DOLORES SOPEÑA: UN LEGADO SIEMPRE VIVO

Nuestro Dios “es grande y poderoso, admirable en su fuerza, invencible” (Sal 145), prepara personas que respondan a un especial proyecto de amor, situado en la historia, adecuado a las necesidades de ese tiempo.

Dolores Sopeña es una de estas personas. Estamos ante una figura humilde y espléndida en la segunda mitad del siglo XIX y primeros años del XX en España.

Dolores nace el 30 de diciembre de 1848, en Vélez Rubio, Almería (España). La sociedad civil vive la Revolución Industrial, con sus enormes consecuencias, y Marx desarrolla y proclama sus teorías.

En la Iglesia, León XIII escribe en 1891 Rerum Novarum –la primera encíclica social de la Iglesia–, sobre la “cuestión social” y la situación de los obreros. Y san Pío X elige entre las prioridades de su pontificado, impulsar la enseñanza del Catecismo.

Estas dos grandes líneas enmarcan la misión de Dolores y ella las realiza con gran novedad, sencillez y eficacia.

Por el trabajo de su padre vive unos años de su juventud en Puerto Rico y Santiago de Cuba (1871-1876), en contacto con las clases media y alta, y con las clases populares y necesitadas.

Regresa a Madrid y se dedica a un apostolado intenso en la cárcel, hospitales y en misiones populares. Es una mujer decidida, audaz, llena de valor, inteligente, sensible a la amistad y a las necesidades que ve a su alrededor.

Es, ante todo, una mujer creyente. Su fe la sumerge en la realidad que ve más allá de su propio hábitat. Es el “Dios tres veces santo y mil veces Padre” quien le descubre la dignidad de cada persona y hace crecer en ella la convicción de que todos somos hermanos, con las enormes consecuencias que tiene apropiarse de esta verdad.

En 1885, durante sus visitas a la cárcel conoce a Pepa la Cigarrera y el barrio de las Injurias. Se estremece al contemplar esa realidad de pobreza y marginación y, decide, con una amiga, volver y volver, ganándose así la admiración y confianza de la gente. Acercarse, escuchar, abrazar, sonreír, mirar a los ojos, produce en ella el respeto, el afecto y la más noble y profunda com-pasión. Esta com-pasión le lleva a buscar colaboración para mejorar esas situaciones. La indiferencia ante esas carencias también conmueve su corazón.

Así, en 1892 funda un movimiento de apostolado seglar. Las visitas se convierten en lecciones de Catecismo, en las que todo el barrio participa. Nacen así Las Doctrinas, que después se extienden a otros barrios de Madrid y a varias ciudades de España y cuyos frutos resultan sorprendentes.

Dolores viaja para atender estos centros de apostolado. Los grupos son numerosos, ella anota más de seis mil participantes. Con el pasar de los años, una pregunta se repite: “Doña Dolores, cuándo usted se muera ¿Quién vendrá?”. Ella sonreía y callaba. Dolores busca sin cansancio su vocación, hasta que, finalmente, a los cincuenta y dos años cristaliza una inspiración, un proyecto en el que se refleja lo que Dios quiere de ella.

Dolores Sopeña fotitos

 

El 31 de enero de 1901 en una Hora Santa, contemplando la agonía y entrega de Jesús en Getsemaní, ella afirma que nació el Instituto religioso que hoy lleva su nombre y que es como la misma vida de Dolores.

El 24 de septiembre de ese mismo año se levanta el acta en Loyola (Guipúzcoa), con las ocho primeras y, el 31 de octubre, se comienza oficialmente en Toledo, con el apoyo del cardenal Sancha.

El 28 de agosto de 1905 recibe el Decreto de Alabanza y, el 21 de noviembre de 1907, la aprobación definitiva directa del S. S. Pío X, con estas palabras: “Extraordinaria es la Obra y extraordinaria será su aprobación porque cubre una necesidad en los tiempos actuales”.

El Instituto Catequista Dolores Sopeña se caracteriza por vivir la plena consagración a Dios “en medio del mundo”, en traje seglar y sin signos religiosos. Es el reflejo de la vida interior lo que hace la diferencia. Su misión es promocionar a la persona, evangelizar a sectores populares desfavorecidos y despertar la responsabilidad social de personas mejor situadas.

Parte de la conciencia de la dignidad de cada persona alerta de la falta de oportunidades de muchos y pide el aporte de todos en la construcción de un mundo de hermanos hasta “hacer de todos, una sola familia en Cristo Jesús”.

Promoción humana y cultural

Admira hoy la comprensión que Pio X tuvo de la oportunidad de la obra de Dolores, ante la aparición de nuevas visiones del mundo y de la fe, del anticlericalismo y alejamiento de las masas obreras y populares de la Iglesia.

Precisamente estos hombres y mujeres “en el vigor de la vida”, pero carentes de oportunidades, de reconocimiento social, de cultura y de conocimiento de Dios, son el punto de la atención de Dolores Sopeña.

A partir de 1902 da a su Instituto religioso una nueva presencia en la sociedad, por medio de una asociación civil, sin fines de lucro. Esto le permite llegar más lejos. Simultáneamente Las Doctrinas pierden convocatoria. Nacen entonces los Centros Obreros de Instrucción. Centros sin connotación religiosa, espacios abiertos, de promoción humana y cultural, en los que se llega al corazón de las personas y a la propuesta de formación en la fe, en un ámbito de libertad.

Fueron un éxito, aunque no faltaron duras críticas. La gran afinidad espiritual y pastoral que encontró en el cardenal Rafael Merry del Val, secretario de Estado, la fortaleció en este momento. Dolores siempre motivó a otras personas a trabajar con ella.

El Instituto sigue esta línea carismática y comparte su misión con los laicos que se adhieren desde la espiritualidad y son un elemento esencial. “¡No te mueras nunca!”, fue el grito espontáneo que se escuchó en una sala repleta de obreros mientras Dolores les hablaba. En el I Centenario de su partida, ocurrida el 10 de enero de 1918, un pequeño grupo de “débiles mujeres” en cierto modo lo hacen realidad, continuando un proyecto que responde a las mismas necesidades y con la certeza de que nuestro Dios trabaja siempre.

María Jesús González, ex Superiora General

CAMINO A LA CANONIZACIÓN

El proceso de la Causa de Canonización de Dolores Sopeña se inició en 1928 por el entonces obispo de Madrid y registró su Beatificación el 23 de marzo de 2003 por el Papa San Juan Pablo II en Roma (Italia).

Actualmente, este camino a los altares se encuentra en el punto de estudio de un presunto milagro atribuido a la intercesión de Dolores Sopeña.

En enero del pasado 2020, el Instituto Catequista inauguró la web que está dando impulso al Proceso de Canonización, que reconoce a Dolores como modelo y referente de una vida consagrada plenamente a Jesús y comprometida con Cristo.

El 10 de enero de 1918 muere en Madrid, concretamente en la Casa en la que ahora se ubica su Museo, con fama de santidad.

Pero, ¿conoces suficiente sobre cómo se desarrolla este complejo y largo proceso del reconocimiento de la santidad?

Si te interesa, por aquí te compartimos algo de información, que te ayudará a comprender mejor cuál es el valor de Dolores Sopeña o, si lo prefieres, siempre puedes visitar www.canonizaciondoloressopena.org,  que recoge todo lo que necesites saber sobre ella.

Acto hacia la Canonización

Siempre han existido cristianos que han vivido el amor a Dios y a los demás de manera extraordinaria.

Estas personas eran especialmente apreciadas por los creyentes que los habían conocido, tanto por haber sido imitadores de Cristo como por sus poderes de hacer milagros.

Por este motivo, los santos originalmente eran aclamados a «vox populi»; es decir, por aclamación popular.

Pero surgió la pregunta: ¿Cómo se podía tener la seguridad de que los santos invocados por la gente eran realmente santos?

Se designó entonces a los obispos, que  tomaron la responsabilidad de ver quiénes debían ser declarados santos en su diócesis. Concluida la verificación, se les asignaba un día de fiesta, generalmente el aniversario de su muerte, por ser el día en el que habían nacido a una nueva vida con Cristo.

A finales del s. X (993) tenemos el primer caso en que una canonización es aprobada directamente por un Papa. A partir de 1234 las canonizaciones se reservaron sólo al Sumo Pontífice.

En 1588 el Papa Sixto V creó la Congregación de Ritos encargada de estudiar los casos de canonización. En 1917 el proceso aparece codificado en el Código de Derecho Canónico y en la década de los 80 se han realizado las últimas reformas para simplificar el proceso.

Ya en el s. V, los criterios por los que se consideraba “santa” a una persona eran: 1) su reputación entre la gente (“fama de santidad”), 2) el ejemplo de su vida como modelo de virtud heroica y 3) su poder de obrar milagros, en especial aquellos producidos póstumamente sobre las tumbas o a través de las reliquias.

Actualmente hay tres pasos en el proceso oficial de la causa de los santos:

  1. VENERABLE

Con el título de Venerable se reconoce que un fallecido vivió las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad), las cardinales (fortaleza, prudencia, templanza y justicia) y todas las demás virtudes de manera heroica; es decir, extraordinaria.

  1. BEATO

Además de los atributos personales de caridad y virtudes heroicas, se requiere un milagro obtenido a través de la intercesión del Siervo/a de Dios y verificado después de su muerte. El milagro requerido debe ser probado a través de una instrucción canónica especial, que incluye tanto el parecer de un comité de médicos (algunos de ellos no son creyentes) y de teólogos. El milagro no es necesario si la persona ha sido reconocida mártir.
Los beatos son venerados públicamente por la iglesia local.

  1. SANTO

Con la canonización, al beato es incluido en la lista o canon de los santos de la Iglesia (de allí el nombre de canonización). Para este paso hace falta otro milagro atribuido a la intercesión del beato y ocurrido después de su beatificación. El Papa puede obviar estos requisitos. La canonización compromete la infalibilidad pontificia.

Mediante la canonización se concede el culto público en la Iglesia universal. Se le asigna un día de fiesta y se le pueden dedicar iglesias y santuarios.

Causa de Canonización

 

LA ORACIÓN PARA LOS CRISTIANOS

La oración para Dolores Sopeña es alimento diario, es vital para su relación con Dios. Para los cristianos representa “el latido del corazón de la Iglesia”, parafraseando también el libro del Papa Francisco “La Oración. El aliento de la vida nueva”.

La fundadora del Instituto Catequista Dolores Sopeña logró vivir una síntesis dialéctica entre la acción y la contemplación.

En sus propias palabras: “El espíritu propio de nuestro Instituto es espíritu de oración, espíritu apostólico y la unión constante de estos dos espíritus en uno”.

Tal y como se recoge en su recién estrenada web para su Canonización, el reto es ver cómo se logra que “no una hora, pero ni un minuto nos inclinemos más a la vida activa que a la contemplativa”.

Sus encuentros y diálogos con Dios, recogidos en buena parte en el libro “Al calor de tu fuego”, son la expresión de la absoluta confianza de esta mujer, pionera y avanzada en su tiempo hacia el apostolado con los más desfavorecidos, vulnerables y alejados de Dios.

Descubre que la promoción humana, el anuncio de Jesucristo y la construcción de la fraternidad son el mejor modo de hacer creíble el Evangelio.

Las dificultades por las que pasan ahora mismo millones de personas, millones de católicos en todo el mundo por la pandemia del Coronavirus, hacen más necesario destinar parte de ese tiempo que estamos ganando a la oración.

Es un rasgo esencial de la vida cristiana y el aliento de la Iglesia para que siga viva y fuerte y haga fuerte al resto de la Humanidad.

Precisamente el Papa Francisco, ha propuesto para hoy 25 de marzo a mediodía a todos los cristianos y a todos los creyentes, sea cual sea su tradición religiosa, “unir sus voces hacia el Cielo”.

Esta semana además, el lunes 23 de marzo se cumplieron 17 años de la beatificación de Dolores Sopeña por san Juan Pablo II en Roma.

Se nos pone en bandeja pedir además la ayuda de la Beata para lograr su confianza y su esperanza en el poder de la oración de la Humanidad.

También es tiempo quizás de pedir por su intercesión a través de la versión breve de su novena:

“Señor Jesús, que por salvar a la humanidad ofreciste tu vida en la cruz. Por el ardiente celo apostólico que infundiste en el corazón de tu sierva, la Beata Dolores Sopeña, por aquellos continuos trabajos y sufrimientos que abrazó gozosa por la salvación de los hombres, te suplico por su intercesión nos concedas el favor que deseamos alcanzar y dígnate otorgarnos la gracia de su Canonización si tal es tu santa voluntad. Amén”.

(Se reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria)