El XXI Capitulo General que se ha celebrado este pasado verano en Loyola ha encomendado a las Catequistas intensificar la cercanía a la población más vulnerable, a aquellas mujeres y hombres que pasan o están pasando una situación de dificultad.
Encabezadas por la Superiora, Miryam Ávila, y su Consejo General, las Catequistas Sopeña han sentido muy intensamente esa necesidad de avivar la atención hacia los más alejados, que viven con dificultades extremas, para dignificarlos.
Miryam Ávila precisamente ha recordado la frase de la Beata Dolores Sopeña, fundadora del Instituto Catequista que lleva su nombre: “Ganarles el corazón, para llevarles a Dios”.
Se trata de una expresión muy significativa del Carisma Sopeña porque pone en primer lugar a la persona, en toda su individualidad; y habla de su dignidad, de hacerla sentirse valorada, querida y aceptada.
“Esa persona, en ocasiones vulnerable, destinataria de nuestras escuelas y centros, irá percibiendo que hay algo distinto en nosotros, laicos y catequistas, e irá viviendo un proceso de formación integral”, matiza la Superiora General.
Ese es precisamente el aspecto que se va a acentuar en esta misión que nos encomendó el Capítulo.
Junto con la cercanía a los más desfavorecidos, a los excluidos, las Catequistas Sopeña trabajarán, como siempre, por incrementar la coordinación con los laicos, quienes comparten carisma y misión.
Es ya un hecho que en las escuelas y centros de la Fundación Dolores Sopeña -principal obra apostólica del Instituto-, los laicos conforman la mayoría de los equipos directivos, acompañados como siempre por una Catequista. “Pero son ellos realmente quiénes llevan adelante, en lo cotidiano, la misión”, explica Miryam Ávila.
Así también ha tenido ocasión de manifestarlo Miryam Ávila en el programa El Espejo de COPE, en una entrevista con su director José Luis Restán.
Esta cooperación permite a los niños, jóvenes y adultos, usuarios de la Fundación, recibir una formación integral, que redunda en una reconocida calidad humana y preparación profesional.
Justamente, el objetivo primigenio que perseguía Dolores Sopeña.