LA HUELLA DE DIOS EN NOSOTROS

La capacidad de amar es la huella de Dios en cada uno de nosotros y, ni las cosas más terribles que hagamos los hombres, pueden variar esa esencia.

María Jesús González, Catequista Sopeña en Loyola (Guipúzcoa) nos recuerda en un artículo para la revista ICONO de los Padres Redentoristas, que a pesar de la dura realidad que nos rodea cotidianamente, el mundo fundamentalmente también está hecho de actitudes y gestos buenos, que revelan la enorme capacidad de amor que tenemos los seres humanos.

Para ella creer, la fe, se parece a soñar, porque es acercarse al mismo sueño de Dios, a su proyecto más querido, que no es otro que la plena felicidad de sus hijas e hijos, al conocerle y reconocerle como Padre.

Los gestos de amor, las actitudes de entrega y generosidad hacia los demás, nos producen una gran satisfacción “porque brotan de los más original de cada uno, de lo mejor de nosotros mismos”.

Es más, esa satisfacción y esa alegría se proyecta más allá y nos estimula a hacer el bien a nuestro alrededor. Dejando nuestra huella.

Por aquí os dejamos este interesante artículo completo:

CREER PARA SOÑAR

Sacando a flote mis convicciones más profundas como creyente, os ofrezco unas reflexiones muy sencillas, obvias para muchos de vosotros. A mí me ayuda refrescarlas.

Parto de la realidad que todos palpamos, pero me lleva tan lejos que ya no sé si creo o sueño. En realidad, creer se parece a soñar, porque es acercarse al mismo sueño de Dios, a su Proyecto más querido: la plena felicidad de sus hijos, los seres humanos, que consiste en conocerle como Padre. Por este Proyecto lo dio todo, hasta su propio hijo único, para que nos lo diera a conocer y nos enseñara a vivir como hermanos.

Han pasado miles de años y, nosotros hoy, todavía vivimos inmersos en una situación de agresividad y violencia extrema, de grandes peligros y dificultades que afectan a todo el Planeta. No es necesario describirlas. Noticias y escenas nos conmueven y nos parece casi imposible tanta maldad o tanta indiferencia ante las enormes desigualdades y sufrimientos, evitables, que conocemos.

Injustas desigualdades

Por un lado, las maravillas de la ciencia y de la técnica, la satisfacción de toda clase de necesidades, el alto nivel de bienestar y de lujo para una minoría y la pobreza suma y la falta de oportunidades para millones de seres humanos. Las guerras, las diversas persecuciones, las sequías y falta de alimentos los obligan a emigrar.

Todo esto tiene una causa: el egoísmo y la avaricia desmedida del ser humano mismo. Nosotros lo producimos, en distinta medida, siendo más responsables los que tienen en su mano las grandes decisiones.

El hombre es un lobo para el hombre“. La Historia nos demuestra que este dicho tiene mucho de verdad; pero podríamos aclararlo más así: Cuando el hombre es lobo para el hombre, ya no es hombre sino lobo. Se ha deshumanizado.

El hilo de mi reflexión continúa y me animo a ir un poco más lejos, al fondo del corazón humano, atravesar la dura corteza de egoísmo y soberbia para encontrar la bondad, la compasión, la ternura y la posibilidad de amar.

huella de amor

Dios nos creó a su imagen y dejó en el ser humano su preciosa huella indeleble. “Vio Dios cuanto había hecho y todo estaba muy bien”. Sabemos lo que pasó después… el pecado, el desastre. Pero ese pecado no borró su imagen en el ser humano porque es lo que nos constituye. Sí. Esa imagen quedó alterada, desfigurada, oscurecida, a veces invisible, pero conserva algo, como un rayito de lo más propio de Dios: la capacidad de amar.

Oasis de amor

Y los efectos de esa huella divina se hacen presentes. No son teorías o sueños, son hechos. Como en medio de un desierto, emergen pequeños oasis de verdor que nos reconfortan y muestran un camino. Tantos gestos humanitarios preciosos, tantas solidaridades invisibles, tantos servicios desinteresados, tantas generosidades excesivas, tantos heroísmos, no siempre conocidos. De todo esto quizá sabemos menos, pero ¡ahí están! y tienen efectos.

El primero se da en nosotros mismos. Estas actitudes y gestos nos producen una inmensa satisfacción porque brotan de lo más original, de lo mejor de nosotros mismos. Sentimos que nos construyen, nos proyectan más allá de nosotros mismos, nos animan, nos alegran.

También efectos a nuestro alrededor porque estimulan, motivan a hacer el bien. El bien produce bien, así sea imperceptible, nada se pierde, tiende a multiplicarse, es difusivo. Podríamos compararlo con el fuego, que en este momento tenemos tan presente. Basta una chispa para producir un gran incendio.

Por contraste, podemos considerar los efectos de las actitudes y comportamientos egoístas. No satisfacen, producen un placer superficial y pasajero que acaba en una enorme frustración a la que no logramos poner nombre. El insaciable deseo de bienes materiales y poder, la venganza, la falta de perdón, la indiferencia, la arrogancia, la envidia, dejan un inmenso vacío y un sabor amargo. Deshumanizan, destruyen por dentro y producen sufrimiento en otros.

Alerta ante las tentaciones

Nadie está libre del todo de estas tentaciones, son muy atractivas; pero sí podemos estar alerta para no caer en sus propuestas y detectar pronto, antes de que sea demasiado tarde, las redes que pueden envolvernos. Es esencial cuidar que no se erosione la libertad.

El panorama mundial es difícil, pero no debe desanimarnos. Tenemos un gran recurso: la huella de Dios en nosotros: la capacidad de amar.  Puede parecer un perfecto disparate pensar que cada uno puede influir.  Sin embargo, influimos, porque estamos profundamente conectados más allá de nuestro entorno y, de alguna manera, todo repercute en el conjunto. No tenemos instrumentos para medirlo, pero la fuerza del amor existe, “las aguas torrenciales no podrán apagar el amor…”, ni el humano y mucho menos el divino que es su espíritu y nos alienta y nos sostiene, porque nada hay imposible para Dios.

Cuidemos nuestro corazón, nuestros sentimientos, nuestro respeto profundo a los demás, a todos, nuestro deseo de hacer el bien, reconociendo que todos somos hermanos, tenemos un mismo origen y un mismo fin.

Qué gran ideal el que movió a Dolores Sopeña: “Hacer de todos los hombres una sola familia en Cristo”. De otra forma, sería imposible.

 

ECOS DE UN ENCUENTRO

Fue ya la semana pasada cuando cerramos el XXXIII Encuentro de Laicos y Catequistas Sopeña en Barcelona y resuenan los ecos.

Aún tenemos la cálida sensación de la reunión, los abrazos, las oraciones y las conversaciones compartidas.

Es una cita importante para nuestra familia, para el Instituto Catequista Dolores Sopeña y su principal obra apostólica, la Fundación Dolores Sopeña.

Por eso, nos gusta hacer memoria sobre lo allí vivido y sobre lo que ha quedado en nuestros corazones de ese camino en común.

Son muchas las sensaciones y sentimientos que resumen la cita, pero por aquí os dejamos un vídeo para que os los cuenten directamente algunos de sus protagonistas.

DIOS ES EXPERTO EN INVITAR

Una invitación nos llega al corazón. No es necesario que lo que nos llega sea el qué, sino muchas veces, el cómo nos inviten o quién nos invite. Dios es experto en invitar.

En eso creo que estaremos de acuerdo con Eloísa Barcia, Catequista Sopeña en Santiago de Chile, quien nos comparte en su artículo “Una invitación inesperada” para la revista ICONO, una anécdota de Dolores Sopeña sobre la importancia que tiene la forma de invitar para conmovernos y aceptar esa invitación.

Como decíamos, Dios es experto en invitar y, en esa ocasión, la de la anécdota, nuestra fundadora invita mirando a los ojos, poniéndose a la altura del pescador. Claramente, es Dios quien le invita a través de ella, de Dolores Sopeña, y directamente le habla al corazón.

Aquí se nos propone convertirnos todos en mensajeros de esa invitación tan especial.

Puedes leer toda la historia aquí:

 

UNA INVITACIÓN INESPERADA

Estamos inmersos en un mundo de invitaciones. Las hay de todas clases, tamaños, formas, colores e intenciones. Está en la persona invitada “aceptar o no aceptar”.

Para invitar, puede ser adecuado un guiño de ojos, un movimiento de cabeza, una sola palabra. Sin embargo, y desde siempre, la invitación se puede presentar de manera más formal, como las invitaciones en tarjetas con letras góticas en dorado, en negro, en pergamino, en papel blanco, beige, en colores variopintos. También, las hay modernas, actualizadas y amigables con el planeta, como las de materiales reciclables y naturales. Y no se pueden quedar fuera las virtuales.

Invitaciones en la Biblia

La Biblia está llena de invitaciones que conmueven, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Imposible hacer un listado de ellas, aunque puede ser una tarea interesante.

Dios Padre es experto en invitaciones, aunque casi siempre lo hace a través de mensajeros. Ahí tenemos a María, tranquila en Nazaret, cuando se le aparece un ángel enviado por Dios que la saluda muy cariñosamente y la invita a aceptar lo impensable: ser madre del Hijo de Dios. Y María, humildemente, acepta.

Nos sorprende la propia voz del Eterno Padre que se escucha invitando directamente: “Este es mi Hijo Amado: escuchadle”.

Ahora, las invitaciones de Jesús no se quedan atrás: “Si quieres, ¡Sígueme!”; “Vengan a mí los que estáis cansados y agobiados”; “Pedid y recibiréis”. A Juan y a Andrés, cuando le preguntan dónde vive, Jesús les responde: “Venid y lo veréis”.

Evangelizar es sinónimo de invitar

A propósito de esto, recuerdo con emoción y cariño una anécdota que la Beata Dolores Sopeña relata en su Autobiografía, texto escrito a mano por obediencia a su director espiritual, dejando constancia al inicio de su porqué, y firmado con puño y letra, como queriendo resaltar razón de ello: “Dedicado a mis hijas para su enseñanza”.

Nos narra Dolores con su sencillez característica, que, en Sanlúcar de Barrameda, provincia de Cádiz, acompañada por un grupo de señoras, comienza la propaganda para los Centros. Allí se encuentra con un pescador cansado de su faena de toda la noche, sentado en la playa cosiendo sus redes.

“Las señoras que venían conmigo a la propaganda se quedaban asombradas; a un pescador que estaba remendando sus redes tendido en el suelo, sin permitirse levantar la cabeza para oír lo que le decíamos, me bajé yo al suelo para verle la cara y decirle muy callandito que yo le esperaba sin falta… Me miró y me contestó:

—Sin falta allí me tendrá usted”.

Veamos la escena: el pescador está cansado, no sabemos si pescó mucho o no, pero como buen pescador, a pesar del cansancio, remienda sus redes para la faena de la noche siguiente. Seguro no le interesa que le vengan a molestar, y mucho menos unas señoras desconocidas. Dolores tiene una misión, una misión que Dios le ha marcado a fuego en su corazón: darlo a conocer a quienes no le aman porque no le conocen. Entonces, se acerca, se abaja a su altura, es para él el mensaje, es para él la invitación.

Siguiendo con Dolores en su Autobiografía, nos relata la reacción del pescador.

“Se puso de pie para despedirnos y las señoras se quedaron admiradas. Decían que si yo tenía algún secreto mágico, que habían notado unos cambios de fisonomía tan distinta de cuando empezamos a hablar con ellos a cuando nos despedimos”.

El pescador recibe la invitación, no sabemos lo que Dolores le dijo, cómo le invitó, solamente cuenta que se bajó a su altura, le dijo algo secreto, muy “callandito” y, además, que lo esperaba. Algo especial entró en el corazón del pescador, algo que lo sacó de su cansancio y de su rutina, de tal manera impactado que “se puso de pie para despedirnos”, “sin falta allí me tendrá usted”. He aquí la respuesta a la invitación.

Invitación de dios

El secreto de esta invitación

¿Qué le dijo Dolores al pescador que lo cambió totalmente?

“Y como mucho insistiesen las señoras en que les contase en qué consistía ese secreto, les dije que sí lo tenía, y era que en el momento de hablar con ellos los metía en el Corazón de Jesús y yo les hablaba al oído, pero el Corazón Divino les hablaba al suyo; y en esto consistía el cambio tan radical que se notaba en sus fisonomías…”.

Hoy diríamos que Dolores nos revela el formato de su invitación: mirar a los ojos, abajarse, meterlos en el Corazón de Jesús, y que Él hable “callandito” a través de ella.

Luego, el secreto de Dolores es una clave mágica: meterlos en el Corazón de Jesús y que sea Él mismo Jesús quien les habla al corazón. ¿Sencillo? ¡Sublime!

Dios y sus mensajeros

Dios nos sigue invitando a la verdadera felicidad, a la plenitud total, al goce de su infinito amor para toda la eternidad.

Dios, como “especialista en invitaciones”, tiene muchas maneras de hacerlo, pero quiere mensajeros – tú y yo – que, como Dolores, hagamos posible llegar su invitación. Él la transmitirá a través de nosotros, si le permitimos. Ahí tenemos una forma y un “secreto”.

El mensaje es de Jesús; nosotros, sus mensajeros. ¡Invitemos a conocer a Jesús!

DOLORES SOPEÑA: MUJER IGNACIANA

Diecinueve mujeres, entre las que se encuentra Dolores Sopeña, protagonizan el libro “Mujeres ignacianas. Escritos esenciales”, que reúne por primera vez en un único volumen, una esmerada selección de textos de mujeres, valientes y determinadas, que siguieron el legado de San Ignacio de Loyola.

Estas mujeres conocieron y aprendieron a amar a Jesús desde la espiritualidad ignaciana, resignificándola y haciéndola suya, y produciendo ricos y profundos textos que han permanecido hasta nuestros días.

La colaboración de los Institutos y Congregaciones de las distintas mujeres ha dado como fruto un libro que nos permite asomarnos con rigurosidad, devoción e interés a sus mundos, en muchos casos, de gran proyección apostólica y a sus experiencias de fe.

El equipo editorial ha estado formado por Nurya Martínez-Gayol Fernández, ACI, José García de Castro Valdés, SJ y Miyako Namikawa, RSCJ.

Mujeres Ignacianas

San Ignacio inspiró en estas mujeres la fuerza para crear otras tantas instituciones religiosas femeninas donde recrearon, cada una desde sus características y personalidad, el carisma ignaciano.

La publicación recoge gran cantidad de escritos íntimos y personales, como diarios, oraciones, cartas o memoriales, y textos legales o jurídicos, como reglas, normas y constituciones.

El pasado mes de diciembre tuvo lugar un encuentro en la Casa de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, en Madrid, para celebrar que el libro se ha convertido en realidad.

En este libro se recopila, por primera vez, una selección cuidada de estos escritos que nos permitirán conocer con rigor y devoción el mundo interior de estas mujeres y su impresionante proyección «para la mayor gloria de Dios».

Tal y como destacan las Hijas de Jesús del prólogo del P. Elías Royón, SJ, “esta obra ha querido presentar el patrimonio de espiritualidad ignaciana vivida y formulada por mujeres (…) que, inspiradas por Dios, ofrecieron a la Iglesia nuevos carismas de consagración y misión apostólica. Agradecemos la posibilidad de “escuchar” estas “palabras esenciales” a las que hay que volver, con fidelidad creativa, para la continua renovación de la vida consagrada”.

 

¡TRANSMITAMOS EL MENSAJE!

A los cristianos se nos presenta la magnífica oportunidad de transmitir el mensaje y de sentirnos enviados para compartir nuestra experiencia de vida como creyentes. “Nuestra misión es invitar a los demás a que ‘pasen y vean’ porque el espectáculo de Dios debe continuar”.

Así nos lo expresa, Víctor Rivero Sarmiento, laico Sopeña y profesor de Lengua y Literatura en el Centro Sopeña Las Palmas, en un artículo para la revista Icono, de los Padres Redentoristas.

En el texto, Víctor Rivero nos recuerda un cortometraje muy utilizado en las aulas, “El Circo de las Mariposas”. En esta pieza cinematográfica se nos muestra de forma clara cómo el acompañamiento de la familia, el amor y la fe obran el milagro de convertir las dificultades en oportunidades de superación.

De la misma manera, nos recuerda que el I Certamen Internacional Sopeña de Relatos Cortos, convocado para celebrar los 120 años de la constitución de la Fundación Dolores Sopeña, obra apostólica de las Catequistas Sopeña, surgió tras la pandemia (un túnel de incertidumbre y oscuridad) como una invitación a viajar sin restricciones a nuestro interior y, después, escribir sobre lo andado.

Este ejercicio de poner palabras a lo que cada uno de nosotros había pasado se convirtió “no solo en un ejercicio terapéutico, sanador y literario, sino en una ocasión perfecta para tejer en familia multitud de vivencias”, afirma.

“Y lo experimentado se convirtió en la llave para descubrir una Buena Nueva, la esperanza y la certeza de un nuevo punto de partida”.

Os reproducimos en su totalidad el artículo:

Tiempos de oportunidades para celebrar a Dios

En familia, con amor y fe se obra el milagro: la oportunidad de superación y el recordarnos iluminados por Dios

“Mientras mayor es la lucha, más glorioso es el triunfo”, le decía el Sr. Méndez a Will en El Circo de las Mariposas (2009). Recurso proyectado en muchas aulas, este cortometraje protagonizado, entre otros, por Nick Vujicic, ejemplifica la maravilla de la metamorfosis de la dificultad en una oportunidad para la superación.

Will, nacido sin extremidades y exhibido en un parque de atracciones como una “burla de la naturaleza”, es acogido en el Butterfly Circus e invitado a encontrar la “belleza que hay en sus cenizas”. Y lo acaba consiguiendo, no solo por su lucha y esfuerzo, sino por la resucitada capacidad de creer en sí mismo que experimenta en su nuevo seno familiar.

Familia, amor y fe acaban conformando los elementos que obran el milagro. Al contrario de lo que le habían hecho creer desde su nacimiento, “maldito desde que nació”, Will experimenta su propia conversión en mariposa, formando parte de una comunidad que también tiene como misión salir al encuentro y descubrir las bellezas que hay dentro de las personas.

La llegada del Covid significó también la cruel exhibición de muchos de los problemas humanos. Además de recordar el poder de la naturaleza, señaló de manera contundente la importancia y la trascendencia de los engranajes sociales en el devenir de la existencia.

El obligado confinamiento forzó al ser humano a encontrarse consigo mismo en soledad o en compañía, como mucho, de la familia o las personas con las que se compartía un mismo techo. Sin embargo, desde esta burbuja espacio–temporal se pudo tomar conciencia de los regalos de la vida y del brillo especial que poseen si los compartimos. A través de un túnel de incertidumbre y oscuridad pandémicas, descubrimos que el camino hacia una nueva oportunidad seguía estando iluminado por la Luz del Señor.

Una invitación a viajar a nuestro interior para tejer mil y una historias

En línea con la fundadora y su “saber interpretar los signos y las necesidades de los nuevos tiempos”, la Fundación Dolores Sopeña, para celebrar los 120 años de su constitución, convocó durante el curso 2021/2022 el I Certamen Internacional Sopeña de Relatos Cortos. Bajo el lema “La oportunidad de superarte”, el objetivo estaba en reflejar historias de superación de las que emanara el papel crucial de la fe en nuestras vidas.

 mensaje

En momentos de pandemia y las limitaciones que ello significaba, la propuesta del certamen significaba una invitación a viajar sin restricciones a nuestro interior. A reflexionar sobre lo vivido y celebrar la maravilla de sentirnos acompañados por Dios en el sendero de la vida.

Historias de la niñez, la adolescencia y la etapa adulta fueron compartidas no solo con los miembros del jurado, sino que, durante el proceso de creación de los relatos, también las familias en los hogares pudieron ser testigos privilegiados de palabras y experiencias que no siempre habían sido verbalizadas.

Como escribió Eduardo Galeano, “quien escribe, teje” y “los textos son como nosotros: tejidos que andan”. La oportunidad de escribir sobre lo andado se convirtió no sólo en un ejercicio terapéutico, sanador y literario, sino en una ocasión perfecta para tejer en familia multitud de vivencias. Al igual que pasaba con Will, el respeto y el amor que se respiró en el proceso regaló la oportunidad de reconciliar e hilar presente y pasado para afrontar un futuro que, con ilimitada fe, volvería a contar con el acogedor abrigo de Dios.

La oportunidad de sentirnos enviados a compartir nuestra fe y celebrar a Dios

La materialización del tiempo vivido mediante la palabra compartida facilitó emociones redentoras e impulsos ilusionados para seguir caminando. Al igual que expresaba Ana Frank en su diario, el certamen de relatos no se limitó a ver la miseria vivida, sino a recordar la “belleza que aún queda”. Lo experimentado se convirtió en la llave para descubrir una Buena Nueva, la esperanza y la certeza de un nuevo punto de partida.

Una renovada etapa debía comenzar volviendo a sentir que somos parte de un todo, hermanos e hijos de un mismo padre. En palabras del Papa Francisco, “cada familia es una piedra viva en la construcción de la sociedad” y, desde este principio, nos debemos seguir sintiendo preparados y arropados para afrontar nuevas oportunidades para la superación.

“Somos magníficos” nos diría el Sr. Méndez. “No enterréis vuestros talentos, vuestros dones que Dios os ha regalado. ¡No tengáis miedo de soñar grandes cosas!”, ha exclamado el Papa. Salgamos también nosotros al encuentro para transmitir el mensaje. Sintámonos enviados a seguir compartiendo nuestra experiencia de vida y fe. Tenemos la misión de invitar a los demás a que “pasen y vean” porque el espectáculo de Dios debe continuar.

escribir el mensaje

EUCARISTÍA: ALIMENTO DE VIDA INTERIOR Y ENTREGA

La eucaristía es para nosotras, misioneras en medio del mundo, el centro de nuestra vida, el alimento de nuestra vida interior y nuestra entrega incondicional.

La eucarística es, además, una de las notas características de nuestra espiritualidad, junto a la Cristocéntrica, Mariana e Ignaciana.

La participación en la misa nutre cada día nuestra vida, sostiene nuestra acción y nuestra entrega incondicional a los demás, a los usuarios de nuestra principal obra apostólica, la Fundación Dolores Sopeña, y de nuestras misiones.

Las Catequistas Sopeña encontramos en la eucaristía y en los tiempos diarios de adoración la fuerza y silencio que nos permite llevar la palabra y el Reino de Dios en medio del mundo, en el ruidoso y a veces vertiginoso trasiego de la vida.

Estrictamente la espiritualidad cristiana es solamente una, sin embargo, en la Iglesia existen diversas escuelas y propuestas espirituales, en cuyo origen suelen estar personas que vivieron una determinada y completa experiencia de Dios que luego quisieron transmitir a sus seguidores.

La de Dolores Sopeña nos ha dejado un “modo concreto de vivir el ser cristiano”.

Se trata de un estilo de vida particular, configurado por el seguimiento de Jesús, tal y como lo hizo en su tiempo la Beata Dolores Sopeña (1848-1918). Para ella, la misa ocupa un lugar especialmente privilegiado, al que le otorga mucha importancia, y que es particularmente relevante en su espiritualidad.

De esta forma, la Eucaristía es un momento cumbre de la experiencia cristiana al expresar y concretar la unión con Cristo, entre los miembros que participan y con todos los hombres y mujeres (cf.LG 11).

A veces, cuando nos volcamos en el apostolado, cuando nuestro día a día está lleno de actividades, se corre el riesgo de descuidar el momento privilegiado de oración delante de Dios, que nos espera en el Sagrario.

Eucaristía Vélez

Pero Dolores Sopeña siempre entendió y así lo transmitió a sus hijas, las Catequistas Sopeña, que “La fortaleza que se recibe al pie del Sagrario no se parece a nada”. Y por ello, ahí pasaba largos ratos de sus activas jornadas.

Está claro que es su alimento, su fuerza y su motor, podríamos decir que el centro de su vida, más allá de su labor en favor de las personas más desfavorecidas socioeconómicamente, de las más alejadas de Cristo y de su Iglesia.

También el Papa Francisco ha incidido en multitud de ocasiones en la relación que tiene la Eucaristía con nuestra vida.

«Quien celebra la Eucaristía, no lo hace porque sea mejor que los demás, sino porque se reconoce necesitado de la misericordia de Dios».

“La Eucaristía no es un mero recuerdo de algunos dichos y hechos de Jesús. Es obra y don de Cristo que sale a nuestro encuentro y nos alimenta con su Palabra y su vida”

De igual manera, pero, con otras palabras, San Juan Pablo II nos dice que: “Todos los cristianos tenemos en la Eucaristía el alimento para nuestro camino. En ella el Señor nos comunica su propia vida y por ella Él nos pone en comunión con Dios y en comunión con todos nosotros”.

Las Catequistas Sopeña, a través de la Liturgia Eucarística, encontramos un destello de luz, la fortaleza que necesitamos en momentos de flaqueza y el consuelo en momentos de tristeza.  Es el estímulo y motor de nuestras vidas, que nos motiva a construir un mundo mejor, donde el amor fraterno se hace presente.

EN EL ECUADOR DEL SEXENIO

Alcanzado el ecuador del sexenio, desde el último Capítulo General del Instituto Catequista Dolores Sopeña, en el que Miryam Ávila fue reelegida como Superiora de la institución, retomamos una entrevista publicada en la revista Ecclesia.

En un número dedicado especialmente a los laicos, una de las fuerzas fundamentales del Carisma Sopeña, junto al de las propias Catequistas.

No en vano, Miryam Ávila hace hincapié en que la propia Dolores Sopeña, fundadora del Instituto siempre se hizo acompañar de seglares, especialmente mujeres creyentes que, desde su fe, se sumaron a la evangelización y el apostolado de la palabra y el amor de Dios.

Ahora, a mitad del sexenio de este segundo mandato, las Catequistas Sopeña, trabajando en más de ocho países del mundo, siguen con la evangelización en los lugares más remotos, no solo físicamente, si no en lo social y en lo espiritual.

En las periferias a las que tanto se refiere también el Papa Francisco.

Es un desafío que se adoptó bajo el velo de la Misión Compartida, algo que no es una novedad para las Catequistas Sopeña.

Su principal obra apostólica, la Fundación Dolores Sopeña, es donde se revela verdaderamente el trabajo de los que formamos la Familia Sopeña al completo.

Ese trabajo se centra en cada persona, en cada hombre y mujer, principalmente de familias trabajadoras, que por diversas circunstancias no han tenido la oportunidad de formarse, en su más amplio sentido, y de conocer a Dios.

Entonces, en la época de la fundadora, y ahora, esos hombres y mujeres son miembros de familias con dificultades, que han tenido menos oportunidades y que, de alguna manera, se han sentido o se sienten excluidos de una sociedad que no se lo pone fácil.

Mitad de sexenio

Esa es la misión que sigue viva en tantos espacios de acción Sopeña en el mundo.

En la citada entrevista, Miryam Ávila se refiere también al “ser” de las Catequistas. “Somos, antes que nada, mujeres que nos hemos sentido miradas y amadas por Dios y que hemos respondido a la llamada de seguir a Jesús, de darlo a conocer, de hacerlo visible y palpable en un mundo en el que Dios parece el gran ausente”, reconoce con esperanza.

“Para quien no nos conozca, vivimos nuestra consagración total a Dios en medio del mundo, entre la gente más vulnerable, en traje seglar y sin ningún signo religioso externo”, explica Miryam a las potenciales Catequistas que, como reconoce reflexiva, “caen gota a gota”.

Ahora, Miryam Ávila con su Consejo General harán revisión de los objetivos fijados al inicio del sexenio bajo el lema “Renacer a una vida nueva en espíritu de esperanza” (cf. 2 Cor 5,17).

Por un lado, la necesidad de seguir en la acogida y dignificación de las personas más vulnerables y en situaciones o riesgo de exclusión; y por otro, la de dar a conocer a Dios y formar en la fe.

“Esta última línea, trascendental, se convierta en fuego en nuestro corazón, como fue el gran deseo de Dolores”, expresa Miryam Ávila.

 

EMOCIÓN DE SENTIRSE ACOMPAÑADOS POR DIOS

De igual forma que simplificamos nuestro estado de ánimo o la reacción a un mensaje con los nuevos emoticonos -esas caritas de las redes sociales, que creemos que expresan mejor que nosotros cada emoción- reducimos el significado de algo tan grande y complejo como la alegría.

Mane Arenas, Catequista Sopeña en la Comunidad de Bogotá, nos comparte en un artículo para la revista ICONO, que lo que significa la alegría, en referencia a lo que sentimos ante acontecimientos, personas o lugares concretos, se queda inmensamente corto ante la alegría de quien se siente amado y acompañado siempre por Dios.

Y nos invita a todos los creyentes a poner de manifiesto esa alegría, ahora sí, permanente, de quien experimenta desde el corazón la presencia de Dios en nuestra vida, a pesar de las dificultades.

Por aquí os dejamos el artículo completo.

 UNA ALEGRÍA INAGOTABLE

Hoy en día hemos simplificado la comunicación de las emociones, sobre todo aquellas que tienen que ver con expresiones de alegría o satisfacción, encontrándonos con una variedad de emoticones cada vez más originales y simpáticos.

En mensajes cortos, con pocas palabras y más representaciones, compartimos aquello que podemos estar sintiendo en el momento. Las imágenes se han convertido en traductoras de un mundo complejo como es el de las emociones, sin llegar a descubrir si comunicamos verdaderamente lo que nos mueve por dentro.

La palabra alegría fácilmente nos puede llevar a simplificar el término, reduciéndolo a acontecimientos, personas o lugares concretos; seguramente contenga todo eso, pero nos quedamos cortos, porque implica mucho más, sobre todo, si nos referimos a la alegría que proviene de Dios, aquella que brota casi espontáneamente en el corazón de quien se siente amado, sostenido y acompañado durante su vida.

Emoción Alegría1

 

Los creyentes de hoy, tenemos como tarea manifestar con nuestra vida, la alegría que nos provoca la presencia de Dios en ella… un Dios que se ha acercado a nuestra historia, haciéndose uno como nosotros, para experimentar también la alegría, más que como una emoción, como un estado permanente y contagioso, en el que vivía.

Y a eso estamos llamados quienes creemos en la Buena Noticia, no como un mensaje recibido, sino como un estilo de vida que toca y trastoca, todos sus ámbitos.

Sobrellevar las dificultades

Esto no quiere decir ausente de momentos difíciles porque, suelen creer algunos, que el creyente, solo por el hecho de profesar una fe, no debería tener problemas… eso no es así, las dificultades aparecen, los conflictos muchas veces abruman y la debilidad se manifiesta continuamente. Lo que nos diferencia y le da un plus, por decirlo de alguna manera, es la forma de sobrellevar esas circunstancias, por la fe y la confianza que colocamos en aquel que nos ha salvado, aquella que nos permite caminar agradecidos en un mundo no siempre alegre.

Bien lo dijo el Papa Francisco en la Exhortación Apostólica Evangelli Gaudium: “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”.

Por lo tanto, ¿de dónde brota entonces esa alegría?… pues del encuentro con aquel que da sentido a la existencia, un encuentro cargado de realidad, en donde Jesús se acerca, conoce, toca y transforma la vida de aquel que esté dispuesto a dejarse modelar por él.

Así lo pueden confirmar quienes han vivido la experiencia de Ejercicios Espirituales, pues en el camino que recorren descubren el paso de Dios en sus vidas, en los detalles y la delicadeza con que este se manifiesta. Es la oportunidad de llenarse, no solo de paz, sino sobre todo de una alegría desbordante, que te lleva a contagiar a otros a vivir esta experiencia.

Dios en lo cotidiano

Del mismo modo, si estamos atentos en lo cotidiano, seguramente descubrimos las miles de formas que tiene Dios para comunicarse; transformándose en las mejores palabras, un paisaje con sonidos naturales, la risa de un bebe por la mañana, el saludo del anciano que pasea por el parque, la caricia de la madre, el crujir de las hojas secas que pisas en otoño… todo esto no es más que expresiones sencillas, donde en la vida de cada ser humano, se va encarnando la alegría de Dios.

Alegría emoción2

Otro espacio fundamental para experimentar alegría, son las acciones donde nos entregamos por entero a una misión, donde dedicamos nuestro tiempo y esfuerzo para que otros puedan tener una mejor calidad de vida, donde la retribución muchas veces no es monetaria, sino que se traduce en un ¡GRACIAS! muy sentido.

Quienes acuden a los centros de formación; tanto colaboradores como alumnos, comparten con sencillez el ambiente cálido y acogedor que alegra el corazón de quien se siente amado y respetado en dicho lugar.

Y cómo será de importante la alegría para las Catequistas Sopeña que justamente lo vivimos como un valor dentro de la vida comunitaria, pues ya lo decía nuestra Fundadora Dolores Sopeña “Me gustan mucho los espíritus alegres” …

Quienes son enviados por Dios a una misión, agradecidos por la elección, ponen al servicio de los demás, los dones y talentos recibidos para que el Señor los multiplique diariamente y llegue de esta manera, a más personas que necesitan colorear sus vidas con esta alegría inagotable que proviene de vivir el Evangelio en plenitud.

Ahora que está tan de moda la palabra contagio, contagiemos de esa alegría evangélica, que nunca se agota y que siempre se renueva; pintemos con más colores el lienzo que cada mañana se coloca a nuestra disposición al comenzar una nueva jornada, alegrando un poco más el pedacito de mundo que a cada uno se nos encomienda.

 

DEISSY INICIA EL POSTULANTADO EN LA COMUNIDAD DE BOGOTÁ

El pasado domingo 28 de agosto la joven aspirante Deissy Salcedo recibió la Plegaria a las Postulantes que nuestra Comunidad de Bogotá le cantó, como inicio del proceso de Postulantado en nuestro Instituto.

La Plegaria a las Postulantes es una invocación a la Virgen María para que acoja a esta nueva hija bajo su manto y, en ella, las Catequistas Sopeña expresan sus deseos de incorporar a esta nueva integrante a la Comunidad.

Deissy comunidad Bogotá

“El Postulantado es la preparación inicial a la Vida Consagrada. Durante el, la postulante va conociendo la vida espiritual y apostólica del Instituto a través de sus Constituciones, al mismo tiempo que este puede adquirir un conocimiento más completo de su intención, de su idoneidad para la vida religiosa y de sus aptitudes para nuestra especial vocación” (líneas de formación Sopeña).

Las Catequistas Sopeña agradecemos a Dios este nuevo paso que Deissy comienza a dar y le encomendamos todo su caminar.

Hoy en día, el reto de servir a la fe implica una formación profunda y experiencial.

Una formación progresiva de servicio a nuestros semejantes y de disponibilidad completa para la Misión desde nuestro Carisma, el Carisma Sopeña.

Se trata de un itinerario formativo paulatino y progresivo, acompañando nuestra relación con Dios, la convivencia en la Comunidad y la entrega al servicio de nuestra Misión.

Superada la primera etapa, la del Aspirantado, la etapa del Postulantado que inicia Deissy ahora en Bogotá se prolongará durante un periodo de seis meses en los que recibirá el apoyo necesario para continuar con su discernimiento vocacional.

En las cinco etapas de la formación que recibimos las Catequistas Sopeña, a continuación, vendría la etapa del Noviciado –una de las etapas clave-, la etapa del Juniorado y la Tercera Probación –se toma la decisión final de la consagración religiosa-.

Comunidad de Bogotá

EVANGELIO CONTRA LA GUERRA

El Evangelio, creído y vivido, es un arma de vida, de fraternidad y de futuro, mucho más fuerte y potente que todas las armas destructoras que, desgraciadamente, usamos a diario en el mundo.

El Papa Francisco insiste siempre y en su carta Fratelli Tutti nos muestra decenas de razones y caminos, herramientas y motivaciones para ser solidarios, practicar la fraternidad con los cercanos y los lejanos y hacer verdadero el amor.

Nos lo cuenta así, María Jesús González, Catequista Sopeña, ahora en Loyola, muy cerca siempre de Dolores, en un artículo compartido en la revista ICONO de los Redentoristas.

Precisamente, toma como referencia el ideal de fraternidad de Dolores Sopeña, y afirma dándonos esperanza que el Reino de Dios sigue en construcción y que, en estos tiempos de conflictos bélicos y de grandes distanciamientos sociales, “solo la fraternidad hará el milagro”.

Por aquí tenéis el artículo completo sobre la fuerza del Evangelio.

LA FRATERNIDAD HARÁ EL MILAGRO

¿Cómo podemos describir la situación que estamos viviendo en Europa y sus repercusiones mundiales? ¡La guerra en Ucrania! La explosión de una maldad inimaginable en nuestro siglo.

Nos faltan las palabras, nos aturde lo incomprensible. Contemplamos atónitos las imágenes de destrucción y muerte, sufrimientos humanos enormes, miles de vidas destrozadas, migraciones masivas, adultos sin rumbo, niños asustados, hombres jóvenes defendiendo la patria con sus vidas… y brotan en nuestro corazón, la indignación, la compasión, la solidaridad, la tristeza y una especie de miedo, sospechando que estamos ante una situación peligrosa, desconocida, en alto grado imprevisible.

La lucha entre el bien el mal comenzó a existir muy pronto y, de una forma u otra, aflora siempre. El mal habita en el corazón del hombre, del ser humano (también el nuestro) dañado profundamente por el pecado original y tiene muchas caras; la peor de todas es el egoísmo y la soberbia que le lleva a no reconocer a su Creador y a no respetar ni amar a sus semejantes. Aunque es cierto que el interior solo lo conoce Dios, nosotros conocemos “el árbol por sus frutos” y éstos si los vemos y sufrimos.

Lo que sale del corazón

Jesús dijo que lo que realmente daña al ser humano es lo que sale del corazón… Las bombas, los misiles destructores, “explotan” antes en el corazón de los que traman la guerra… Su responsabilidad es tremenda, pero, aunque parezca raro, son los primeros destruidos y dignos de compasión. Es la degeneración total, el monstruo. La historia los pondrá en su lugar.

Afortunadamente, en medio de este panorama desolador, hay gestos que parecen pequeños, insignificantes como gotas en este inmenso mar de violencia y odio: La familia ucraniana que recibe a un soldado ruso perdido y hambriento; le da de comer y le facilita una llamada a su madre para decirle que está vivo. Y el grupo de vecinos que espontáneamente ayuda a un paracaidista ruso, enredado en unos cables al descender… y ¿qué decir de los numerosos voluntarios e iniciativas de acogida y ayuda a los millones de refugiados?

Es loable y decisiva la ayuda internacional, el envío de armas, el apoyo moral. Hay que hacerlo. Es condenable la invasión de un país soberano… es legítima la defensa de su territorio y, sobre todo, de las personas y su patrimonio material, cultural y espiritual; pero la lucha armada es una solución a medias. Habrá vencedores y vencidos y se repetirá la historia en cualquier momento. No parece que la mayor parte de los seres humanos somos capaces de respetarnos profundamente y lograr un entendimiento duradero.

Los organismos internacionales, ciertamente son un logro, pero a la hora de la verdad, resultan frágiles y poco eficaces.

El mandamiento del amor

Lo dramático es que muchos de los que creemos en Jesucristo y conocemos su encargo principal, el mandamiento del amor, no siempre lo ponemos en práctica. ¿Dónde nos queda “el amar también a los enemigos!, ¿dónde queda si te piden la capa, entrega también el manto? ¿Será solo para ámbitos privados o “próximos” y no para que alcance a toda la Humanidad?

No. No es lo mismo “lo personal” que lo “público o social”, pero del corazón sale todo y debe haber una forma de combinarlo y dar pasos hacia la paz. Por ejemplo: dejar de fabricar armas. El Papa Francisco no tiene miedo a repetir esta petición y en su carta Fratelli Tutti podemos encontrar pautas preciosas y motivaciones para vivir la solidaridad, la fraternidad, el amor a todo nivel.

El Evangelio, creído, saboreado y vivido tiene en si un potencial más eficaz que todas las armas del mundo.

Una guerra “al revés”

Pero… es otra locura, es una guerra “al revés…” con victoria segura a largo plazo y los seres humanos, en general, no parece que estamos cerca de este planteamiento. El Reino de Dios solo ha comenzado, pero todavía no llega.

Sin embargo, ¡ha comenzado! Si, está entre nosotros, crece en silencio y está más vivo de lo que parece. Conocemos testimonios que demuestran que esta locura es posible y hace feliz. La Iglesia Católica en las beatificaciones y canonizaciones nos presenta algunos, ideales ya realizados que estimulan y atraen.  Vidas variadísimas, todas han vivido en alto grado la fe, la esperanza y el amor. Sobre todo, el amor.

El pasado 15 de mayo tuvo lugar la canonización de Carlos de Foucauld. La revista Vida Nueva de esa semana, al comienzo del Pliego le reconoce como “hermano universal”. Desde el desierto y “en contacto” con otros; un contacto estrecho y respetuoso con los que eran diferentes, con todos. Merece la pena leer todo el Pliego.

Como hija de Dolores Sopeña, descubrí en el nuevo santo un aspecto que coincide con ella.  Sus caminos son diferentes; pero ambos buscan y proponen el ideal de fraternidad. “Hacer de todos los hombres una sola familia en Cristo Jesús” era el ideal de Dolores. Y esto en unos tiempos de grandes distanciamientos sociales. Solo la fraternidad hará el milagro.

También hay una coincidencia en el modo de hacerlo: la relación directa con la gente.  Es el mejor medio para disolver las distancias, la indiferencia y hasta el “odio”. Acercarse, escuchar, mirar a los ojos, respetar profundamente… esperar. Dolores siempre desea “llegar al corazón”, y amar incondicionalmente. Nada prepara mejor el camino para “dar a conocer a un Dios tres veces santo y mil veces Padre…” y llegar así a vivir como hermanos.