ACOGIDA AL CARDENAL Y ENCUENTRO DE VIDA CONSAGRADA EN BOGOTÁ

La Comunidad de Catequistas Sopeña en Bogotá (Colombia), con Mane Arenas a la cabeza como superiora de la misma, acogió la semana pasada la visita del Cardenal Primado de Colombia, Monseñor Luis José Rueda Aparicio.

El Cardenal y el recién ordenado Monseñor Edwin Vanegas recorrieron las instalaciones del Centro que la Fundación Dolores Sopeña, principal obra apostólica del Instituto Catequista Dolores Sopeña, tiene en la capital colombiana.

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Durante la visita, Monseñor Luis José Rueda Aparicio, Monseñor Edwin Vanegas y Monseñor Yoany Cupitra, vicario de la zona pastoral del Espíritu Santo, acompañados por una comitiva de religiosos y religiosas de la Vicaría, pudieron charlar y conocer de primera mano la experiencia en el Centro Sopeña Bogotá de alumnas y alumnos, docentes y personal de la Fundación.

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Este grupo de religiosos, integrado por asistentes a un encuentro de Vida Consagrada conocieron también la labor realizada por el Centro Sopeña y se sorprendieron gratamente por la acogida recibida en el lugar y la alegría que la gente expresaba de aprender y pertenecer a esta Familia Sopeña.

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Monseñor Luis José Rueda Aparicio término su recorrido expresando su orgullo y emoción al ver el servicio que la Iglesia presta en obras como esta y destacó que la Fundación Dolores Sopeña es “como un SENA con Espíritu”, refiriéndose a la institución del Gobierno de Colombia que capacita a las personas para el mundo del trabajo.

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QUÉ HAY DETRÁS DE NUESTRAS OBRAS

En una sociedad como la nuestra, suele ser más fácil hablar de lo que hacemos que de lo que somos. Mostramos resultados, grandes obras, y está bien, pero es importante ir más allá. Por eso, es bueno preguntarnos, ¿qué hay detrás de nuestras obras?, ¿qué nos mueve por dentro?, ¿qué o quién anima e inspira nuestros sueños y proyectos?

Para Jacqueline Rivas, Catequista Sopeña, ahora en Guayaquil (Ecuador), la respuesta es muy sencilla y, por sencilla, puede parecer un tanto simple: Dios.

Así lo expresa en un artículo introducido con la afirmación de que la vida de cualquier Catequista Sopeña quiere ser la expresión de un Dios cercano.

Nuestra vida no tendría sentido sin esa referencia al absoluto, a Aquel que lo habita, lo envuelve y lo trasciende todo. Hablar de ello, por tanto, es hablar de nuestra espiritualidad, de nuestro modo de vivir el Evangelio, de aquello que nos nutre y nos impulsa, de nuestra manera de relacionarnos con Dios, con los demás, con todo…

Las Catequistas Sopeña somos, antes que nada, mujeres que nos hemos sentido miradas y amadas por Dios y que hemos respondido a la llamada a seguir a Jesús, a hacerlo visible, palpable en un mundo en el que Dios parece el gran ausente.

Nuestra presencia en traje seglar, sin ningún signo religioso exterior, nos permite vivir nuestra consagración total a Dios en medio del mundo, entre  la gente; acercarnos a las periferias existenciales de las que tanto habla el papa Francisco.

Por eso, nuestras obras apostólicas, nuestra vida, quieren ser la expresión de un Dios cercano,  que sale al encuentro de cada persona en su necesidad para que viva de acuerdo a su dignidad de hijo de Dios, pues todos, lo sepamos o no, somos seres amados que nos realizamos en el amor y en la apertura a la trascendencia.

Esa llamada a vivir en medio del mundo requiere de nosotras un corazón y una mirada contemplativos, que nos ayude a descubrir a Dios presente en todo y en todos.

Como decía Dolores Sopeña, “la creación es un templo y cada persona una imagen de Dios”.

Mirada que se afina en la contemplación amorosa de Jesús en el Evangelio y en la eucaristía. Una imagen que bien podría hablar de nuestra experiencia de Dios es la de instrumento.

Nos sentimos y sabemos instrumentos en sus manos. No somos nosotras las protagonistas, la iniciativa siempre es de Dios. Él nos mueve, nos inspira,  nos anima. Sentirnos habitadas por Él, sabernos en sus manos diestras y amorosas, es una invitación a la confianza, a la audacia, a asumir riesgos, a atrevernos a explorar caminos nuevos, a adentrarnos en aquellos sectores más alejados de Dios y de la Iglesia, pues no somos nosotras, es Él quien  lo hace todo.

obras de Dios

Otro de los rasgos esenciales de nuestra vocación es la llamada a construir fraternidad, comunión, a propiciar la espiritualidad del encuentro.

El mundo es una amalgama de formas y colores en perfecta armonía. Por eso, en nuestras comunidades, con los laicos y jóvenes que comparten nuestra espiritualidad y misión, y con todos aquellos que acuden a nuestras obras, queremos llegar a formar una sola familia en Cristo Jesús.

Misioneras en medio del mundo, ¡qué hermosa vocación!

ECONOMÍA CON ROSTRO HUMANO

El Papa Francisco que ha cuestionado de forma reiterada “un modelo de vida económica y social caracterizado por tantas desigualdades y egoísmos” y que “a menudo no duda en explotar a las personas y a los recursos”, nos propone avanzar “hacia una economía sostenible, una economía con rostro humano”.

El Periódico Encuentro de Santiago de Chile, ciudad en la que las Catequistas Sopeña contamos con dos comunidades, convocó un encuentro con cuatro profesionales para reflexionar sobre estas palabras.

El Santo Padre ha invitado a jóvenes economistas y empresarios a sumergirse en la experiencia de San Francisco de Asís, para vivir un proceso de transformación global, que permita cambiar la economía actual y aportar alma a la economía futura.

Entre los convocados por el periódico Encuentro, estaba Gabriela Herrera, Catequista Sopeña en una de las comunidades de la capital chilena.

Gabriela, directora también del Centro Sopeña Santiago de la Corporación Dolores Sopeña, principal obra apostólica del Instituto Catequista Dolores Sopeña en Chile, que tiene como misión la promoción de personas y familias trabajadoras a través de la formación integral, habló precisamente de esta labor.

Según Gabriela Herrera, la promoción integral de la persona, es una “herramienta fundamental en el trabajo que desarrollamos para enfrentar la crisis de precariedad. Sobre todo, en personas que no tienen trabajo y que apuestan por algo para surgir”.

La Corporación Dolores Sopeña –nombre de la Fundación Dolores Sopeña en el país sudamericano- capacita y forma en habilidades y emprendimientos a pobladoras y pobladores de Puente Alto.

Desde esa experiencia, subraya que se tiene que pensar en una economía con “rostro humano y que vaya en favor de la dignidad de la persona”.

Asimismo, se debe “fortalecer el cuidado de la casa común, respetar sus creencias religiosas y que fortalezca esas creencias religiosas a un sentido espiritual trascendental”.

En este concepto, Gabriela Herrera añade, “cabe destacar que no pensamos por ellos, sino que pensamos con ellos y desde ellos y ellas hemos aprendido mucho a dar pasos, a caminar juntos. Por eso estamos convencidos de que es posible una visión hacia una economía solidaria, integral, de bien común, de servicio. Es decir: integral e integrante, afianzando la Doctrina Social de la Iglesia”.

SALIR AL ENCUENTRO DE LA REALIDAD

Salir al encuentro de las personas que viven hoy y antes en la desesperanza, tal y como hizo Dolores Sopeña, supone no solo un movimiento físico, de acercamiento, sino, sobre todo, un movimiento interior, que nos debe colocar ante una persona por descubrir, más que ante necesidades que aliviar.

Un desplazamiento que transmita en todas sus formas el Amor de Dios.

Así nos lo cuenta Mane Arenas, Catequista Sopeña en Bogotá (Colombia), en este artículo de colaboración en la revista Icono de los Redentoristas, en el que nos muestra una de las formas de “contagiar el Amor de Dios”.

En nuestro Carisma y, a través de la formación en el mundo del trabajo, nos movemos hacia los demás, hacia el otro, facilitando además de la capacitación profesional, espacios de encuentro para la vida misma.

UNA FORMA DE ACERCAR A DIOS

Salir al encuentro es una actitud heredada. Alguien, antes de que nosotros siquiera lo pensáramos, salió en nuestra busca, por amor y para invitarnos a amar. Y es que, en infinidad de oportunidades, y en ocasiones sin darnos cuenta, ha sido el mismo Dios quien ha salido a nuestro encuentro primero, como suele decir el papa Francisco: Él nos “primerea en el amor”, pues salió de la eternidad para hacerse transitoriedad, dejo su inmortalidad, para experimentar la mortalidad y compartir con el mundo la Vida… y digo vida con mayúsculas, porque a Jesús, le bastaron solo 33 años para vivir plenamente su humanidad y mostrarnos con su andadura en esta tierra, que la felicidad que Dios nos propone, surge del salir de uno mismo, para encontrarse con el otro.

Muchos han optado por este camino. Francisco de Asís, Alfonso María de Ligorio, Dolores Sopeña, Alberto Hurtado, la madre Teresa de Calcuta, Laura Montoya… son algunos nombres de la extensa lista de personas que hicieron de su historia personal, un camino permanente, en el que, situaciones, lugares y diferentes rostros, fueron el centro de su hacer.

Hombres y mujeres mirados, amados e invitados por Dios, sintieron en su interior la llamada de Cristo a salir a su encuentro en el más necesitado. Se movieron con el corazón inflamado por la fuerza de su Espíritu, encontrando nuevas formas de acercar la ternura de Dios a un mundo fragmentado, descubriendo en cada hermano y hermana golpeados por dolor, la pobreza, el abandono, la fragilidad, el mismo rostro de Cristo que les interpelaba.

Hoy en día, somos muchos los que, siguiendo los pasos de Jesús e inspirados por estos primeros seguidores, transitamos por estos caminos, que, aunque hoy sean diferentes a los suyos, los recorremos con la misma convicción, con el mismo impulso, con el mismo deseo de salir al encuentro de realidades que necesitan atención, con la misma ilusión de hacer visible el amor de Dios a tantas vidas hoy desesperanzadas.

Es así como la formación del mundo del trabajo, la capacitación de personas que no han tenido la oportunidad de desarrollar sus habilidades, forman parte de esas plataformas que nos permiten movernos hacia el otro, brindando, no solo espacios formativos, sino lugares de encuentro donde compartir la vida.

Una actitud que nos descentra…

Puede parecer fácil encaminarnos hacia el otro, sin embargo, salir al encuentro implica no solo movimiento físico, sino, sobre todo, un desplazamiento interior, en el que, colocando todos nuestros sentidos a disposición de la realidad, estamos atentos a las necesidades que surgen, descubrimos en el otro, más que una carencia que cubrir, una persona a la que conocer, escuchar, animar y transmitir la certeza de que somos hijos de un mismo padre y, por lo tanto, hermanos. Supone contagiar el amor de Dios como Padre, que sale hoy al encuentro de la humanidad, a través de nuestras manos, miradas, palabras y actitudes…

 

Salir al encuentro personas

 

Muchos son los laicos que hoy viven también desde esta actitud, Nancy Madroñero, colaboradora del Centro Sopeña Bogotá, nos comparte: “En estos años de colaboración, he aprendido a tener en cuenta a todas las personas, cada una con sus experiencias de vida y los valores que aportan a la riqueza de la Fundación. Se evidencia en ellos la presencia de Dios, sobre todo en los más necesitados, ya sea de conocimientos, compañía, escucha, empatía… Salimos al encuentro para acogerlas, como si fuera el mismo Dios tocando a nuestra puerta”.

¿Y cómo perciben este valor los destinatarios, aquellos a los que ‘salimos al encuentro’? Deissy Salcedo nos comenta: “Mi experiencia en el Centro de Formación Sopeña Bogotá ha estado marcada por matices de cercanía, acogida y afecto, valores que no esperaba encontrar tan arraigados en un espacio de capacitación para el trabajo y es que, gracias a colaboradores y Catequistas Sopeña que los viven con sencillez, esto se percibe en el ambiente. Allí siempre he encontrado las puertas abiertas para preguntar, indagar, compartir o ser escuchada, lo que ha contribuido a que mí formación sea más integral y se mantenga el deseo de continuar siendo parte de la familia Sopeña”.

 Dios continúa deseando acercarse cada vez más a la humanidad y somos tú y yo, los encargados de hacerlo posible en lo pequeño y sencillo de cada día. Él nos conoce, sabe que cuenta con nosotros, pues este valor forma parte de nuestra esencia. Nuestras entrañas se conmueven ante el dolor del otro y la empatía, con la que todos venimos a este mundo, se despierta ante el hermano, la hermana que encontramos en el camino de la vida.

Que el Señor siga sembrando nuestros corazones, el deseo permanente de salir al encuentro y esparcir en este mundo su ternura, su amor y su compasión por toda la creación.

 

EN LA ENTRAÑA DEL MUNDO JUVENIL

La obra apostólica de las Catequistas Sopeña toma forma en las Escuelas, Centros y Acciones Pastorales, en las entrañas del mundo juvenil, donde jóvenes y adultos de familias trabajadoras, se acercan a Dios a través de una formación integral que les allana su futuro.

Como queda expresado en el reportaje del Carisma de Vida Nueva sobre la Pastoral Juvenil Sopeña, “hace ya más de 20 años, cuando san Juan Pablo II se refirió al carisma Sopeña, dijo que era ‘una eficaz presencia cristiana en la familia trabajadora’ (Capítulo General, 1983).

Nuestros centros educativos representan la continuidad del legado y la misión que recibimos de Dolores Sopeña, a partir de de que intuyó que era instrumentos para la promoción e igualdad de oportunidades de hombres y mujeres adultos, de familias trabajadoras, necesitados de cultura y reconocimiento.

Sus destinatarios son jóvenes, en su mayoría, desmotivados para el aprendizaje, capacitación y reencuentro con el sistema educativo. En los Centros Sopeña descubren que volver a estudiar es gratificante. Alumnos provenientes del fracaso escolar hoy son universitarios, brillantes profesionales de la salud, el periodismo o la gestión.

La misión específica de la Fundación Dolores Sopeña es crear condiciones que permitan asegurar a jóvenes y adultos el acceso a una formación integral de calidad, oportuna y permanente, y fomentar relaciones fraternas, que ayuden a evolucionar a una sociedad más justa y solidaria, desde el estilo Sopeña.

Y nuestra visión, nuestro “sueño”, es ser reconocidos en el entorno como una entidad eficaz en la formación integral. En el proyecto Sopeña, esta formación se entiende como el aporte de saberes, ejercicio de un proceso que propone caminos, abre los ojos y dispone el corazón de la persona para descubrir la luz que lleva dentro, para que conozca y acoja esa otra Luz que ilumina a todo hombre, Cristo Jesús (cf. Jn 1,9).

Esto lo hacemos a través de nuestra propuesta educativa, conformada por cinco áreas: capacitación profesional, posibilitando una mejor inserción en el mundo laboral; formación, que establece las condiciones propicias para un desarrollo personal armónico; pastoral; cultura y convivencia y acción solidaria.

Todo ello va conformando el perfil del alumno o destinatario Sopeña. La oferta educativa abarca los niveles de Educación Infantil, Primaria, Secundaria, Bachillerato y la Formación Profesional Básica, Específica y Dual, en las fórmulas presencial, semipresencial y on-line. Además, incluye la formación en empresas y la participación en el Proyecto Europeo ERASMUS+.

El nivel de enseñanzas ligadas al trabajo permite convocar a jóvenes y adultos y favorece la presencia en el mundo juvenil, alejado hoy de la práctica cristiana, y al difícil mundo de los adultos en búsqueda de empleo.

Clase entorno juvenil

En los Centros Sopeña esta capacitación garantiza las competencias profesionales y los valores agregados de formación humana, de responsabilidad, esfuerzo y trabajo cooperativo, y las habilidades sociales necesarias, que les disponen como los mejores en su especialidad.

El área de Pastoral es fundamental en la metodología Sopeña. Esta quedaría incompleta si no llega al anuncio explícito de la persona de Jesucristo. Al final de curso, el equipo de Pastoral nacional, formado por el coordinador de Pastoral de cada centro, valora nuevos perfiles en los alumnos/as, evalúa los resultados de planes y acciones del curso realizado y propone el objetivo y material pedagógico para aplicar a nivel institucional.

Junto a la propuesta educativa, parte de nuestro “secreto” está en las claves metodológicas: transversalidad, atención personal y grupal, clima y calidad de las enseñanzas.

La transversalidad permite que los conocimientos sean vehículo educativo y evangelizador. La atención personal, clave distintiva, es vivida con espontaneidad, con carisma. En la comunidad educativa, acrecienta en los alumnos/as su autoestima, facilitando el aprendizaje y la evangelización.

El clima fraterno que se percibe en cada uno de los centros proclama que son Sopeña. La calidad certificada, impulsa y da continuidad a la innovación. El proceso evangelizador es liderado por Catequistas y laicos Sopeña con la implicación de alumnos, padres y la determinante intervención del profesorado, dispuesto, comprometido, competente y alineado con el Proyecto Sopeña.

El trabajo en los centros educativos nos permite estar en la entraña del mundo juvenil, presentando al Señor Jesús, generalmente desconocido para ellos. Para muchos es una oportunidad salvadora. De este modo, se refuerza la misión educativa/cristiana de la familia trabajadora, en su mayoría en precariedad económica y social, y se propicia la corresponsabilidad de los laicos en la misión de la Iglesia desde la Fundación Dolores Sopeña. “Educamos evangelizando y evangelizamos educando” (DGC 147)

Luis Sardiña, profesor y coordinador de Pastoral del Centro Sopeña Badajoz (España), nos habla de “un testimonio de vida que no aparece en los libros”

“Un día cualquiera en uno de los miles de institutos y escuelas de cualquier parte del mundo, los alumnos leen, comprenden, estudian y van ganando conocimientos para, en unos años, ponerlos al servicio de la sociedad y, así, labrarse un futuro.

Todo ello, siguiendo las indicaciones del profesorado que utiliza sus conocimientos para enseñar. En sí, la propuesta educativa es de capacitación y formación. Pero Pilar y Juan Ramón eligieron un Centro Sopeña: ella, Educación Infantil, Primaria y Secundaria; él, F.P.E, Grado Medio y Superior. Ambos leyeron, comprendieron y estudiaron, pero mientras lo hacían, los profesionales de Sopeña fueron dándoles también un testimonio de vida que no aparece en los libros: fueron promocionados de una forma integral, se sintieron acogidos en un entorno de familia y se les respetó para proyectar sus virtudes, muchas, y enriquecer sus espíritus.

Alumnado juvenil

Esa es la clave para transformar vidas, tal y como nos enseñó nuestra fundadora Dolores Sopeña: para transformar vidas, hay que transformar espíritus.

Tras realizar sus estudios en Sopeña, tras transformar sus espíritus, Pilar y Juan Ramón se convirtieron en “Testigos” de nuestro carisma. Ella, una brillante estudiante de Fisioterapia, que viene al colegio todos los viernes por la tarde como Catequista de grupos de juventud. De él, ahora luchando en el difícil mundo empresarial, solo necesito transcribir unas palabras textuales: “Si tengo un hijo, vendrá a este colegio”.

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