El Evangelio, creído y vivido, es un arma de vida, de fraternidad y de futuro, mucho más fuerte y potente que todas las armas destructoras que, desgraciadamente, usamos a diario en el mundo.
El Papa Francisco insiste siempre y en su carta Fratelli Tutti nos muestra decenas de razones y caminos, herramientas y motivaciones para ser solidarios, practicar la fraternidad con los cercanos y los lejanos y hacer verdadero el amor.
Nos lo cuenta así, María Jesús González, Catequista Sopeña, ahora en Loyola, muy cerca siempre de Dolores, en un artículo compartido en la revista ICONO de los Redentoristas.
Precisamente, toma como referencia el ideal de fraternidad de Dolores Sopeña, y afirma dándonos esperanza que el Reino de Dios sigue en construcción y que, en estos tiempos de conflictos bélicos y de grandes distanciamientos sociales, “solo la fraternidad hará el milagro”.
Por aquí tenéis el artículo completo sobre la fuerza del Evangelio.
LA FRATERNIDAD HARÁ EL MILAGRO
¿Cómo podemos describir la situación que estamos viviendo en Europa y sus repercusiones mundiales? ¡La guerra en Ucrania! La explosión de una maldad inimaginable en nuestro siglo.
Nos faltan las palabras, nos aturde lo incomprensible. Contemplamos atónitos las imágenes de destrucción y muerte, sufrimientos humanos enormes, miles de vidas destrozadas, migraciones masivas, adultos sin rumbo, niños asustados, hombres jóvenes defendiendo la patria con sus vidas… y brotan en nuestro corazón, la indignación, la compasión, la solidaridad, la tristeza y una especie de miedo, sospechando que estamos ante una situación peligrosa, desconocida, en alto grado imprevisible.
La lucha entre el bien el mal comenzó a existir muy pronto y, de una forma u otra, aflora siempre. El mal habita en el corazón del hombre, del ser humano (también el nuestro) dañado profundamente por el pecado original y tiene muchas caras; la peor de todas es el egoísmo y la soberbia que le lleva a no reconocer a su Creador y a no respetar ni amar a sus semejantes. Aunque es cierto que el interior solo lo conoce Dios, nosotros conocemos “el árbol por sus frutos” y éstos si los vemos y sufrimos.
Lo que sale del corazón
Jesús dijo que lo que realmente daña al ser humano es lo que sale del corazón… Las bombas, los misiles destructores, “explotan” antes en el corazón de los que traman la guerra… Su responsabilidad es tremenda, pero, aunque parezca raro, son los primeros destruidos y dignos de compasión. Es la degeneración total, el monstruo. La historia los pondrá en su lugar.
Afortunadamente, en medio de este panorama desolador, hay gestos que parecen pequeños, insignificantes como gotas en este inmenso mar de violencia y odio: La familia ucraniana que recibe a un soldado ruso perdido y hambriento; le da de comer y le facilita una llamada a su madre para decirle que está vivo. Y el grupo de vecinos que espontáneamente ayuda a un paracaidista ruso, enredado en unos cables al descender… y ¿qué decir de los numerosos voluntarios e iniciativas de acogida y ayuda a los millones de refugiados?
Es loable y decisiva la ayuda internacional, el envío de armas, el apoyo moral. Hay que hacerlo. Es condenable la invasión de un país soberano… es legítima la defensa de su territorio y, sobre todo, de las personas y su patrimonio material, cultural y espiritual; pero la lucha armada es una solución a medias. Habrá vencedores y vencidos y se repetirá la historia en cualquier momento. No parece que la mayor parte de los seres humanos somos capaces de respetarnos profundamente y lograr un entendimiento duradero.
Los organismos internacionales, ciertamente son un logro, pero a la hora de la verdad, resultan frágiles y poco eficaces.
El mandamiento del amor
Lo dramático es que muchos de los que creemos en Jesucristo y conocemos su encargo principal, el mandamiento del amor, no siempre lo ponemos en práctica. ¿Dónde nos queda “el amar también a los enemigos!, ¿dónde queda si te piden la capa, entrega también el manto? ¿Será solo para ámbitos privados o “próximos” y no para que alcance a toda la Humanidad?
No. No es lo mismo “lo personal” que lo “público o social”, pero del corazón sale todo y debe haber una forma de combinarlo y dar pasos hacia la paz. Por ejemplo: dejar de fabricar armas. El Papa Francisco no tiene miedo a repetir esta petición y en su carta Fratelli Tutti podemos encontrar pautas preciosas y motivaciones para vivir la solidaridad, la fraternidad, el amor a todo nivel.
El Evangelio, creído, saboreado y vivido tiene en si un potencial más eficaz que todas las armas del mundo.
Una guerra “al revés”
Pero… es otra locura, es una guerra “al revés…” con victoria segura a largo plazo y los seres humanos, en general, no parece que estamos cerca de este planteamiento. El Reino de Dios solo ha comenzado, pero todavía no llega.
Sin embargo, ¡ha comenzado! Si, está entre nosotros, crece en silencio y está más vivo de lo que parece. Conocemos testimonios que demuestran que esta locura es posible y hace feliz. La Iglesia Católica en las beatificaciones y canonizaciones nos presenta algunos, ideales ya realizados que estimulan y atraen. Vidas variadísimas, todas han vivido en alto grado la fe, la esperanza y el amor. Sobre todo, el amor.
El pasado 15 de mayo tuvo lugar la canonización de Carlos de Foucauld. La revista Vida Nueva de esa semana, al comienzo del Pliego le reconoce como “hermano universal”. Desde el desierto y “en contacto” con otros; un contacto estrecho y respetuoso con los que eran diferentes, con todos. Merece la pena leer todo el Pliego.
Como hija de Dolores Sopeña, descubrí en el nuevo santo un aspecto que coincide con ella. Sus caminos son diferentes; pero ambos buscan y proponen el ideal de fraternidad. “Hacer de todos los hombres una sola familia en Cristo Jesús” era el ideal de Dolores. Y esto en unos tiempos de grandes distanciamientos sociales. Solo la fraternidad hará el milagro.
También hay una coincidencia en el modo de hacerlo: la relación directa con la gente. Es el mejor medio para disolver las distancias, la indiferencia y hasta el “odio”. Acercarse, escuchar, mirar a los ojos, respetar profundamente… esperar. Dolores siempre desea “llegar al corazón”, y amar incondicionalmente. Nada prepara mejor el camino para “dar a conocer a un Dios tres veces santo y mil veces Padre…” y llegar así a vivir como hermanos.