Más cerca ya del final del sexenio, las Catequistas Sopeña han tenido la oportunidad en estos años de llevar a cabo la misión encomendada en el último Capítulo General, celebrado en Loyola durante el verano de 2019, de acercarse y atender a la población más vulnerable, a los alejados, aquellas mujeres y hombres que pasan por momentos de dificultad.
“Mirará por estar más cerca de Jesús y de los hermanos”, según se expresaba Miryam Ávila, Superiora del Instituto Catequista Dolores Sopeña, en una entrevista para El Espejo de la COPE.
En aquellos días de Capítulo sintieron muy intensamente la necesidad de avivar su cuidado hacia los más alejados, hacia aquellas personas que viven dificultades extremas, para dignificarlos.
Entonces llegó la pandemia y las necesidades y las situaciones difíciles se hicieron más acuciantes, más angustiosas.
Y ahí es donde han estado las Catequistas Sopeña, a pie de calle, llevando a cabo su misión, a la intemperie, misioneras en medio del mundo, saliendo al encuentro de cuantos las necesitaban, tendiendo la mano incluso a quiénes no sabían que la necesitaban.
Algo muy significativo del Carisma Sopeña porque pone en primer lugar a la persona, en toda su individualidad; y habla de su dignidad, de hacerla sentirse valorada, querida y aceptada.
“Esa persona, en ocasiones vulnerable, destinataria de nuestras escuelas y centros, irá percibiendo que hay algo distinto en nosotros, laicos y catequistas, e irá viviendo un proceso de formación integral”, matiza Miryam Ávila.
Precisamente esa cooperación entre Catequistas y Laicos Sopeña, que también se decidió fortalecer tras el Capítulo, permite a niños, jóvenes y adultos, usuarios de su principal obra apostólica, la Fundación Dolores Sopeña, recibir una formación integral, que redunde en una reconocida calidad humana y preparación profesional.
Expresamente, uno de los deseos de la fundadora, Dolores Sopeña.