LO ESENCIAL DEL CARISMA SOPEÑA

El alma del Carisma Sopeña, lo esencial, lo transmitió siempre y en todo lugar nuestra fundadora, la Beata Dolores Sopeña, quien afirmaba que, para abrir un Centro Obrero de Instrucción, eran precisos “una puerta grande y un buen piano”.

Así nos lo descubre, Eloísa Barcia, Catequista Sopeña, en un artículo para la revista ICONO de los Redentoristas.

Eloísa encontró hace años “un librito forrado en negro y escrito a máquina de escribir”, titulado “Avisos para abrir un Centro de Instrucción”, escrito por Dolores Sopeña.

En el texto, Dolores Sopeña efectivamente sugiere, allá por 1902, a sus primeras seguidoras que, para trabajar y dar a conocer a Dios, es necesaria una sincera y cálida acogida y la dignificación de las personas, a través, en este caso, de un piano, no uno normal, sino un buen piano.

En su vida, Dolores Sopeña “intuye la mejor manera para que los trabajadores logren tomar conciencia de su valor mostrando el camino a la verdadera felicidad humana hasta llegar a descubrir el rostro paterno y amoroso de Dios”.

Y de esta manera, establece que el tiempo que las personas pasen en los Centros –germen de lo que hoy son los centros de la Fundación que lleva su nombre y principal obra apostólica del Instituto Catequista- tiene que albergar formación y un tiempo para la expansión, que ensanche el alma y “les ayude a tomar conciencia de su dignidad”.

Por aquí os dejamos el artículo completo.

 “UNA PUERTA GRANDE Y UN BUEN PIANO

Los libros antiguos, además de tener muchos años y, con frecuencia mucho polvo, contienen mucha sabiduría.

Hace ya bastantes años, arreglando la biblioteca de nuestra casa de Comunidad, me topé con un librito forrado de negro, escrito a máquina de escribir, de esas que ahora solamente se encuentran en el ático (o trastero) de una casa o entre los objetos de una tienda de anticuarios.

Sin poder evitarlo, suspendí mi labor y comencé a leerlo; se titulaba: “Avisos para abrir un Centro de Instrucción”. Este librito resultó ser una joya para mí, pues contenía consejos de primera mano que Dolores Sopeña, por allá en el año 1902, daba a sus primeras seguidoras.

Lo que más llamó mi atención fue el énfasis de Dolores en el hecho de que, para poder dar comienzo a las actividades de un Centro Obrero de Instrucción, que en aquella época eran casi siempre colegios prestados en los días sábado y domingo, este debía tener una puerta grande y, además, se debía conseguir un buen piano.

Esencial de una puerta grande

Lo esencial es invisible a los ojos

Al leerlo y releerlo con el deseo de descubrir la razón de tan singulares requisitos, me vino a la mente Saint–Exupéry en El Principito: “Lo esencial es invisible a los ojos”, frase que acoplo a un simplón pensamiento mío: “Lo esencial casi siempre parece sin importancia, pero es sumamente esencial”.

Por supuesto, Dolores Sopeña, movida e inspirada por Dios, sabía muy bien la gran necesidad y sentido de tener una puerta grande y un buen piano para el funcionamiento del Centro.

Una puerta grande significa, sin necesidad de un letrero de ¡Bienvenidos!, una acogida cordial, una invitación a todos a entrar, sin barreras, sin discriminación, diciendo en voz cálida y clara: ¡Adelante, te estaba esperando! ¡Qué bueno que viniste! ¡Esta es tu casa!, haciendo explícita la vivencia de la acogida.

Tal vez más extraña sea la necesidad de un buen piano, porque no basta con que sea un simple piano, como para salir del paso, sino que debe ser uno bueno. Dolores Sopeña tenía muy clara la misión que Dios le había encomendado y todo le parecía poco para los obreros, los que sudan para hacer que las cosas surjan, que trabajan esforzadamente de sol a sol para ganar el sustento diario, los que con frecuencia son mal pagados y poco comprendidos.

Valor y dignidad

Dolores, que funda los Centros Obreros de Instrucción hace más de 120 años, intuye la mejor manera para que los trabajadores logren tomar conciencia de su valor y dignidad mostrando el camino a la verdadera felicidad humana hasta llegar a descubrir el rostro paterno y amoroso de Dios. Con este fin, distribuye sabiamente los tiempos en el Centro.

Un tiempo de “clases”, dedicado a aprender lo que cada uno necesita o desea. Y si el obrero solicitaba clases no ofertadas, inmediatamente se debía buscar profesor o profesora para responder a su necesidad.

Un tiempo de “explicación formativa”, donde se tratan todo tipo de temas interesantes e inspiradores como la familia, los valores humanos o de actualidad.

Un tiempo de “expansión”, y aquí entra de lleno el buen piano, porque cantar a coro ensancha el corazón y facilita el buen momento, la amistad y hasta mejora la salud. Es la oportunidad de la expresión artística, de mostrar las habilidades y cualidades ante el público fraternal.

Acogida y Fraternidad

Han pasado los años, con las pertinentes adaptaciones al tiempo y a las costumbres, y los Centros Obreros de Instrucción pasan a ser reconocidos como OSCUS y, hoy en día, a los 120 años de su fundación, Centros Sopeña. Las formas de atención han variado, pero permanece lo “esencial”, que es “invisible a los ojos”, el carisma inspirado por Dios a Dolores Sopeña para llevar su mensaje de amor.

Muy en el meollo de los Centros está la acogida invisible, pero real del Corazón de Jesús, que es “la puerta grande… «Yo soy la Puerta: el que entre por mí estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará alimento», San Juan, 10-9.

Y la alegría celestial, que se hace presente en el compartir fraterno o fraternidad, representado por “el buen piano”, que es melodía que anima, alegra, congrega y sana, es decir, la alegría celestial a la que todos somos invitados. “Alabad al Señor, que la música es buena; nuestro Dios merece una alabanza armoniosa”, Salmo 146, 1.

Sin duda, es sabiduría de lo esencial que Dios regala a los santos y santas para bien de todos”.

LA ACOGIDA PERSONA A PERSONA

La acogida es para nosotras el primer gesto en nuestra labor apostólica y este valor se adecua a las características de los alumnos y usuarios de nuestras escuelas, centros de educación de personas adultas o acciones pastorales.

Aunque la voluntad es la misma, el gesto de acogida no es igual cuando es dirigido a un niño, a un adolescente o a un adulto.

En el Centro Sopeña Badajoz, con varias etapas formativas: Infantil, Primaria, Secundaria y Formación Profesional, la acogida se inicia con una cuidada atención al niño o la niña y a su familia.

Así lo transmite Servando Hermosa Cordón, laico Sopeña y director Académico de Educación Infantil y Primaria en la ciudad extremeña, en un artículo para la revista Icono de los Padres Redentoristas y que os compartimos por aquí.

LA ACOGIDA DESDE LA MIRADA DE UN NIÑO

Cualquiera de los proyectos de acción social que conocemos comienza por un sencillo gesto de acogida, una cuidada atención y un dedicado acompañamiento en caminos que a veces resultan complicados.

Qué fácil es hacer sentir a la persona que tenemos enfrente con un gesto cómplice, una mirada, una inclinación de cabeza o la mano al corazón, que nos ponemos en su lugar, que está siendo escuchada, que entendemos sus miedos e inquietudes o que nos resistimos a no dar ese ansiado abrazo, fraterno y lleno de esperanza.

Son tiempos difíciles, en los que nuestras fuerzas empiezan a flaquear, nuestros pensamientos negativos nos invaden por titulares relacionados con la COVID en periódicos y telediarios, sobre la actualidad en nuestro país, debido a una pandemia que ha venido a tambalear nuestros pilares más fuertes.

Pilares y valores como la fe, la confianza, la solidaridad o entrega, son relegados a un segundo plano en esos titulares. Pero la realidad, es que han cobrado un lugar privilegiado en muchas familias, hogares, organizaciones y entidades, cuyo fin es desarrollar una acción social, que parte de la persona y la sitúa en el centro, o en lo más alto, de una escala de valores que cobran sentido desde el sentir como sociedad.

Sentir la acogida en un niño.

Percibir la acogida en la mirada de un niño y, por ende, en la de su familia, es tener la certeza de que, tras una visita de puertas abiertas al futuro centro educativo, han descubierto a una persona con vocación, empatía y que sabe lo que esa familia necesita, transmitiendo tranquilidad, calmando nervios, insuflando calma.

En esas miradas también percibimos la confianza en que su hijo va a estar seguro, cuidado y atendido desde el carisma propio de un centro educativo, cuya misión es dar lo mejor como equipo y saliendo a ese encuentro, adelantándose a sus necesidades.

Acogida de persona a persona

Durante este tiempo estamos aprendiendo a intuir mensajes a través de los ojos, deseamos tener esa pureza e inocencia de un niño ante todo lo que sucede a nuestro alrededor. ¿Por qué perdemos eso con el paso del tiempo? Qué bonito sería conservar esa mirada confiada y alegre.

Acompañando al adolescente

La acogida, con el paso de los años, va cambiando en la adolescencia, donde la actitud torna en rebeldía, inconformismo, cuestionando aspectos morales o la intolerancia, pasando por el amor, la compasión o la fe, para llegar a definir esa personalidad única que huye de estereotipos o influencers, que inundan las redes sociales y medios de comunicación.

Es en este momento cuando se pueden presentar plataformas de voluntariado, asociaciones de entrega altruista y entidades que promocionan a personas sin recursos.

Porque los jóvenes que quieren encontrar su lugar en el mundo van dejando así sus egos, para construir esa persona madura, con la actitud propia de una sociedad que es sensible a las injusticias, a las realidades que pasan delante de sus ojos, y con miras a un futuro de esperanza, justo y en igualdad de oportunidades.

Jóvenes con visión de futuro.

Desarrollar esos valores en un futuro laboral supone haberse impregnado de un espíritu solidario dirigido a la promoción de la persona, en la que el objetivo sea dignificar a los que le rodean con palabras y acciones.

Saber acoger es mirar más allá de esa acción social, de participar en una campaña solidaria, mandando un bizum. Es acompañar ese gesto con el calor humano de la escucha, del tiempo, de cara a un mañana esperanzador, lleno de sensibilidad y prioridades en su escala de valores.

Una oportunidad para la acogida. 

El Papa Francisco ha declarado 2021 como el año de San José: «Un padre en la ternura, en la obediencia y la acogida», destacando a través de la Carta Apostólica ‘Patris corde’, el valor de su figura.

Ahora, ser como san José, “un padre en la acogida”, es todo un reto, pues supone no poner condiciones previas, confiando en el mensaje de Dios, e identificar la debilidad y necesidad del prójimo.

“La acogida es un modo por el que se manifiesta en nuestra vida el don de la fortaleza que nos viene del Espíritu Santo”. Esa fuerza invisible a los que tienen todas las comodidades de la sociedad actual para abandonarse a esa confianza ciega y planes desconocidos que nos depara el mañana.

El lema de la sociedad es el carpe diem más ansiado, porque no sabemos qué nos guarda el destino. Pero ese carpe diem no sería lo mismo sin la oración interior de acción de gracias, por todos los dones dados a cada uno de nosotros.