Visitar Vélez Rubio y Almería, que vieron nacer y crecer a Dolores Sopeña, ha remozado nuestra fe, nos impulsa con las velas henchidas y nos confirma que somos instrumentos en manos de Dios.
El XXXII Encuentro de Laicos y Catequistas, que ha reunido a toda la Familia Sopeña, ha sido un aliento de energía, de inspiración y de comunión. Ahora sentimos que, a través de nosotros, Dios puede obrar maravillas. Ese es el secreto de la fecundidad apostólica.
El encuentro se concibió como una peregrinación, entendida como un recorrido, pero hacia un lugar sagrado, para pedir, tal cual el folleto rezar, agradecer, perdonar… No hay duda de que, para todos los participantes, cada uno a su manera, ha supuesto un tiempo y un espacio de reflexión, de oración, de encuentro con uno mismo y de crecimiento espiritual.
“No te acerques aquí; quita las sandalias de tus pies, porque el lugar en que estás es tierra sagrada” Ex 3, 5.
Tras una oración de inicio y el recibimiento de Rosa María Hermosa, Provincial de España del Instituto Catequista Dolores Sopeña, el peregrinaje comenzó en la capital almeriense con la visita a la Iglesia de Santo Domingo, donde una joven Dolores Sopeña, acompañada de su amiga Araceli daba sus primeros pasos de apostolado, pidiendo dinero en sus puertas para ayudar a los más pobres.
Su audacia ya quedaba aquí demostrada, pues usaba toda su imaginación para lograr su objetivo: llevar a Dios hacia los más débiles y desprotegidos, en cualquiera de sus formas.
En aquellos años uno de sus centros de acción estaba en Las Cuevas, por las que también pasaron laicos y catequistas de camino a Vélez Rubio. Allí era donde, en mayor medida, se concentraban las necesidades de muchos almerienses muy pobres.
En su localidad natal nos esperaban amigos y vecinos que no quisieron perderse tan sentido homenaje. Allí la comitiva conoció la ejemplar historia de Dolores Sopeña y de las Damas Catequistas, como así se llamaba al principio a las Catequistas Sopeña, envuelta entre las paredes de la casa que la vio nacer y la parroquia de la Encarnación, donde fue bautizada.
La visión de la cuna de Dolores, en la habitación de sus padres, fue uno de los momentos más emotivos para los laicos que visitaban por primera vez esta localidad.
También la visita a la Parroquia de la Encarnación y la pila donde recibió el bautismo el mismo día de su nacimiento. Allí los asistentes pudimos renovar nuestras promesas bautismales.
Al término de la Eucaristía, intervino una antigua alumna del Instituto Laboral Femenino, que estuvo prestando servicio en el Palacio de los Vélez, para dar testimonio y agradecer a las Catequistas lo que había supuesto a la formación de estas vecinas, la labor de ese centro.
La peregrinación a Vélez Rubio culminó con una ofrenda floral ante la escultura de Dolores Sopeña en la plaza del Rey de la localidad y que tiene como título “El ángel caminante”. El homenaje contó con un emotivo momento cuando los participantes entonaron el Himno Sopeña cogidos de las manos.
De vuelta a la capital almeriense, la mañana del domingo contó con las intervenciones de María Jesús González, Catequista Sopeña, que nos habló de cómo ser instrumentos en manos de Dios; y de la recién reelegida Superiora General, Miryam Ávila, que puso el broche a un encuentro inolvidable.