TOCAR EL CORAZÓN DE LOS ALUMNOS

Ser maestro es una profesión indiscutiblemente vocacional, pero el maestro Sopeña se reconoce a sí mismo como un turista de interior, un viajante que se adentra cada curso en el corazón de sus alumnos.

Si, además, tenemos en cuenta los contextos de crisis y dificultades, que son muchos, y más en estos días complicados que estamos viviendo; el profesor Sopeña basa su labor en abrirse a los demás a través del ejemplo de Jesús.

Todo se desprende y enriquece desde el Carisma Sopeña.

La dificultad para llevar a cabo esta tarea la intuye, y así lo manifestó, el propio Papa Francisco, quien, en un mensaje a principios de curso del año 2020, en el peor de los momentos de la pandemia, se refirió a los maestros como “verdaderos artesanos de la Humanidad”.

En esas palabras quizás también se reconozca Servando Hermosa, profesor y director académico de Educación Infantil y Primaria del Centro Sopeña Badajoz.

apoyo a alumnos

Según su testimonio, que comparte generosamente en la revista ICONO y que transcribimos a continuación, ser maestro es saber tocar el corazón de los alumnos, tener actitud de entrega y agradecer a Dios “por tener una profesión vocacional y saberse adaptar a los cambios sociales”.

 

SER MAESTRO EN ÉPOCAS DE CRISIS

 Ser maestro es saber tocar el corazón del alumnado, tener una actitud de entrega, acogida, estar agradecido a Dios por tener una profesión puramente vocacional y saber adaptarse a las necesidades de la sociedad actual.

 ¿Qué es ser maestro?

Si navegamos o tecleamos “qué es ser maestro” en cualquier buscador de internet, en menos de 0,72 segundos tenemos mil quinientos millones de resultados y, ahondando en la pregunta, si clicamos en imágenes, obtenemos infinidad de imágenes que recogen frases llenas de color, letras con tipografía lettering y mensajes llenos de la filosofía Mr. Wonderful donde ser maestro es un orgullo, una forma de sentir y vivir o un arte que se enseña con el corazón.

Si he de elegir una definición, me quedo con una de Manuel Velasco, en cuyo blog cada año hace alusión a una función o misión destacando su fortaleza como docente. En su última entrada define a los maestros como “turistas”, que “cada curso hacemos un turismo de interior; visitando el corazón de nuestro alumnado”.

En épocas de crisis, como la que estamos viviendo, la vocación docente pasa de lo profesional a lo personal; primando lo emocional, la empatía, el acompañamiento, la escucha, la acogida o la búsqueda de recursos. Y, por supuesto, tocar su corazón, descubrir sus sentimientos, cómo viven una situación que ha cambiado el rumbo de todo el mundo.

¿Qué hace especial a un maestro Sopeña?

Ser docente Sopeña es abrirse a los demás a través del ejemplo de Jesús, siguiendo sus pasos y acompañando al alumnado y sus familias. En palabras del Papa Francisco: “Los docentes son verdaderos artesanos de la humanidad”. En septiembre del 2020 el mensaje del Papa Francisco a los docentes cobraba un especial valor, pues parecía que preveía que iban a necesitar una dosis extra de ánimo:

“Yo les invito a ustedes, profesores, a no perder los ánimos ante las dificultades y contrariedades, ante la incomprensión, la oposición, la desconsideración, la indiferencia o el rechazo de sus educandos, de sus familias y hasta de las mismas autoridades encargadas de la administración educativa”.

Desde la experiencia personal, recuerdo mi paso por el colegio como alumno, momento que se vivió una crisis económica que marcó a una generación. No prevalecen en mi memoria los contenidos académicos y aprendizajes curriculares, pero sí mis maestros/as, quienes propiciaban los momentos de oración cada mañana, campañas solidarias, celebraciones eucarísticas en grupo, las convivencias de grupos de Fe donde crecer como persona y reflexionar más allá del yo.

Hoy soy maestro y valoro esa labor incansable de las personas que me acompañaron en mi trayectoria académica, quienes supieron transmitirme la confianza, el valor y la fortaleza de superar retos y adversidades. Desde el modelo cristiano, en el que el modelo de José y María, como familia, fueron los primeros grandes maestros de Jesús, sirviéndole de guía, apoyo y transmisor de un Mensaje lleno de acogida, respeto y fraternidad.

acogida a alumnos

Ser maestro Sopeña durante la COVID

Durante esta pandemia, como profesional en el campo de la educación he sentido ira, rabia, frustración e impotencia. He llorado, he sido capaz de dejar la crispación que se ha generado en torno a la gestión en los centros educativos y he conseguido ver más allá, saber entregarme a los demás desde la escucha. También acompañar a familias en situaciones que jamás pensaría que escucharía; buscar alternativas a alumnos/as sin recursos para seguir una sesión virtual en casos de confinamiento, o participar activamente en campañas solidarias como la de “Un peldaño para los demás”, haciendo de enlace de una Fundación que ha articulado mecanismos para todas esas personas que han sufrido las consecuencias derivadas de esta pandemia.

Expertos, tertulianos, periodistas y psicólogos alzaban la voz exponiendo que, tras esta pandemia, saldríamos mejores como personas y que sacaría a la luz valores y fortalezas del ser humano. Por momentos he tenido mis dudas, incluso, he llegado a plantearme la escala de valores de una sociedad que se derrumbaba por momentos. Me di cuenta de que estaba cegado por lo que leía, veía y sentía y que tan sólo tenía que saber mirar más allá, desde la madurez y la experiencia de Fe.

Cuando he conseguido cambiar esa mirada, me he sentido más orgulloso, si cabe, de ser maestro, pertenecer a una Fundación que promueve e impulsa oportunidades de superación y transmitir esos valores que hacen de un docente, un artesano.

Crecimiento personal

En futuras crisis, pandemias o situaciones que pongan al ser humano al límite, estoy convencido que desde la Fe, confianza y humildad seremos los mejores, porque con el aprendizaje que nos ha dado la COVID, tendremos la capacidad de recordar y valorar a los demás desde el corazón, para seguir siendo modelos y ejemplos.

 

LA ACOGIDA PERSONA A PERSONA

La acogida es para nosotras el primer gesto en nuestra labor apostólica y este valor se adecua a las características de los alumnos y usuarios de nuestras escuelas, centros de educación de personas adultas o acciones pastorales.

Aunque la voluntad es la misma, el gesto de acogida no es igual cuando es dirigido a un niño, a un adolescente o a un adulto.

En el Centro Sopeña Badajoz, con varias etapas formativas: Infantil, Primaria, Secundaria y Formación Profesional, la acogida se inicia con una cuidada atención al niño o la niña y a su familia.

Así lo transmite Servando Hermosa Cordón, laico Sopeña y director Académico de Educación Infantil y Primaria en la ciudad extremeña, en un artículo para la revista Icono de los Padres Redentoristas y que os compartimos por aquí.

LA ACOGIDA DESDE LA MIRADA DE UN NIÑO

Cualquiera de los proyectos de acción social que conocemos comienza por un sencillo gesto de acogida, una cuidada atención y un dedicado acompañamiento en caminos que a veces resultan complicados.

Qué fácil es hacer sentir a la persona que tenemos enfrente con un gesto cómplice, una mirada, una inclinación de cabeza o la mano al corazón, que nos ponemos en su lugar, que está siendo escuchada, que entendemos sus miedos e inquietudes o que nos resistimos a no dar ese ansiado abrazo, fraterno y lleno de esperanza.

Son tiempos difíciles, en los que nuestras fuerzas empiezan a flaquear, nuestros pensamientos negativos nos invaden por titulares relacionados con la COVID en periódicos y telediarios, sobre la actualidad en nuestro país, debido a una pandemia que ha venido a tambalear nuestros pilares más fuertes.

Pilares y valores como la fe, la confianza, la solidaridad o entrega, son relegados a un segundo plano en esos titulares. Pero la realidad, es que han cobrado un lugar privilegiado en muchas familias, hogares, organizaciones y entidades, cuyo fin es desarrollar una acción social, que parte de la persona y la sitúa en el centro, o en lo más alto, de una escala de valores que cobran sentido desde el sentir como sociedad.

Sentir la acogida en un niño.

Percibir la acogida en la mirada de un niño y, por ende, en la de su familia, es tener la certeza de que, tras una visita de puertas abiertas al futuro centro educativo, han descubierto a una persona con vocación, empatía y que sabe lo que esa familia necesita, transmitiendo tranquilidad, calmando nervios, insuflando calma.

En esas miradas también percibimos la confianza en que su hijo va a estar seguro, cuidado y atendido desde el carisma propio de un centro educativo, cuya misión es dar lo mejor como equipo y saliendo a ese encuentro, adelantándose a sus necesidades.

Acogida de persona a persona

Durante este tiempo estamos aprendiendo a intuir mensajes a través de los ojos, deseamos tener esa pureza e inocencia de un niño ante todo lo que sucede a nuestro alrededor. ¿Por qué perdemos eso con el paso del tiempo? Qué bonito sería conservar esa mirada confiada y alegre.

Acompañando al adolescente

La acogida, con el paso de los años, va cambiando en la adolescencia, donde la actitud torna en rebeldía, inconformismo, cuestionando aspectos morales o la intolerancia, pasando por el amor, la compasión o la fe, para llegar a definir esa personalidad única que huye de estereotipos o influencers, que inundan las redes sociales y medios de comunicación.

Es en este momento cuando se pueden presentar plataformas de voluntariado, asociaciones de entrega altruista y entidades que promocionan a personas sin recursos.

Porque los jóvenes que quieren encontrar su lugar en el mundo van dejando así sus egos, para construir esa persona madura, con la actitud propia de una sociedad que es sensible a las injusticias, a las realidades que pasan delante de sus ojos, y con miras a un futuro de esperanza, justo y en igualdad de oportunidades.

Jóvenes con visión de futuro.

Desarrollar esos valores en un futuro laboral supone haberse impregnado de un espíritu solidario dirigido a la promoción de la persona, en la que el objetivo sea dignificar a los que le rodean con palabras y acciones.

Saber acoger es mirar más allá de esa acción social, de participar en una campaña solidaria, mandando un bizum. Es acompañar ese gesto con el calor humano de la escucha, del tiempo, de cara a un mañana esperanzador, lleno de sensibilidad y prioridades en su escala de valores.

Una oportunidad para la acogida. 

El Papa Francisco ha declarado 2021 como el año de San José: «Un padre en la ternura, en la obediencia y la acogida», destacando a través de la Carta Apostólica ‘Patris corde’, el valor de su figura.

Ahora, ser como san José, “un padre en la acogida”, es todo un reto, pues supone no poner condiciones previas, confiando en el mensaje de Dios, e identificar la debilidad y necesidad del prójimo.

“La acogida es un modo por el que se manifiesta en nuestra vida el don de la fortaleza que nos viene del Espíritu Santo”. Esa fuerza invisible a los que tienen todas las comodidades de la sociedad actual para abandonarse a esa confianza ciega y planes desconocidos que nos depara el mañana.

El lema de la sociedad es el carpe diem más ansiado, porque no sabemos qué nos guarda el destino. Pero ese carpe diem no sería lo mismo sin la oración interior de acción de gracias, por todos los dones dados a cada uno de nosotros.