75 y 50 años de vida religiosa de nuestras hermanas Lucía Romero Gil (Bodas de Roble), Marta Eusebia Giménez Fernández (Bodas de Brillantes) y María Angélica de la Barrera Ascencio (Bodas de Oro).

Toda una vida, un amor, una llamada y una misión de estas tres Catequistas, ejemplo de vida de inmensa fidelidad a Dios y a la Iglesia, dentro del Instituto Catequista Dolores Sopeña.

La celebración fue de carácter íntimo y en ella participaron además de las integrantes de la Comunidad de La Cisterna, cinco frailes Franciscanos, que atienden la Parroquia y las necesidades espirituales de las Catequistas, así como otras personas que trabajan en su casa.

llamada

Dos de las tres religiosas celebrantes son españolas de origen, que muy jovencitas surcaron el Atlántico para llegar a América, cuando eso suponía un no regreso a su tierra natal. Gracias a la entrada en vigor del Concilio Vaticano II esa norma cambió.

¡Fiel! Esa palabra es la que más llena mi corazón. DS

TODO LO HUMANO ATAÑE A LA IGLESIA

El Papa Francisco en su tercera encíclica: Fratelli Tutti confirma que el hacer de la Iglesia, y de todos los que formamos parte de ella, no ha de limitar su acción a lo privado ni mantenerse fuera de la sociedad.

Más bien al contrario, Francisco nos revela en esta carta sobre la fraternidad y la amistad social su preocupación y la de todo cristiano por el desarrollo humano integral y, eso, toca a toda la Humanidad y, por tanto, todo lo que es humano, incumbe a la Iglesia.

Según nos recuerda Gabriela Herrera Reyes, Catequistas Sopeña en Santiago de Chile (Chile), en un artículo para la revista ICONO, la encíclica recoge el estilo del Buen Samaritano que ama al prójimo con todas sus consecuencias, al humilde, al débil, al que está herido en el camino, en las periferias de nuestra sociedad.

“Hoy estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia fraterna, de ser otros buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos” (Fratelli Tutti).

Puedes leer el artículo completo a continuación:

 

FRATELLI TUTTI, DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

 

La Encíclica Fratelli Tutti del Papa Francisco, forma parte del Magisterio de la Doctrina Social de la Iglesia, en ella se recogen temáticas de sus antecesores, como la solidaridad, subsidiaridad, bien común, la hipoteca social de los bienes, de la vida integral, de la justicia, de la paz y muchos más.

Es la tercera encíclica de Francisco, en la que aborda dos temas que ha mencionado en otros escritos, pero destaca de forma específica: la fraternidad y la amistad social.

En Fratelli Tutti se confirma el hacer de la Iglesia, que no reduce su misión a lo privado, no está al margen de la sociedad y, aunque no hace política, conoce su dimensión y su importancia. Expresa la preocupación por el desarrollo humano integral, de hecho, esto concierne a la Humanidad y todo lo que es humano atañe a la Iglesia, según los principios del Evangelio.

El centro de la vida social, el amor

 El Papa, a través de Fratelli Tutti, nos desafía a leer la historia y la propia vida desde los marginados, los pequeños, los pobres, los “descartados” porque ahí, en ellos, está presente el centro de la vida cristiana: Jesucristo. Que se manifiesta en ellos: “En verdad les digo que, cuando lo hicieron con alguno de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí.”

Nos dice que, “en virtud de la alegría que trae el Evangelio”, hemos de entrar de lleno en la vida de las personas, la sociedad y la cultura para construir diálogo, amistad social y, en definitiva, más fraternidad. La encíclica la escribe en plena pandemia. En este contexto, nos dijo que estamos todos en la misma barca, que nadie se salva solo y que es el momento de la unidad, de la solidaridad y de una especial preocupación por los más pobres. Ellos son los que más sufren el embate de la falta de empleo, de acceso a las prestaciones de salud.

En Fratelli Tutti, de una u otra manera, decanta (de forma sencilla) la Doctrina Social de la Iglesia a la luz del Evangelio. Y de entre los textos del Evangelio se detiene en la parábola del Buen Samaritano.

El amor a Dios se demuestra en el amor al prójimo concreto y real, al que está herido en el camino, al estilo del buen samaritano, “hoy estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia fraterna, de ser otros buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos”.

Cultura del diálogo y el encuentro

El Papa Francisco se deja interpelar por esta historia de compasión, amor y ternura, y pide que nos dejemos conmover. Hemos de pasar de la cultura de los muros a la cultura del diálogo y el encuentro, y este ideal queda graficado con arte en el relato bíblico.

Fratelli Tutti, propone un nuevo trato de los seres humanos entre sí, un nuevo trato hacia la mujer, los migrantes, los pueblos originarios y, por supuesto, el medio ambiente. La Encíclica refleja que el corazón del Papa está con los pobres, los que no tienen voz, los que no participan de las decisiones. La dignidad de la persona puesta al centro.

Se promueve el desarrollo humano integral. La base de esta mirada integral del hombre es su dignidad, que implica promover el amor universal, la amabilidad y la bondad en todas sus formas, la promoción de una vida más digna y de más calidad humana. La promoción humana ha de ser consecuencia lógica de la evangelización.

humano Dios

Es necesario pensar y gestar un mundo abierto, ampliar la mirada, salir de uno mismo, abrirse a los demás con el máximo cuidado y solicitud, y reconocer que la “altura espiritual de una vida humana está marcada por el amor”. Esto implica una apertura hacia la comunión universal que solo se logra con el amor.

Trabajo para la dignificación de la vida

Fratelli tutti nos recuerda los principios rectores de la Doctrina Social de la Iglesia, tales como el destino universal de los bienes, la propiedad privada como un derecho. Reconocer el trabajo como un lugar privilegiado, para así lograr una vida digna y la forma segura de garantizar que cada ser humano entregue al servicio de los demás “sus capacidades, su iniciativa, sus fuerzas”. Para el Papa, “esa es la mejor ayuda para un pobre, el mejor camino hacia una existencia digna”.

Fratelli tutti nos ayuda a comprender con mayor profundidad el escenario que enfrentamos actualmente en términos sociales, sanitarios y políticos. De la misma forma, nos ayuda a reconocer que valores como la verdad y la justicia son indispensables si queremos amor y fraternidad. El Papa posiciona al amor como guía para todos en la vida personal, política y social, y lo hace porque comprende que, si queremos poner al ser humano y su dignidad en el centro de la sociedad, no podemos dejar de lado su vocación fundamental y su más profundo anhelo: amar y ser amado.

Para finalizar este breve recorrido de Fratelli Tutti quiero traer a la memoria a una gran mujer, la beata Dolores Sopeña, que supo leer en su época “los signos de los tiempos”, ella al igual que el Papa Francisco trabajó por conseguir mejorar la vida de tantas personas. “Su compromiso por la dignidad de la persona brota de su experiencia de un Dios Padre de todos, que nos ama con una ternura infinita y desea que vivamos como hijos y hermanos. De allí su gran deseo de «Hacer de todos una sola familia en Cristo Jesús». Su gran unión con Dios le permite descubrirlo presente en todo y en todos, especialmente en los más necesitados de dignidad y afecto.

Salir al encuentro de cada persona en su situación, introducirse en los barrios marginales de la época, era inconcebible para una mujer a finales del siglo XIX. El secreto de su audacia es su fe, esa confianza sin límites, que ella reconoce como su mayor tesoro y que la hace sentirse instrumento en manos de Dios, instrumento al servicio de la fraternidad, del amor, de la misericordia, de la igualdad, de la dignidad, de la justicia, de la paz…”

LA SUPERACIÓN, UNA GRACIA DE DIOS

En el corazón de Dios siempre existe el deseo de que los hombres y las mujeres salgan adelante, se superen y puedan brindar también oportunidades de superación y fortaleza a sus iguales. Esa es y fue la gracia y el ejemplo de Dolores Sopeña.

Lo constata así, Olga Lucía García Castro, Laica en el Centro Sopeña de Bogotá (Colombia), quien nos lo comparte en un artículo de la revista ICONO.

Para esta Laica Sopeña, nuestra fundadora, Dolores, dejó “con la gracia de Dios, un legado de superación y dignificación para el ser humano”, siendo ella misma, ejemplo de cómo hacer frente a las adversidades y hasta a las propias enfermedades y limitaciones físicas.

El trabajo de la Fundación Dolores Sopeña, obra apostólica de las Catequistas Sopeña, y sus Centros Sopeña repartidos por seis países de Europa y América, no es solo capacitar profesionalmente y ofrecer una formación técnica.

La esencia Sopeña, propia de su Carisma, es la formación integral, que incluye valores y la fortaleza espiritual que nos acompaña en esa superación de las dificultades.

Cuando contamos con la ayuda de Dios, Él actúa y se nos hace presente de mil formas para que no nos sintamos solos y podamos alcanzar nuestras metas dando lo mejor de nosotros mismos.

Puedes leer todo el artículo por aquí:

 

El éxito radica en aprovechar las oportunidades para superarnos

 

Superarse es el reto de la vida. Nuestra misión es encontrar las oportunidades. Tarde o temprano todos nos damos cuenta de que la vida, por más que quisiéramos evitarlo, incluye dificultades espaciadas en el camino y el tiempo. Unas son más complejas que otras; algunas logramos vencerlas; en otras, terminamos dándonos por vencidos.

Pero la diferencia de convertir una dificultad en éxito o fracaso está en la forma en cómo la abordamos y el empeño que pongamos para superarla.  En otras palabras, se trata de la capacidad de aprovechar las oportunidades para superarnos.

Y es que la superación personal es la disciplina que nos lleva a comprometernos con nosotros mismos para ser cada día mejores, para alcanzar nuevas alturas, para aprender más y ampliar nuestros horizontes. Es un proceso largo y constante que nos demanda buena actitud, enfocarnos en aprender cada día más y en practicar lo aprendido sin descanso.

Superarnos no termina con un grado o un diploma que certifique ciertas competencias aprendidas. En realidad, ese es apenas el comienzo, porque a partir de ahí tendremos que luchar porque ese aprendizaje se traduzca en verdadera vocación de servicio, en profesión personal y, ciertamente, en fuente de sustento que recompense tiempo y recursos invertidos. En últimas, en la lucha de la superación personal no debemos negarnos ninguna oportunidad que nos presente la vida.

Todos podemos superarnos

La superación es algo que todos, sin excepción, debemos buscar y podemos alcanzar. Claramente, a unos les costará más que a otros, pues en este recorrido cuentan los recursos económicos disponibles, el tiempo que dediquemos y la disciplina que tengamos. Pero la superación les sonríe a quienes la persiguen con tesón sin dejarse apabullar por las dificultades y sin desistir ante la exigencia.

La superación no implica la misma meta para todos. Para unos, quizás, superarse sea llegar a ser un prestigioso abogado, un negociante millonario, un empresario de renombre o un artista célebre. Para otros, en cambio, quizás su sueño sea sacar adelante un emprendimiento, ser un cocinero aclamado o llevar sus habilidades físicas al límite. Lo cierto es que, para unos y otros, la superación implicará soñar en grande, mejorar cada día el ejercicio de lo que somos y sabemos y fijarse metas cada vez más ambiciosas.

Superarse gracia de dios

 

Aprovechando las oportunidades

Cuando hablamos de superación siempre nos preguntamos qué oportunidades nos ofrece el entorno en que vivimos. Pero superarnos implica una alta dosis de resiliencia. En Colombia hemos vivido 50 años de una violencia interna que ha dejado millones de muertos, viudas, huérfanos, heridos, mutilados, desplazados y pobres. Pese a ello, muchos han sobrevivido a todas las adversidades y han encontrado segundas y hasta terceras oportunidades de superación en instituciones que brindan apoyo y estímulo.

Una oportunidad es una situación que te permite que hagas algo que estabas buscando o que te puede servir para el presente y el futuro. Es una coyuntura favorable, una circunstancia que, si la aprovechas, puede traer grandes beneficios para tu vida, te abre nuevas posibilidades.

La superación, una gracia de Dios

En el corazón de Dios siempre ha estado el deseo de que los hombres y mujeres salgan adelante. A través de la Historia ha habido grandes personajes que, no solo han sido ejemplo de superación personal, sino que han brindado un canal de oportunidades al resto de la Humanidad, por ejemplo, Dolores Sopeña quien, con la gracia de Dios, dejó un legado de superación y dignificación para el ser humano.

Desde nuestra experiencia de generar oportunidades en los Centros Sopeña para las personas más necesitadas económicamente, a lo largo de los años hemos conocido a muchos que han luchado con tesón por superarse y han aprovechado todas las facilidades que la vida les ha brindado.

Es el caso concreto de varios estudiantes que se han capacitado en los diferentes centros de Formación Sopeña y hoy viven en países como España, Estados Unidos, Australia, Brasil y Chile, donde han emigrado para buscar mejores oportunidades laborales y están ejerciendo lo aprendido con gran éxito. Ellos mismos dicen que no olvidan las bases que recibieron, incluyendo los conocimientos, los valores y la fortaleza espiritual que adquirieron en sus años de aprendizaje.

Cuando contamos con la ayuda de Dios, Él actúa con su gracia en la adversidad y nos hace sentir que no estamos solos para alcanzar nuestras metas. En el proceso de superación debemos tener presente siempre este pensamiento: “Estoy jugándome el partido de mi vida, no puedo quedarme en la banca”. Dios nos ayuda a vencer nuestros miedos y aprovechar la oportunidad de superarnos para ser la mejor versión de nosotros mismos.

LA HUELLA DE DIOS EN NOSOTROS

La capacidad de amar es la huella de Dios en cada uno de nosotros y, ni las cosas más terribles que hagamos los hombres, pueden variar esa esencia.

María Jesús González, Catequista Sopeña en Loyola (Guipúzcoa) nos recuerda en un artículo para la revista ICONO de los Padres Redentoristas, que a pesar de la dura realidad que nos rodea cotidianamente, el mundo fundamentalmente también está hecho de actitudes y gestos buenos, que revelan la enorme capacidad de amor que tenemos los seres humanos.

Para ella creer, la fe, se parece a soñar, porque es acercarse al mismo sueño de Dios, a su proyecto más querido, que no es otro que la plena felicidad de sus hijas e hijos, al conocerle y reconocerle como Padre.

Los gestos de amor, las actitudes de entrega y generosidad hacia los demás, nos producen una gran satisfacción “porque brotan de los más original de cada uno, de lo mejor de nosotros mismos”.

Es más, esa satisfacción y esa alegría se proyecta más allá y nos estimula a hacer el bien a nuestro alrededor. Dejando nuestra huella.

Por aquí os dejamos este interesante artículo completo:

CREER PARA SOÑAR

Sacando a flote mis convicciones más profundas como creyente, os ofrezco unas reflexiones muy sencillas, obvias para muchos de vosotros. A mí me ayuda refrescarlas.

Parto de la realidad que todos palpamos, pero me lleva tan lejos que ya no sé si creo o sueño. En realidad, creer se parece a soñar, porque es acercarse al mismo sueño de Dios, a su Proyecto más querido: la plena felicidad de sus hijos, los seres humanos, que consiste en conocerle como Padre. Por este Proyecto lo dio todo, hasta su propio hijo único, para que nos lo diera a conocer y nos enseñara a vivir como hermanos.

Han pasado miles de años y, nosotros hoy, todavía vivimos inmersos en una situación de agresividad y violencia extrema, de grandes peligros y dificultades que afectan a todo el Planeta. No es necesario describirlas. Noticias y escenas nos conmueven y nos parece casi imposible tanta maldad o tanta indiferencia ante las enormes desigualdades y sufrimientos, evitables, que conocemos.

Injustas desigualdades

Por un lado, las maravillas de la ciencia y de la técnica, la satisfacción de toda clase de necesidades, el alto nivel de bienestar y de lujo para una minoría y la pobreza suma y la falta de oportunidades para millones de seres humanos. Las guerras, las diversas persecuciones, las sequías y falta de alimentos los obligan a emigrar.

Todo esto tiene una causa: el egoísmo y la avaricia desmedida del ser humano mismo. Nosotros lo producimos, en distinta medida, siendo más responsables los que tienen en su mano las grandes decisiones.

El hombre es un lobo para el hombre“. La Historia nos demuestra que este dicho tiene mucho de verdad; pero podríamos aclararlo más así: Cuando el hombre es lobo para el hombre, ya no es hombre sino lobo. Se ha deshumanizado.

El hilo de mi reflexión continúa y me animo a ir un poco más lejos, al fondo del corazón humano, atravesar la dura corteza de egoísmo y soberbia para encontrar la bondad, la compasión, la ternura y la posibilidad de amar.

huella de amor

Dios nos creó a su imagen y dejó en el ser humano su preciosa huella indeleble. “Vio Dios cuanto había hecho y todo estaba muy bien”. Sabemos lo que pasó después… el pecado, el desastre. Pero ese pecado no borró su imagen en el ser humano porque es lo que nos constituye. Sí. Esa imagen quedó alterada, desfigurada, oscurecida, a veces invisible, pero conserva algo, como un rayito de lo más propio de Dios: la capacidad de amar.

Oasis de amor

Y los efectos de esa huella divina se hacen presentes. No son teorías o sueños, son hechos. Como en medio de un desierto, emergen pequeños oasis de verdor que nos reconfortan y muestran un camino. Tantos gestos humanitarios preciosos, tantas solidaridades invisibles, tantos servicios desinteresados, tantas generosidades excesivas, tantos heroísmos, no siempre conocidos. De todo esto quizá sabemos menos, pero ¡ahí están! y tienen efectos.

El primero se da en nosotros mismos. Estas actitudes y gestos nos producen una inmensa satisfacción porque brotan de lo más original, de lo mejor de nosotros mismos. Sentimos que nos construyen, nos proyectan más allá de nosotros mismos, nos animan, nos alegran.

También efectos a nuestro alrededor porque estimulan, motivan a hacer el bien. El bien produce bien, así sea imperceptible, nada se pierde, tiende a multiplicarse, es difusivo. Podríamos compararlo con el fuego, que en este momento tenemos tan presente. Basta una chispa para producir un gran incendio.

Por contraste, podemos considerar los efectos de las actitudes y comportamientos egoístas. No satisfacen, producen un placer superficial y pasajero que acaba en una enorme frustración a la que no logramos poner nombre. El insaciable deseo de bienes materiales y poder, la venganza, la falta de perdón, la indiferencia, la arrogancia, la envidia, dejan un inmenso vacío y un sabor amargo. Deshumanizan, destruyen por dentro y producen sufrimiento en otros.

Alerta ante las tentaciones

Nadie está libre del todo de estas tentaciones, son muy atractivas; pero sí podemos estar alerta para no caer en sus propuestas y detectar pronto, antes de que sea demasiado tarde, las redes que pueden envolvernos. Es esencial cuidar que no se erosione la libertad.

El panorama mundial es difícil, pero no debe desanimarnos. Tenemos un gran recurso: la huella de Dios en nosotros: la capacidad de amar.  Puede parecer un perfecto disparate pensar que cada uno puede influir.  Sin embargo, influimos, porque estamos profundamente conectados más allá de nuestro entorno y, de alguna manera, todo repercute en el conjunto. No tenemos instrumentos para medirlo, pero la fuerza del amor existe, “las aguas torrenciales no podrán apagar el amor…”, ni el humano y mucho menos el divino que es su espíritu y nos alienta y nos sostiene, porque nada hay imposible para Dios.

Cuidemos nuestro corazón, nuestros sentimientos, nuestro respeto profundo a los demás, a todos, nuestro deseo de hacer el bien, reconociendo que todos somos hermanos, tenemos un mismo origen y un mismo fin.

Qué gran ideal el que movió a Dolores Sopeña: “Hacer de todos los hombres una sola familia en Cristo”. De otra forma, sería imposible.

 

ECOS DE UN ENCUENTRO

Fue ya la semana pasada cuando cerramos el XXXIII Encuentro de Laicos y Catequistas Sopeña en Barcelona y resuenan los ecos.

Aún tenemos la cálida sensación de la reunión, los abrazos, las oraciones y las conversaciones compartidas.

Es una cita importante para nuestra familia, para el Instituto Catequista Dolores Sopeña y su principal obra apostólica, la Fundación Dolores Sopeña.

Por eso, nos gusta hacer memoria sobre lo allí vivido y sobre lo que ha quedado en nuestros corazones de ese camino en común.

Son muchas las sensaciones y sentimientos que resumen la cita, pero por aquí os dejamos un vídeo para que os los cuenten directamente algunos de sus protagonistas.