Teléfono+34 914 475 946 CONTACTO

Clausura Loyola Año Centenario

Bajo la atenta mirada de la imagen de nuestra fundadora, acompañada de la frase extraída de su Tesoro: “…entonemos un himno de acción de gracias que dure tanto cuanto duren nuestras vidas” (T.45), y con las maravillosas voces del Coro de Azpeitia, tuvo lugar la misa de clausura del Año Centenario.

La capilla de la Casa del Instituto Catequista en Loyola (Guipúzcoa) acogió la eucaristía de cierre de la conmemoración de los cien años de la Ida al Cielo de la Beata Dolores Sopeña, presidida por el obispo de San Sebastián, Monseñor José Ignacio Munilla, y concelebrada por otros cinco sacerdotes.

La noche anterior, Catequistas Sopeña llegadas de todo el mundo celebraron una Vigilia junto al sepulcro donde reposan hoy los restos de N. Madre, trasladados desde el cementerio de Nuestra Señora de La Almudena de Madrid en 1923.

En su homilía, Monseñor Munilla dio las gracias en este Año Centenario a las Catequistas por su testimonio de fidelidad y cariño a la Beata Dolores Sopeña. En su opinión, todos deberíamos, tanto en la vida de la Iglesia como en nuestras familias, tomar en cuenta esa prueba de amor.

Clausura en Loyola del Año Centenario

“Todos –explicó-, si somos algo, lo somos por aquellos que nos precedieron y de cuyas fuentes bebimos”.

También tuvo palabras para la propia Dolores, “una gran mujer” que, a su juicio, “fue atrevida, con ese atrevimiento que demuestra solo aquel que tiene depositada su total confianza en Dios”.

Se refirió a los Santos no como superhéroes, si no como “amigos fuertes de Dios, que compaginan dos características que los definen: fortaleza y humildad”; así es como se recoge en el evangelio de san Marcos que se leyó.

Ellos como Dolores Sopeña dieron fruto mostrando el amor de Dios. Descubrieron ese amor y quisieron extenderlo y compartirlo con aquellos con los que se encontraron o a los que salieron al encuentro.

Más de 200 asistentes compartieron allá en la Casa de Loyola este broche de un Año Centenario que ha servido para dar gracias a Dios por el tiempo transcurrido y el trabajo compartido y, sobre todo, por el impulso renovado de proseguir con el compromiso cristiano de Dolores Sopeña en el servicio a los demás.