NUEVO GOBIERNO EN EL INSTITUTO

Las Catequistas Sopeña hemos dado por finalizado su XXII Capítulo General en la Casa de Loyola (Azpeitia-Guipúzcoa) con la elección de Cristina Buenvarón Borrego (Prado del Rey –Cádiz-, 1971) como Superiora General para el próximo sexenio.

La clausura oficial coincidió con una fecha significativa para el Instituto Catequista Dolores Sopeña (ICDS), ya que justo hace 120 años, su fundadora, Dolores Sopeña, recibió el primer comunicado oficial de la Iglesia, el Decreto de Alabanza (Decretum Laudis).

Bajo el lema “Caminar en comunión, sembrando esperanza y construyendo familia”, el Capítulo eligió a las consejeras que acompañarán a Cristina Buenvarón: Pamela Gatica (Chile), primera consejera y vicaria general; Beatriz Domínguez (España), segunda consejera y ecónoma general; María Elena Arenas (Chile), tercera consejera y secretaria general, y María Isabel de Miguel (España), cuarta consejera.

Cristina Buenvarón, con amplia trayectoria apostólica, formaba parte ya del Consejo General en el último sexenio como secretaria general del Instituto, directora general de la Fundación Dolores Sopeña en España y coordinadora de la Misión Apostólica del Instituto.

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Centrada en lo social

Su aportación principal desde su ingreso en el Instituto Catequista ha sido en el ámbito de lo social, concretamente en los Centros de Formación y Capacitación de Personas Adultas (CEPAS) de la Fundación Dolores Sopeña.

En los inicios de sus etapas formativas estuvo en México y un breve paso por República Dominicana, y su trabajo ha sido principalmente en España, en la dirección de los CEPAS y en la Pastoral de las Escuelas Técnico-Profesionales Sopeña y CEPAS.

Durante los últimos años, Cristina Buenvarón, ha liderado junto a un equipo de Catequistas y Laicos/as Sopeña el proceso de Nuevas Formas de Gestión y Organización en el seno de la Fundación Dolores Sopeña, con el objetivo de implantar el trabajo en red y la visión de ampliar la red con América.

Contagiar nuestra vocación

La experiencia compartida de este XXII Capítulo del ICDS vivido durante el mes de agosto, nos impulsa a proseguir en nuestra Misión con el deseo de contagiar la vocación “allí donde estemos”.

El Gobierno General emprende un periodo de discernimiento y acogerá las directrices del Capítulo General del sexenio (2025-2031), para contribuir desde el Carisma Sopeña al servicio de la Iglesia, del Instituto y de la Misión Apostólica.

“Misioneras en medio del mundo”. La Misión es dar a conocer a Dios como Padre y trabajar para crear condiciones mejores que permitan que todos vivamos con la dignidad de hijos de Dios y como hermanos. Su consagración plena y su estilo de vida sencillo, las permite moverse y llegar a cualquier parte del mundo.

DE VIVA VOZ LA HISTORIA DE DOLORES SOPEÑA EN LOYOLA

Con motivo del Año Ignaciano, que conmemora este 2021 los 500 años de la llamada “Conversión” de Ignacio, el valle de Loyola está de fiesta y las Catequistas Sopeña, que compartimos espiritualidad con los jesuitas, queremos compartir también esta celebración con la presentación de viva voz, a través de unos preciosos e interesantes audios, la historia de Dolores Sopeña en la cuna de San Ignacio.

La influencia de la espiritualidad ignaciana en Dolores Sopeña es innegable. Los Ejercicios, que hizo anualmente como laica desde los 28 años, la configuraron por dentro, humana y espiritualmente.

El Instituto Catequista Dolores Sopeña estrena estos dos audios centrados en la Casa Grande, la Casa Misionera, construida por iniciativa de Dolores para Noviciado y que se inauguró el 31 de julio de 1910, y en La Casita.

Por su proximidad a la santa casa de Loyola, lugar de nacimiento de San Ignacio. La devoción de Dolores a este santo fue muy grande. Lo considera su Padre, su guía, su maestro, su intercesor, su modelo. Esta “tierra bendita”, como la llamaba Dolores Sopeña, donde Ignacio nació, será para ella cuna y refugio, oasis y desierto, lugar de sueños y realidades, de contemplación y proyectos apostólicos”, así nos relata el documento sonoro el inició de la visita.

A la sombra de San Ignacio

“Algo tiene claro (Dolores): desea que la formación de sus futuras hijas y compañeras se lleve a cabo en el mismo ambiente geográfico de sus primeros sueños. En términos espirituales, ella lo describe como “a la sombra de San Ignacio” para recibir y crecer aquí en su espíritu”.

Y finalizando la visita de la Casa Misionera, junto al Sepulcro, en la Capilla:

“En la urna, los restos, exhumados antes de la Beatificación. En la cubierta de plata se encuentran fundidos muchos obsequios, alianzas, anillos, joyas y recuerdos, metales preciosos, donados por familiares, devotos, colaboradores y amigos de Dolores y de su Instituto. Presencia silenciosa y admiración que la siguen acompañando”.

También La Casita de Olatz, próxima a la ermita del mismo nombre, en la que tanto disfrutaba de la oración San Ignacio, fue un regalo muy especial de las entonces Catequistas Sopeña a la madre, Dolores Sopeña.

Esta pequeña casa siempre fue especial para ella y “constituye para todos, una gran reliquia porque, Dolores, aún después de terminado el Noviciado, gustaba de pasar en “esta casita” muchos días, incluso semanas, de oración, trabajo y descanso”.

El audio recoge escenas deliciosas vividas por Dolores Sopeña y sus hijas entre estas cuatro paredes en medio del valle y entre montañas: “Es fácil imaginar el ambiente que reinaba en la casa con tiempo para el silencio, la oración y el estudio. Ambiente de alegría, de intercambio de ideas, de sueños, de proyectos… Aún están estrenando una vida nueva, un proyecto original.  ¡Cómo habrán compartido sus ideales de pertenecer totalmente a Dios y de entregarse a un trabajo social y evangelizador en medio del mundo!”.

El documento sonoro que se puede escuchar en la web (Catequistas o Canonización) recoge otra información interesante para todo aquel que quiera acercarse a Dolores Sopeña y a su Instituto religioso, porque allí se pueden visitar todavía numerosos muebles y objetos personales usados por ella.

Concretamente la mesa que está ubicada en su habitación, en la parte de arriba: “Esta mesa encierra también un pequeño secreto. Es tradición en el Instituto que, en el cajón, se encontraba dinero para la construcción del Noviciado, cuando no contaba con otros medios. Por eso, ella lo llamaba “el cajón de los milagros”. Tal vez era un donativo depositado allí por alguna de sus hijas… tal vez fue un hecho realmente extraordinario. No importa. Su fe nunca dudó de la providencia especial de Dios que la fue proporcionando los medios para “la obra de la fe”, como ella llamaba al edificio del Noviciado”.

Estamos seguras de que la audición de estos documentos inspirará una visita que la Comunidad de Catequistas de Loyola está encantada de recibir.

¡Os esperamos!