La actualización de la devoción al Sagrado Corazón es el motivo e inspiración de la cuarta encíclica del Papa Francisco “Dilexit Nos”, traducida del latín como “Él nos amó”. Representa la fuente del amor incontestable, primero y sin condiciones, el Amor de Dios, de quien dio la vida por nosotros y nos obsequió con la salvación.
En la sociedad actual se abusa del símbolo del corazón para hablar de amor, de lo que nos gusta, de algo que queremos… Pero “la desvalorización del centro íntimo del hombre —el corazón— viene de más lejos”, recoge el Pontífice en el texto.
Se trata de un escrito estructurado en cinco capítulos y, según los expertos, puede ser el más teológico y académico de sus textos magisteriales, aunque también tiene una marcada vertiente social.
Con una expresión divulgativa y muy pedagógica, el Papa Francisco explica en su cuarta encíclica que “la devoción al Corazón de Cristo no es el culto a un órgano separado de la persona de Jesús”. “Lo que contemplamos y adoramos es a Jesucristo entero, el Hijo de Dios hecho hombre, representado en una imagen suya donde está destacado su corazón”.
“El Corazón de Cristo, que simboliza su centro personal, desde donde brota su amor por nosotros, es el núcleo viviente del primer anuncio. Allí está el origen de nuestra fe, el manantial que mantiene vivas las convicciones cristianas”, sugiere el texto.
En el marco de esa relación, Francisco vuelve a criticar el sistema actual que nos empuja a primar el consumismo, la individualidad y la distracción, pruebas evidentes de un mundo “sin corazón”.
Además, el amor y el corazón –advierte- no están necesariamente unidos, porque en un corazón humano pueden reinar el odio, la indiferencia o el egoísmo. “Pero no alcanzamos nuestra humanidad plena si no salimos de nosotros mismos y no amamos”.
“De manera que el centro íntimo de nuestra persona, creado para el amor, solo realizará el proyecto de Dios cuando ame. Así, el símbolo del corazón al mismo tiempo simboliza el amor”.
Nos invita entonces a recobrar su valor, a revalorizarlo y nos muestra decenas de razones para hablar nuevamente del corazón, de esa fuente, de ese lugar “donde los seres concretos tienen la fuente y la raíz de todas sus demás potencias, convicciones, pasiones, elecciones”.
Y, a modo de oración, recita una súplica: “Ante el Corazón de Cristo, pido al Señor que una vez más tenga compasión de esta tierra herida, que él quiso habitar como uno de nosotros”. “Que derrame los tesoros de su luz y de su amor, para que nuestro mundo que sobrevive entre las guerras, los desequilibrios socioeconómicos, el consumismo y el uso antihumano de la tecnología, pueda recuperar lo más importante y necesario: el corazón”, señala.