LA PREFERENCIA DE DIOS POR LOS HUMILDES

Gabriela Herrera Reyes, Catequista Sopeña en Santiago de Chile, nos recuerda en el último número de la revista ICONO, de los Padres Redentoristas, la llamada y la invitación del Papa Francisco a vivir la sinodalidad, “la necesidad y la belleza de ‘caminar juntos’”.

Asimismo, hace hincapié en que el Magnificat da relevancia a los humildes para quitar poder a los poderosos. En una frase, revela “la preferencia de Dios por los pobres y los humildes”.

En este sentido, Gabriela se interroga y nos interroga a todos en este artículo: Si la Iglesia sinodal exige caminar juntos, ¿no deberían ser nuestros hermanos, los predilectos del Señor los primeros en nuestro camino?

Aquí reproducimos el artículo completo:

Iglesia sinodal, cerca de los pobres

Sinodalidad expresión del Evangelio, en el que tenemos que aprender de la práctica de la autoridad en Jesús. El maestro sirve, lava los pies de sus discípulos (Jn 13,13). Todos son hermanos (Mt 23,8-10), les recuerda que el discípulo no es mayor que el maestro (Lc 6,40), aclara que ninguno es mayor que el otro (Mc 9,9) rechaza la petición de la madre que exigía los mejores puestos para sus hijos (Mt 20,21) se admiraba de los invitados que se apresuraban a ocupar los primeros puestos (Lc 14,7ss).

Lo que quiere es enaltecer a los humildes y la pérdida de poder de los poderosos, dicho en el Magníficat.

Los discípulos están llamados a continuar y reproducir el ejemplo de Jesús, dicho de alguna manera. Así, “si yo el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben hacer lo mismo unos a otros” (Jn 13,14). Aprendiendo y viviendo en su compañía, hoy nos sigue invitando a ser esos discípulos en sinodalidad.

El “nosotros – Iglesia” está bien marcado en la vida de la primera comunidad descrita en los Hechos de los apóstoles (Hch 2,42-47; Hch 4,32. 35). Lucas sintetiza el modelo de referencia de la Iglesia, que bien se puede calificar como una viva experiencia de sinodalidad. “(…) todo lo tenían en común (Hch 4,32-35).

Los creyentes son “sínodo”, compañeros de camino, llamados a ser personas activas, pues son partícipes del único sacerdocio de Cristo (cf. LG 10) y destinatarios de los diversos carismas otorgados por el Espíritu Santo (cf. LG 12,32) en vista del bien común. La vida sinodal es testimonio de una Iglesia constituida por personas libres, diversas, unidas entre ellas en comunión, que se expresa de forma dinámica, como comunidad que se consolida sobre la piedra angular que es Cristo y sobre la columna de los Apóstoles. Esta dinámica de comunidad, de comunión implica a todo el pueblo de Dios, por eso, en términos de “sinodalidad”, nadie está excluido.

A los pobres los tienen siempre con ustedes (Mc 14,7)

En este contexto, la opción por los pobres, los rechazados de la sociedad, no son cuestión de iniciativa, es un deber. Es un compromiso que nace de nuestra fe en el Dios de Jesucristo. A partir de esa opción por los descartados se debe replantear nuestra evangelización, pero, sobre todo, la Iglesia sinodal. Porque si la Iglesia sinodal exige caminar juntos, ¿no deberían ser nuestros hermanos, los predilectos del Señor los primeros en nuestro camino?

El 14 de noviembre del 2021 se celebró la V Jornada Mundial de los Pobres con el lema: “A los pobres los tienen siempre con ustedes”. Jesús pronunció estas palabras en el contexto de una comida en Betania, en casa de Simón, unos días antes de la Pascua. Según el evangelista, una mujer entró con frasco de alabastro lleno de un perfume muy valioso y lo derramó sobre la cabeza de Jesús.

Ante esta realidad el Papa Francisco nos dice que es fuerte la “empatía entre Jesús y la mujer, y el modo en que Él interpretó su unción, en contraste con la visión escandalizada de Judas y de los otros, abre un camino fecundo de reflexión sobre el vínculo inseparable que hay entre Jesús, los pobres y el anuncio del Evangelio”.

El rostro de Dios que Él revela es el de un Padre cercano para los pobres. Toda la obra de Jesús afirma que la pobreza es signo concreto de su presencia entre nosotros. No lo encontramos cuando y donde quisiéramos, sino que lo reconocemos en la vida de los pobres, en su sufrimiento e indigencia, en las condiciones inhumanas obligados a vivir. Los pobres son verdaderos evangelizadores porque fueron los primeros en ser evangelizados y llamados a compartir la bienaventuranza (cf. Mt 5,3).

Ellos tienen mucho que enseñarnos. Además de participar del “sentido de fe”[1], en sus propios dolores conocen al Cristo sufriente. Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos. La nueva evangelización es una invitación a reconocer la fuerza salvífica de sus vidas y a ponerlos en el centro del camino de la Iglesia. Estamos llamados a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos.

Humildes en la Fundación

Personas al borde del camino

Ante esta realidad, desde la experiencia Sopeña en Chile, nuestro compromiso no consiste exclusivamente en acciones o en programas de promoción y asistencia; lo que el Espíritu moviliza no es un activismo, sino una atención puesta en la persona que está al “borde del camino” o que vive otros rostros de la pobreza, a quienes consideramos hermano, hermana, con los que nos enrrutamos a caminar juntos creando y acogiendo oportunidades para un bien común, para el encuentro, la fraternidad, la solidaridad…

Entendemos que Jesús no sólo está de parte de los pobres, sino que comparte con ellos todo momento. Importante lección para los discípulos de todos los tiempos. Sus palabras: “a los pobres los tienen siempre con ustedes” nos indican que su presencia en medio de nosotros es constante, y que nos involucra a compartir la vida que no admite delegaciones. Los pobres no son personas “externas” a la comunidad, sino hermanos y hermanas con las cuales compartir el sufrimiento para aliviar su malestar y marginación, para devolverles la dignidad perdida y asegurarles la necesaria inclusión social.

¡Hay muchas pobrezas de los “ricos” que podrían ser curadas por la riqueza de los “pobres”, si solo se encontraran y se conocieran! Los pobres no pueden ser solo los que reciben; hay que ponerlos en condiciones de poder dar, porque saben bien cómo corresponder.

Los pobres nos enseñan a menudo la solidaridad y el compartir. Ciertamente, son personas a las que les falta algo, les falta mucho, incluso lo necesario, pero no les falta todo, porque conservan la dignidad de hijos de Dios que nada ni nadie les puede quitar.

[1] Sensus fides: «Debido a su unción por el Espíritu Santo, todo el cuerpo de los fieles posee un sentido seguro de la fe» (Concilio Vaticano II. Lumen Gentium n. 12.)