Las Catequistas Sopeña somos una congregación religiosa basada en la presencia en medio del mundo y estamos dedicadas en cuerpo y alma a la a promoción humana y a la evangelización de la familia trabajadora, con especial atención a los sectores más alejados de la Iglesia.
Conformamos el denominado Instituto Catequista Dolores Sopeña que es la institucionalización del carisma de Dolores Sopeña, que hunde sus raíces en la espiritualidad ignaciana, basada en el servicio humanitario a las clases más desfavorecidas.
Nuestro carisma es un regalo de Dios, como un fuego en el corazón, que responde a distintas necesidades y situaciones que viven los hombres y mujeres, y está dedicado a observar a las personas y a lo que les rodea para realizar acciones animadas por el mismo Dios.
“Un nuevo estilo de consagración religiosa”
Somos mujeres dedicadas a los demás, con un estilo de vida sencillo y nuestra misión es dar a conocer a Dios y trabajar para mejorar las condiciones en cualquier parte del mundo, para que todos y cada uno de nosotros vivamos con la dignidad que nos merecemos.
“Misioneras en medio del mundo”
Vestimos con traje seglar para llegar a todo tipo de sectores sociales y poder entender mucho mejor la realidad que nos rodea para poder hacer presente a Dios donde vayamos, sin barreras y sin fronteras y en cualquier lugar del mundo.
Nuestra presencia va más allá de lo meramente testimonial y es una presencia activa basada en “vivir en medio del mundo”. Nuestra vocación y carisma hace que seamos personas cercanas, con gran capacidad de escucha para con los demás y con grandes aptitudes para responder a las necesidades de hoy.
Trabajamos para responder con efectividad a los problemas que nos rodean hoy en día y nuestro único objetivo es: “colaborar para hacer realidad el proyecto de Dios en el mundo, a través de la situación particular de cada persona».
“Una misión al servicio de la Iglesia”
Estamos llamadas a dar a conocer a Dios entre personas alejadas de la Iglesia, preferentemente en sectores con menos oportunidades, desarrollando procesos de crecimiento humano y cristiano.…Pero también a ser constructoras de fraternidad, acercando a los distanciados socialmente y favoreciendo relaciones humanas más solidarias para que todas las personas se amen como hijos de un mismo Padre.
¡Nuestra vida consagrada es un servicio generoso a la Iglesia y a nuestro mundo!