LA FUERZA DE LA SOLIDARIDAD

Las personas, valiosas en su individualidad, como creía nuestra fundadora, la Beata Dolores Sopeña, a veces tienen pocas oportunidades para formarse y desarrollarse de una forma integral y necesitan de una solidaridad que facilite su crecimiento.

Ese es uno de los objetivos de nuestra misión apostólica, encarnada en la Fundación Dolores Sopeña, a través de las escuelas y centros de formación para personas jóvenes y adultas.

De esa compasión hacia las personas, para favorecer su desarrollo personal en sus distintas facetas, ha aprendido mucho Sandra Salazar, Catequista Sopeña dedicada desde hace muchos años ya a los Centros de Formación que la Fundación tiene en la capital andaluza.

De ahí su identificación con las palabras del Papa Francisco acerca de la solidaridad, entendida, no tanto como gestos de generosidad esporádica, y si como una forma de entender la Comunidad.

Ella ha querido compartir su aprendizaje y experiencia a través de un artículo sobre la solidaridad en la revista ICONO, de los Padres Redentoristas, que os dejamos por aquí.

SOLIDARIDAD QUE AYUDA A CRECER

Capacitar para el trabajo es el último eslabón de la cadena de la solidaridad. Con la capacitación se empieza a superar la situación de indigencia, pobreza y vulnerabilidad. Se rompe la dependencia de las ayudas, haciendo personas autónomas, independientes, “dignas”.

Llevo muchos años dedicada, por vocación, a trabajar en formación de jóvenes y adultos. Muchos de los alumnos que hemos acogido en nuestros Centros Sopeña, a los que pertenezco, han tenido pocas oportunidades de formación, capacitación y desarrollo personal.

A lo largo de los años ha ido cambiando mi forma de entender y vivir la solidaridad. Ha influido lógicamente la formación, los estudios y la experiencia que he vivido en distintos países. Hoy me identifica perfectamente lo que el Papa Francisco dice acerca de la solidaridad en la EG n. 87: “La palabra solidaridad es mucho más que algunos actos esporádicos de generosidad. Supone crear una nueva mentalidad que piense en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos”.

Solidaridad para alumnos

Pero entiendo que, en tiempos de crisis, catástrofe… lo primero es salir al encuentro de las necesidades de quienes sufren por la falta de trabajo, vivienda, comida… La compasión y la misericordia, son el rostro de Jesús que se hace tangible en la ayuda a los más necesitados aliviando su sufrimiento.

La última oportunidad de hacer posible la solidaridad

En todos los lugares en los que he trabajado me he encontrado con miles de necesidades a las que atender.  Me he sentido desbordada y limitada en los recursos para acudir a todo. De aquí que movida por el espíritu carismático Sopeña entendí y opté por gestionar y acompañar Centros de Formación y Capacitación. En estos Centros unas de las prioridades es atender a los más vulnerables, aquellos que vienen con serias limitaciones, dificultades materiales y económicas para completar estudios y capacitarse para el trabajo.

Las palabras del Papa Francisco en la Fratelli Tutti n. 115 iluminan y refuerzan nuestra misión: “El servicio siempre mira al rostro del hermano, toca su carne, siente su ‘projimidad’ y hasta en algunos casos la “padece” y busca la promoción del hermano… no se sirve a ideas, sino que se sirve a personas”.

Me he convencido que capacitar para el trabajo, formar integralmente y buscar posibilidades de inserción laboral es la última oportunidad de hacer posible la “solidaridad”.  Así se empieza a superar la pobreza rompiendo la dependencia de las ayudas. Hacer personas autónomas, responsables, capaces de concretar su proyecto de vida es la motivación para seguir trabajando sin descanso en los Centros de Formación y Capacitación. Como dice el Papa, “todo ser humano tiene derecho a vivir con dignidad y a desarrollarse integralmente, y ese derecho básico no puede ser negado…” (FT n. 107).

Lo mejor y los mejores al servicio de los más necesitados

Pensar en los más necesitados nos lleva, en los Centros de Formación, a soñar y hacer realidad la oportunidad de superar la situación de pobreza. Pensar en los pobres es pensar en el mejor servicio y con los mejores recursos humanos y materiales.

Los Centros de Formación se organizan para buscar toda posibilidad, ocasión y oportunidad de lograr desarrollar todo el potencial que cada persona lleva consigo y que por circunstancias de la vida no ha podido desplegar. Los mejores formadores, los mejores técnicos, la mejor implementación al servicio de quienes han tenido menos oportunidades.

El servicio a los más vulnerables requiere de personas, laicos, con una sensibilidad, espiritualidad y formación exquisita.  Comprometidos con poner lo mejor de si al servicio de los más desfavorecidos.

Solidaridad de los Profesores

Reyes Guillén, 20 años como docente en un Centro de Formación Profesional.

“El deseo al que no renuncio es ver a nuestros alumnos contribuyendo a un mundo más justo y con más oportunidades para todos”.

Siempre he entendido mi profesión como la oportunidad de ver cumplidos los anhelos e inquietudes de los alumnos. Vivo mi labor docente como un servicio fundamentado en la entrega; en la búsqueda incansable del otro como reflejo de Dios.

La formación continua y permanente en competencias espirituales, profesionales y carismáticas son la base de todo lo que como docente quiero entregar a mis alumnos.

Comprendo que la solidaridad la voy haciendo efectiva en la formación integral de nuestros alumnos, haciéndoles hombres y mujeres integrados, independientes, responsables y generosos con quienes, como ellos, aún no tienen la oportunidad de superar situaciones de pobreza. 

El deseo al que no renuncio es ver a nuestros alumnos integrados plenamente en la sociedad, contribuyendo con su buen hacer a un mundo más justo y con más oportunidades para todos.

LA ACOGIDA PERSONA A PERSONA

La acogida es para nosotras el primer gesto en nuestra labor apostólica y este valor se adecua a las características de los alumnos y usuarios de nuestras escuelas, centros de educación de personas adultas o acciones pastorales.

Aunque la voluntad es la misma, el gesto de acogida no es igual cuando es dirigido a un niño, a un adolescente o a un adulto.

En el Centro Sopeña Badajoz, con varias etapas formativas: Infantil, Primaria, Secundaria y Formación Profesional, la acogida se inicia con una cuidada atención al niño o la niña y a su familia.

Así lo transmite Servando Hermosa Cordón, laico Sopeña y director Académico de Educación Infantil y Primaria en la ciudad extremeña, en un artículo para la revista Icono de los Padres Redentoristas y que os compartimos por aquí.

LA ACOGIDA DESDE LA MIRADA DE UN NIÑO

Cualquiera de los proyectos de acción social que conocemos comienza por un sencillo gesto de acogida, una cuidada atención y un dedicado acompañamiento en caminos que a veces resultan complicados.

Qué fácil es hacer sentir a la persona que tenemos enfrente con un gesto cómplice, una mirada, una inclinación de cabeza o la mano al corazón, que nos ponemos en su lugar, que está siendo escuchada, que entendemos sus miedos e inquietudes o que nos resistimos a no dar ese ansiado abrazo, fraterno y lleno de esperanza.

Son tiempos difíciles, en los que nuestras fuerzas empiezan a flaquear, nuestros pensamientos negativos nos invaden por titulares relacionados con la COVID en periódicos y telediarios, sobre la actualidad en nuestro país, debido a una pandemia que ha venido a tambalear nuestros pilares más fuertes.

Pilares y valores como la fe, la confianza, la solidaridad o entrega, son relegados a un segundo plano en esos titulares. Pero la realidad, es que han cobrado un lugar privilegiado en muchas familias, hogares, organizaciones y entidades, cuyo fin es desarrollar una acción social, que parte de la persona y la sitúa en el centro, o en lo más alto, de una escala de valores que cobran sentido desde el sentir como sociedad.

Sentir la acogida en un niño.

Percibir la acogida en la mirada de un niño y, por ende, en la de su familia, es tener la certeza de que, tras una visita de puertas abiertas al futuro centro educativo, han descubierto a una persona con vocación, empatía y que sabe lo que esa familia necesita, transmitiendo tranquilidad, calmando nervios, insuflando calma.

En esas miradas también percibimos la confianza en que su hijo va a estar seguro, cuidado y atendido desde el carisma propio de un centro educativo, cuya misión es dar lo mejor como equipo y saliendo a ese encuentro, adelantándose a sus necesidades.

Acogida de persona a persona

Durante este tiempo estamos aprendiendo a intuir mensajes a través de los ojos, deseamos tener esa pureza e inocencia de un niño ante todo lo que sucede a nuestro alrededor. ¿Por qué perdemos eso con el paso del tiempo? Qué bonito sería conservar esa mirada confiada y alegre.

Acompañando al adolescente

La acogida, con el paso de los años, va cambiando en la adolescencia, donde la actitud torna en rebeldía, inconformismo, cuestionando aspectos morales o la intolerancia, pasando por el amor, la compasión o la fe, para llegar a definir esa personalidad única que huye de estereotipos o influencers, que inundan las redes sociales y medios de comunicación.

Es en este momento cuando se pueden presentar plataformas de voluntariado, asociaciones de entrega altruista y entidades que promocionan a personas sin recursos.

Porque los jóvenes que quieren encontrar su lugar en el mundo van dejando así sus egos, para construir esa persona madura, con la actitud propia de una sociedad que es sensible a las injusticias, a las realidades que pasan delante de sus ojos, y con miras a un futuro de esperanza, justo y en igualdad de oportunidades.

Jóvenes con visión de futuro.

Desarrollar esos valores en un futuro laboral supone haberse impregnado de un espíritu solidario dirigido a la promoción de la persona, en la que el objetivo sea dignificar a los que le rodean con palabras y acciones.

Saber acoger es mirar más allá de esa acción social, de participar en una campaña solidaria, mandando un bizum. Es acompañar ese gesto con el calor humano de la escucha, del tiempo, de cara a un mañana esperanzador, lleno de sensibilidad y prioridades en su escala de valores.

Una oportunidad para la acogida. 

El Papa Francisco ha declarado 2021 como el año de San José: «Un padre en la ternura, en la obediencia y la acogida», destacando a través de la Carta Apostólica ‘Patris corde’, el valor de su figura.

Ahora, ser como san José, “un padre en la acogida”, es todo un reto, pues supone no poner condiciones previas, confiando en el mensaje de Dios, e identificar la debilidad y necesidad del prójimo.

“La acogida es un modo por el que se manifiesta en nuestra vida el don de la fortaleza que nos viene del Espíritu Santo”. Esa fuerza invisible a los que tienen todas las comodidades de la sociedad actual para abandonarse a esa confianza ciega y planes desconocidos que nos depara el mañana.

El lema de la sociedad es el carpe diem más ansiado, porque no sabemos qué nos guarda el destino. Pero ese carpe diem no sería lo mismo sin la oración interior de acción de gracias, por todos los dones dados a cada uno de nosotros.